COVID-19

Desde el inicio de la pandemia y hasta finales de 2024, la Organización Mundial de la Salud (OMS) contabilizó más de 777 millones de casos confirmados de COVID-19 y más de 7 millones de muertes en 234 países. En este sentido, con el paso del tiempo y el incremento de los datos disponibles sobre las secuelas a largo plazo de la infección por SARS-CoV-2 también ha seguido ampliándose.

En un nuevo estudio, publicado en The Lancet Infectious Diseases, han analizado una consecuencia poco investigada: el aumento en las tasas de infecciones posteriores a la infección por SARS-CoV-2, incluso en personas que no requirieron hospitalización por COVID-19 ni desarrollaron secuelas posteriores, como el conocido COVID persistente.

Los investigadores llevaron a cabo un análisis en el sistema de atención médica del Departamento de Asuntos de Veteranos de Estados Unidos y observaron que las personas que se contagiaron de COVID-19 presentaban tasas elevadas de infecciones posteriores, incluso un año después del diagnóstico inicial. El estudio, basado en una comparación entre 231.899 pacientes que dieron positivo por SARS-CoV-2 y 605.014 personas que dieron negativo, evaluó los resultados de 65 pruebas de laboratorio para diversas enfermedades infecciosas.

Mayor incidencia de infecciones

Durante los 12 meses de seguimiento, los pacientes hospitalizados por COVID-19 mostraron una mayor incidencia de resultados positivos en más del 70% de las pruebas, incluso tras aplicar correcciones estadísticas por múltiples comparaciones, aseguraron en el estudio. Por su parte, quienes no requirieron hospitalización también registraron una mayor positividad en el 32% de los análisis en comparación con el grupo no infectado.

Las diferencias fueron especialmente notables en las pruebas que detectan infecciones respiratorias virales, como el rinovirus, el virus respiratorio sincitial (VRS) y la influenza A, todas confirmadas por PCR. Estos hallazgos apuntan a una posible vulnerabilidad persistente del sistema inmunológico tras la infección por COVID-19, incluso en casos leves.

Estos resultados coinciden con lo observado en otros estudios epidemiológicos anteriores a gran escala y amplían la evidencia sobre el impacto prolongado del COVID-19 en la salud.

Un análisis realizado en Estados Unidos, que incluyó a 1,7 millones de bebés hospitalizados durante el pico estacional del virus respiratorio sincitial (VRS) en 2021, mostró que aquellos con una infección previa por COVID-19 tenían una tasa significativamente más alta de contagio por VRS en comparación con los que no tenían antecedentes documentados de COVID-19. Esta diferencia fue aún más pronunciada cuando se analizaron solo los casos confirmados por laboratorio, alcanzando 1,62.

De forma similar, un estudio nacional en Dinamarca en adultos mayores de 50 años se encontró una relación entre haber tenido COVID-19 y un mayor riesgo de contraer gripe posteriormente. En este caso, el riesgo relativo de infección por influenza a partir de los 180 días posteriores al diagnóstico de COVID-19 fue de 1,24.

Sin embargo, los expertos advierten que la interpretación de estos datos debe hacerse con cautela. Durante 2020, las medidas de distanciamiento físico y otras intervenciones no farmacológicas alteraron significativamente los patrones de circulación de virus como la influenza y el VRS, provocando una caída inicial en los casos.

El repunte observado en 2021 y 2022 podría haber contribuido a las asociaciones detectadas, reflejando dinámicas poblacionales más que cambios inmunológicos individuales.

Tasas de infección exclusivas de SARS-CoV-2

Para comprobar si el aumento en las tasas de infección era exclusivo del SARS-CoV-2, los investigadores realizaron un análisis comparativo con pacientes hospitalizados por gripe. Los resultados mostraron que quienes fueron hospitalizados por COVID-19 presentaron tasas significativamente más altas de reingresos hospitalarios por cualquier causa, así como hospitalizaciones relacionadas con enfermedades infecciosas, incluyendo sepsis y pruebas positivas de urocultivos y hemocultivos, en comparación con los pacientes ingresados por gripe.

Estos hallazgos refuerzan los resultados de otro estudio previo, también realizado en el sistema de salud del Departamento de Asuntos de Veteranos de EE. UU., que ya había identificado un riesgo de mortalidad un 51% mayor por cualquier causa en el grupo de pacientes con COVID-19 frente al grupo con gripe. En conjunto, estos datos subrayan la mayor carga a largo plazo que puede representar el COVID-19 en comparación con otras infecciones respiratorias comunes.

En este sentido, uno de los principales avances del estudio actual es la identificación de tasas elevadas de infección incluso entre pacientes con cuadros leves de COVID-19 que no requirieron hospitalización. Hasta ahora, la mayoría de las investigaciones se habían centrado en personas con COVID persistente o en aquellas que necesitaron ingreso hospitalario, pero este nuevo análisis demuestra que el riesgo de infecciones posteriores también afecta a quienes cursaron la enfermedad de forma leve.

Estas asociaciones se mantuvieron incluso tras ajustar los modelos por características basales, pruebas diagnósticas realizadas a lo largo del tiempo y patrones de búsqueda de atención médica durante el seguimiento. Los resultados se suman a un análisis previo de datos del sistema de salud del Departamento de Asuntos de Veteranos (VA), que ya había identificado un mayor riesgo de enfermedades no transmisibles en pacientes no hospitalizados con COVID-19.

Entre estas complicaciones se incluían enfermedades pulmonares, hiperglucemia, diabetes, enfermedad renal y trastornos gastrointestinales, lo que refuerza la hipótesis de que el SARS-CoV-2 puede tener un impacto prolongado en la salud más allá del episodio agudo de la enfermedad.


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