Durante meses, se ha hablado en diferentes foros de que “al fin” se podría contar con una alternativa para los pacientes con esclerosis múltiple primaria progresiva (EMPP). Una forma para la que, hasta el momento, no había ninguna opción disponible.
A finales de 2016 se publicaron en el New England Journal of Medicine los resultados de los tres estudios fase III Opera I y Opera II para la forma remitente recurrente (EMRR) y Oratorio para EMPP con ocrelizumab (Ocrevus, de Roche) y, de acuerdo con el director del Centro de EM de Cataluña (Cemcat), Xavier Montalbán, la llegada de este fármaco “marca un hito”. Hasta el momento, los resultados de estudios llevados a cabo con los interferones, el acetato de glatirámero, el metotrexato o la cladribina han sido negativos y no se han observado indicios de eficacia, como apostilla el experto.
La magnitud de su efecto “es moderada, pero consistente; lo que favorece de forma estadísticamente significativa a los pacientes con EMPP”, afirma Montalbán, al tiempo que añade que todo esto unido a la “gran” tolerabilidad y a una práctica ausencia de efectos secundarios, es un hecho “muy importante”.
Además de conseguir una reducción del riesgo relativo en la progresión de la discapacidad confirmada a las 12 semanas frente a placebo del 24 por ciento y del 25 por ciento a las 24 semanas, los resultados también muestran que ocrelizumab consiguió una disminución del 3,4 por ciento en el volumen total de lesiones cerebrales hiperintensas en T2 versus el incremento del 7,4 por ciento en los pacientes tratados con placebo durante 120 semanas.
En estos momentos, la Agencia Americana del Medicamento (FDA) y la Agencia Europea del Medicamento (EMA) están revisando las solicitudes de aprobación de ocrelizumab aunque se prevé que en primavera la FDA dé una respuesta. “Todos pensamos que será positiva”, augura Montalbán, quien reconoce que el proceso para que este fármaco esté disponible en España es “más complejo” y considera que no llegará a nuestro país, antes de finales de 2017 o 2018.
EMRR
En cuanto a la forma en brotes, el especialista destaca que después de haberlo comparado con interferón beta-1a a dosis altas se ha visto que es “absolutamente muy potente”.
No solo es un fármaco “muy potente”, sino que “prácticamente hace desaparecer cualquier rastro de actividad inflamatoria de la resonancia magnética de los pacientes”, agrega. A esto se une un claro efecto sobre la progresión de la discapacidad y el hecho de que apenas ocasiona efectos secundarios graves, como reitera Montalbán.
Ya con nuevos datos sobre la mesa y a la espera de que lor organismos pertinentes den el OK a esta opción terapéutica, surge de nuevo la pregunta de si la utilización de entrada, de un fármaco tan potente podría ser beneficioso a largo plazo para el paciente y si podría modificar el pronóstico de la enfermedad.
Al respecto, Montalbán subraya que a pesar de que los neurólogos dedicados a esta patología tienen mucha experiencia en el manejo de la mayoría de estos fármacos no hay una respuesta clara. “Probablemente sí, lo que ocurre es que no hay evidencia”, asevera.
Los medicamentos de inducción son aquellos que modifican o alteran de forma positiva el sistema inmunológico de los pacientes y, de alguna manera, lo transforman. ¿Es por tanto ocrelizumab un tratamiento de inducción? “En principio no”, comenta el experto, no sin recalcar que “quizás pueda llegar a serlo, aunque por el momento no hay una respuesta basada en la evidencia”.
De lo que no tiene dudas Montalbán es de que cuanto antes se aplique un tratamiento, mucho mejor será la evolución del paciente y de la enfermedad. Al fin y al cabo, “la tendencia ahora es utilizar un fármaco lo más eficaz posible y cuanto antes mejor”, concluye.