CARMEN M. LÓPEZ Madrid | viernes, 03 de mayo de 2019 h |

La diabetes mellitus es la principal causa de inicio de diálisis en el mundo. A nivel global, hay mas de 400 millones de diabéticos y el 40 por ciento tendrán algún grado de nefropatía. Como explica José Luis Gorriz, jefe de Servicio de Nefrología del Hospital Clínico Universitario de Valencia y presidente de la Sociedad Valenciana de Nefrología, “el mal control glucémico y de la presión arterial, así como la obesidad u otros factores de riesgo cardiovascular favorecen el desarrollo de enfermedad renal con progresión a insuficiencia renal terminal”.

En España, la enfermedad renal diabética supone mas de la cuarta parte de los casos que inician diálisis, y este porcentaje llega a ser el 40 por ciento en Estados Unidos y mas del 60 por ciento en áreas del Sudeste asiático.

Como asegura este experto, la enfermedad renal diabética no solo presenta una elevada progresión a necesidad de diálisis, sino que además presenta un alto riesgo de acontecimientos cardiovasculares y de mortalidad. “Muchos pacientes no llegan a diálisis por mortalidad durante su enfermedad renal crónica”, apunta.

En los últimos 20 años, como recuerda Gorriz, no existían demasiadas opciones terapéuticas ni tratamientos que demostraran beneficio frente a esta enfermedad. A su juicio, la falta de evidencias y expectativas de mejora abocadas inexorablemente a la progresión de la enfermedad es un aspecto que ha condicionado la desilusión de los pacientes y la desesperación por parte de los profesionales. Actualmente, los tratamientos para prevenir la progresión renal son limitados, basándose en el control estricto de la hipertensión arterial, utilización de fármacos antihipertensivos que simultáneamente reducen la presión arterial y la proteinuria, ejerciendo un efecto nefroprotector (bloqueadores del sistema renina angiotensina aldosterona —BSRAA—), control adecuado de la glucemia en la diabetes mellitus y control de los factores de riesgo cardiovascular (dislipemia, obesidad, etc.). En los últimos 20 años, “no ha habido ningún estudio positivo que haya demostrado beneficios en la progresión renal”.

Como recuerda el nefrólogo, en 2015 se publicó el primer estudio en el que un nuevo grupo farmacológico, los inhibidores de co-transportador sodio-glucosa tipo 2 (iSGLT2) conseguían beneficios cardiovasculares mas allá del control de la glucemia —el estudio EMPA REG OUTCOME (empagliflozina): el estudio CANVAS (canagliflozina) y DECLARE (dapagliflozina)—. “Todos estos estudios tenían como objetivos primarios los acontecimientos cardiovasculares, lo que llamamos MACEs (Major Adverse Cardiovascular Events), y aunque los datos de beneficio renal eran evidentes en todos estos estudios, no formaban parte del objetivo primario”.

Hace unas semanas, Janssen ha publicado los resultados del estudio fase 3 CREDENCE, que muestran que canagliflozina reduce un 30 por ciento el riesgo de progresión a enfermedad renal terminal (ERT). “Los resultados del estudio también mostraron, dentro de sus objetivos secundarios, que este fármaco redujo el riesgo de muerte cardiovascular y hospitalización por insuficiencia cardíaca en un 31 por ciento, eventos adversos cardiovasculares mayores (MACE; que incluye infarto de miocardio no mortal (IM), accidente cerebrovascular no mortal y muerte cardiovascular) en un 20 por ciento, y el riesgo de hospitalización por insuficiencia cardíaca en un 39 por ciento)”, explica.

En definitiva, se concluye que los pacientes con diabetes tipo 2 y enfermedad renal que reciben canagliflozina tienen un riesgo significativamente menor de desarrollar insuficiencia renal y eventos cardiovasculares que aquellos tratados con placebo, con una mediana de seguimiento de 2,62 años.

“Con el estudio CREDENCE, canagliflozina ha confirmado datos previos de beneficio renal con iSGLT2, siendo el primer fármaco en demostrar beneficio en la progresión renal como end point primario del estudio”.

Gorriz apunta a que con estos tratamientos existe la oportunidad de ofrecer a los pacientes la posibilidad de prevención de la progresión renal y al menos en una gran parte retrasarla, así como de prevenir complicaciones CV. “Estamos pues ofreciendo esperanza para su problema y potencialmente mejorar su calidad de vida”, acota.