Un nuevo informe de la Asociación Estadounidense del Corazón, publicado en la revista Circulation: Cardiovascular Quality and Outcomes, advierte que dormir más de nueve horas por noche puede aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares y deterioro cognitivo en adultos. También, el adulto podría sufrir síntomas como «la hipertensión arterial, azúcar en sangre y niveles de colesterol. En este sentido, aunque tradicionalmente se ha asociado el sueño prolongado con un descanso adecuado, esta investigación destaca que tanto la falta como el exceso de sueño pueden tener consecuencias negativas para la salud.

El estudio identifica siete componentes clave del sueño que influyen en la salud cardiometabólica: duración, continuidad, ritmo, satisfacción, regularidad, funcionamiento diurno y arquitectura del sueño. Dormir más de nueve horas se ha relacionado con un mayor riesgo de síndrome cardiometabólico, rigidez arterial, accidentes cerebrovasculares y mortalidad por enfermedades cardíacas. Por otro lado, dormir menos de siete horas también incrementa el riesgo de fibrilación auricular y presión arterial elevada.

La continuidad del sueño, es decir, la proporción de tiempo que se pasa realmente dormido, también es crucial. Interrupciones frecuentes durante la noche se han asociado con un mayor riesgo de infarto de miocardio, hipertensión y resistencia a la insulina. Además, acostarse después de la medianoche se vincula con un aumento en los factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares, como sobrepeso y presión arterial elevada.

La percepción de la calidad del sueño, o satisfacción, también juega un papel importante. Una menor satisfacción con el sueño se ha relacionado con una mayor presión arterial y rigidez arterial. Asimismo, la irregularidad en los patrones de sueño puede aumentar el riesgo de diabetes tipo 2, incluso en personas que duermen lo suficiente.

La somnolencia diurna excesiva, o dificultad para mantenerse despierto durante el día, se asocia con enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares y mortalidad por diversas causas. Factores como la obesidad, la diabetes tipo 2 y la apnea del sueño pueden contribuir a esta somnolencia, mientras que la pérdida de peso parece reducirla.

Por último, la arquitectura del sueño, que incluye las fases de sueño ligero y profundo, también afecta la salud. Interrupciones en el sueño de ondas lentas (No REM) pueden provocar mayores niveles de resistencia a la insulina. Estos hallazgos resaltan la importancia de no solo la cantidad, sino también de la calidad y la regularidad del sueño para mantener una buena salud cardiovascular y cognitiva.


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