La Organización Mundial de la Salud (OMS) publica cada año el ‘Informe mundial sobre la malaria’ para proporcionar una evaluación de las tendencias en el control y la eliminación de la malaria en todo el mundo. Por primera vez este año, el documento incluye un capítulo dedicado a la intersección entre el cambio climático y  la enfermedad parasitaria.

Los cambios de temperatura, humedad y precipitaciones pueden influir en el comportamiento y la supervivencia del mosquito de la especie Anopheles, portador de la infección. A su vez, los fenómenos meteorológicos extremos, como las olas de calor e inundaciones, también pueden afectar directamente la transmisión y la carga de enfermedades. Las inundaciones que azotaron Pakistán en 2022, por ejemplo, provocaron que los casos de malaria se quintuplicaran en el país.

El clima cambiante plantea un riesgo sustancial para el progreso contra la malaria, particularmente en las regiones vulnerables. Ahora más que nunca se necesitan respuestas sostenibles y resilientes a la malaria, junto con acciones urgentes para frenar el ritmo del calentamiento global y reducir sus efectos”, ha señalado Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS en un comunicado.

Cinco millones más que el año anterior

Según el nuevo informe, cada vez más personas contraen la infección a pesar de la ampliación en el acceso a mosquiteros tratados con insecticida (MTI) y a fármacos para ayudar a prevenir la malaria en menores y mujeres embarazadas.

En 2022 se estimaron 249 millones de casos de malaria en todo el mundo, superando en 16 millones de casos el nivel prepandémico de 233 millones en 2019. En definitiva, hubo cinco millones más de casos de malaria que en 2021 y cinco países fueron los más afectados por estos aumentos.

Pakistán experimentó el mayor aumento, con alrededor de 2,6 millones de casos en 2022, frente a 500.000 en 2021. También se observaron aumentos significativos en Etiopía, Nigeria, Papua Nueva Guinea y Uganda. Mientras tanto, en los 11 países que soportan la mayor carga de malaria, las tasas de nuevas infecciones y muertes se han estabilizado tras un aumento inicial durante el primer año de la pandemia.

Además de los problemas causadas por la COVID-19, la respuesta mundial a la malaria se ha enfrentado a un número creciente de amenazas, como la resistencia a los medicamentos y a los insecticidas, crisis humanitarias, limitaciones de recursos, impactos del cambio climático y retrasos en la implementación de programas, especialmente en países con una alta carga de la enfermedad, según cita la OMS.

El informe señala que la variabilidad climática continuará teniendo efectos indirectos en las tendencias de la malaria a través, por ejemplo, de un acceso reducido a servicios esenciales contra la malaria y de interrupciones en la cadena de suministro de mosquiteros, medicamentos y vacunas tratados con insecticidas.

Y aunque los datos sobre el impacto a largo plazo del cambio climático en la transmisión de la malaria son escasos, las principales hipótesis apuntan a la dirección y magnitud de cualquier impacto varíen según los sistemas sociales y ecológicos, tanto dentro como entre países.

Avances en el último año

El informe también cita logros como la implementación gradual de la primera vacuna contra la malaria recomendada por la OMS, RTS,S/AS01, en tres países africanos. Una evaluación ha demostrado una reducción sustancial de la malaria grave y una caída del 13 por ciento en las muertes en la primera infancia por todas las causas en las zonas donde se ha administrado la vacuna en comparación con las zonas donde no se introdujo la vacuna.

En octubre de 2023, la OMS recomendó una segunda vacuna contra la malaria segura y eficaz, la R21/Matrix-M. Se espera que la disponibilidad de dos vacunas contra la malaria aumente el suministro y haga posible su implementación a gran escala en toda África.


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