La práctica de ejercicio físico proporciona numerosos beneficios en la salud de la mujer: control del peso, fortalecimiento muscular, mejora cardiovascular, regulación hormonal, disminución de la inflamación, reducción del estrés, mejora del estado de ánimo, etc.

En lo que se refiere al cáncer de mama, realizar deporte de forma regular puede ayudar a reducir el riesgo de desarrollar este tipo de tumor, su recurrencia y, una vez la enfermedad y sus tratamientos están presentes en la vida de la paciente se convierte en un gran aliado para mejorar su calidad de vida física y emocionalmente, tal y como relata Begoña Revuelta, paciente con cáncer de mama metastásico del Centro de Patología de la Mama – Fundación Tejerina y runner.

“La práctica de ejercicio físico en general siempre me ha producido muchísima satisfacción personal, pero el running es una parte imprescindible de mi terapia. Antes entrenaba 4 y 5 días a la semana, ahora cuando los pies me dejan, al menos un par de veces a la semana, pero mucha menos distancia”, destaca Revuelta. Además, añade que “animo a todas las pacientes con cáncer de mama a vencer la pereza y practicar cualquier tipo de deporte. Es un antidepresivo natural, duermes, comes y te sientes mejor y más feliz”.

“Existen también otro amplio grupo de factores de riesgo modificables tales como la dieta, la obesidad, el tabaquismo, el consumo de alcohol y la actividad física, sobre los que sí podemos influir”

Mónica Caba, radióloga especializada en Imagen Mamaria en el Centro de Patología de la Mama – Fundación Tejerina.

Mónica Caba, radióloga especializada en Imagen Mamaria en el Centro de Patología de la Mama – Fundación Tejerina explica que el cáncer de mama es una enfermedad compleja en la que intervienen múltiples factores de riesgo que influyen de manera variable y diferente en la población femenina, condicionando un riesgo concreto y distinto para cada mujer.

“La edad, el sexo, los antecedentes familiares, determinadas mutaciones genéticas, la densidad mamaria, los factores hormonales endógenos (menarquia precoz, menopausia tardía y gestación/primer embarazo tardío) y antecedentes de ciertas lesiones mamarias benignas, son factores de riesgo no modificables. No obstante, existen también otro amplio grupo de factores de riesgo modificables tales como la dieta, la obesidad, el tabaquismo, el consumo de alcohol y la actividad física, sobre los que sí podemos influir“, puntualiza.

La radióloga señala que la práctica regular de actividad física es un claro factor protector frente al cáncer de mama tanto en mujeres pre como post-menopaúsicas, con un efecto positivo adicional en el control del peso corporal, el estrés y la ansiedad.

“La actividad física es capaz de interaccionar sobre diferentes aspectos biológicos como el sistema inmune, los mecanismos de reparación del ADN, los factores de crecimiento y la secreción de insulina entre otros, y condicionar una disminución del riesgo de carcinogénesis”

Mónica Caba

“El sedentarismo nos debilita y nos hace más vulnerables a la enfermedad, ya que favorece la obesidad y genera un entorno metabólico propicio para la aparición de enfermedades crónicas tales como la patología cardiovascular y los tumores malignos. Además, la actividad física es capaz de interaccionar sobre diferentes aspectos biológicos como el sistema inmune, los mecanismos de reparación del ADN, los factores de crecimiento y la secreción de insulina entre otros, y condicionar una disminución del riesgo de carcinogénesis”, añade.

Antes, durante y después del cáncer

Silvia Balaguer, fisioterapeuta en el Centro de Patología de la Mama – Fundación Tejerina, expone que “el ejercicio es indispensable antes, durante y después del cáncer” y añade que los pacientes en tratamiento oncológico es recomendable que se pongan en contacto con profesionales del deporte o fisioterapeutas que sepan pautarles de forma correcta el ejercicio que necesitan.

“En las personas con cáncer el objetivo principal es influir en el metabolismo, y esto se consigue con una programación adecuada de ejercicio cardiovascular de baja y alta intensidad, así como entrenamiento de fuerza. En lo que se refiere al ejercicio físico de mayor intensidad como el running, siempre deberá estar supervisado por un profesional y contar con una correcta planificación y dosificación”, subraya.

“Reduce la ansiedad a través de la contracción y relajación de los músculos durante el ejercicio; produce un efecto de auto-eficacia al percibir sensación de control sobre la actividad, influyendo positivamente en la mejora del estado depresivo leve o moderado”

Teresa Escalonilla, psicóloga general sanitaria del Centro de Patología de la Mama – Fundación Tejerina

Teresa Escalonilla, psicóloga general sanitaria del Centro de Patología de la Mama – Fundación Tejerina, señala que “existen investigaciones que demuestran los beneficios del ejercicio físico sobre el bienestar psicológico y la regulación del dolor mediante la creación de endorfinas. Actualmente, en lo que se refiere a la realización de actividad física en personas que están pasando o ya han pasado por un proceso oncológico, contamos con suficientes datos para afirmar que el ejercicio aeróbico mejora el funcionamiento físico y la fatiga”

Además, según esta especialista, reduce la ansiedad a través de la contracción y relajación de los músculos durante el ejercicio; produce un efecto de auto-eficacia al percibir sensación de control sobre la actividad, influyendo positivamente en la mejora del estado depresivo leve o moderado; favorece un correcto sueño y mejora la autoestima.

Asimismo, “el ejercicio físico es una oportunidad para poner en práctica la atención plena, por ejemplo, poniendo el foco en el ritmo de la respiración, en las posturas adoptadas y en los movimientos dejando pasar los pensamientos rumiativos”, concluye.


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