La crisis sanitaria generada por la COVID-19 ha hecho aún más visible la gravedad de otra pandemia, la de las enfermedades crónicas, entre las que se encuentran las cardiometabólicas, que no se han logrado controlar en las últimas décadas.

Con esta reflexión, que corresponde a Fernando Rodríguez Artalejo, profesor de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid, se ha puesto punto y final al XXXI Congreso Nacional de la Sociedad Española de Diabetes, que se ha celebrado en estos días de forma virtual.

Junto a las últimas novedades terapéuticas y los cambios en el abordaje, el análisis del impacto del nuevo coronavirus en las enfermedades metabólicas, en particular en la diabetes, era inevitable.

Rodríguez Artalejo se mostró contundente: “la COVID-19 es un ‘disparador’ de la mortalidad por enfermedad cardiovascular y diabetes”. De hecho, se ha demostrado que la mortalidad por estas enfermedades ha aumentado de forma directa o indirecta (los pacientes han muerto sin recibir la asistencia adecuada) por la infección por el SARS-Cov-2.

El experto también remarcó que “la atención a la epidemia de COVID-19 ha retrasado la atención necesaria a muchos pacientes con enfermedades crónicas, a la que habrá que hacer frente en los próximos meses (es lo que algunos llaman la tercera “ola” de la COVID-19)”.

Señaló, además, que las medidas de confinamiento para controlar el brote explosivo de COVID-19 han conducido a mayor consumo de alcohol y menor actividad física, que también son negativos para la salud cardiometabólica.

Entre las lecturas positivas que el experto extrae de esta situación es que se ha puesto de relieve la importancia de los estilos de vida para prevenir la infección (higiene de manos, distancia física, etc.) y también para el control de la obesidad y la diabetes, con ejercicio físico y una alimentación adecuada. Ambas patologías tienen un peor pronóstico ante esta infección.

Un impulso en tecnología

Otro aspecto positivo es que la crisis sanitaria ha acelerado la expansión de las tecnologías en el seguimiento de las personas con diabetes. Ignacio Conget, especialista de la Unidad de Endocrinología y Nutrición del Hospital Clínic i Universitari de Barcelona

Conget, que ha participado en una mesa del congreso sobre nuevas tecnologías en diabetes, subrayó que el uso de estas tecnologías, que está en un momento álgido, especialmente a partir de la financiación de algunos de estos dispositivos, está revolucionando el manejo de la enfermedad.

También hizo referencia a los avances de los trabajos que lleva a cabo el grupo de investigación de su centro. El especialista detalló que están desarrollando un algoritmo propio de páncreas artificial que mejore el control glucémico durante la ingesta y la actividad física.

Diagnóstico e intervención precoz

En este encuentro también se han proporcionado las claves para hacer frente a la inercia terapéutica. En opinión de Manel Mata, médico de familia del Centro de Atención Primaria La Mina, en Sant Adrià de Besòs, en Barcelona, subraya que es uno de los déficits principales en el manejo de la diabetes y repercute en un mal control glucémico durante periodos prolongados de tiempo.

“La existencia de inercia terapéutica en la práctica clínica supone el retraso en la intensificación del tratamiento en pacientes mal controlados, lo que se traduce en una carga glucémica negativa y en la aparición de complicaciones crónicas”, insistió el experto.

Según el especialista, la clave para mejorar el control glucémico de personas con diabetes tipo 2 está en el diagnóstico precoz y en no posponer la toma de decisiones, la frecuente realización de controles periódicos de hemoglobina glicosilada (HbA1c, por ejemplo, cada 3 meses) y la intensificación el tratamiento cuando no se consiguen los objetivos fijados inicialmente.

En el repaso de la evidencia científica disponible, recuerdan que los ensayos clínicos EDICT y VERIFY han mostrado beneficios del tratamiento combinado desde el inicio frente al tratamiento escalonado convencional.

En los estudios VERIFY y EDICT se ha evaluado la introducción de un tratamiento combinado (con dos o incluso tres antidiabéticos no insulínicos, respectivamente) desde el diagnóstico en pacientes en los que las guías proponen un abordaje escalonado (intensificar cuando fracasa el anterior escalón).