Gestión/ El Hospital Virgen de las Nieves firma un acuerdo con GSK y fijará el precio de ambrisentan en función de sus resultados

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La falta de flexibilidad del centro y de las compañías dificultaron durante dos años la adquisición por esta fórmula de fármacos oncológicos

En junio se realizará la primera evaluación de resultados, con un pull mínimo de 20 pacientes que garantizan ingresos para el laboratorio

| 2011-02-25T17:36:00+01:00 h |

E.M.C.

Madrid

Una veintena de servicios de Farmacia Hospitalaria se han interesado ya por una experiencia pionera en España, la firma del primer contrato de riesgo compartido, suscrito a finales del año pasado por el Hospital Virgen de las Nieves, en Granada, y la compañía farmacéutica GSK. Tras dos años de negociaciones fallidas con distintos laboratorios en diferentes áreas terapéuticas, el servicio de Farmacia Hospitalaria del centro, con Miguel Ángel Calleja a la cabeza, ha conseguido situar a la comunidad andaluza en el primer puesto de una carrera que introduce una nueva vía de financiación de los medicamentos.

El hospital abonará al laboratorio una suma que varíará en función de la efectividad de Volibris (ambrisentan DCI), indicado para el tratamiento de la hipertensión pulmonar, una enfermedad a la que el centro destina partidas de dos millones de euros al año como media. De este modo, apunta Calleja, se pagará por el beneficio real de los pacientes, la efectividad del tratamiento, y no por la promesa de beneficio, que determina la eficacia del fármaco.

Andalucía se adelanta así a otras comunidades como Cataluña, cuyo servicio de salud contactó a finales del año pasado con diferentes laboratorios para estudiar el desarrollo de este tipo de contratos (ver GM nº347), sobre los que existen experiencias de recorrido medio, según explica el jefe del servicio del Virgen de las Nieves, en algunos países nórdicos o Reino Unido.

“En España hemos trabajado en términos de riesgo compartido en relación a pago por volumen, a mayor cantidad, menor precio, pero este acuerdo vincula el pago a los resultados”, insiste.

El tratamiento mensual con ambrisentan tiene un coste medio por paciente de 2.000 euros. En este acuerdo concreto, el hospital se ha comprometido a evaluar los resultados a las doce semanas de comenzar el tratamiento, así como a reunir un pull mínimo de 20 pacientes. El volumen también importa, destaca Calleja, porque de este modo el hospital se compromete a que la compañía tenga unos ingresos concretos.

En la evaluación, que será realizada por un comité técnico en el que el propio proveedor validará el procedimiento utilizado, se medirán variables concretas, como el test de la marcha de los seis minutos. “Si en los ensayos clínicos se refleja que el paciente tiene que andar una cantidad de metros más después de recibir el tratamiento, hay que ver cuánto ha mejorado y, en función de eso, se abonará una cantidad mayor o menor”, matiza. Esperan que la muestra esté completa en junio.

Para el líder de este proyecto la cuestión principal no es sólo el ahorro. De esta forma, asegura, los profesionales se “obligan” a conseguir los resultados en salud de los medicamentos. La clave, insiste, es poner el acento en el seguimiento de los fármacos más que en la inclusión. “En algunas ocasiones generamos un embudo en el que si el producto no entra, no hay ingresos. Una vez que se financia, el resto es promoción. Sin embargo, con esta fórmula el fármaco se introduce desde el principio y el hospital valora los resultados, explica.

Lo importante, en su opinión es que el clínico, el gestor y el laboratorio se sientan a la mesa con un objetivo común, buscar lo mejor para el paciente, e intereses particulares legítimos: el hospital, gastar menos, el clínico, ver a sus pacientes curados, y el laboratorio, vender sus medicamentos y que el enfermo se cure.

Vencer barreras

Durante estos dos años el servicio ha trabajado intensamente en propuestas de fármacos oncológicos que no han llegado a materializarse. “O bien exigíamos mucho desde el centro, o lo hacían los laboratorios”, reconoce Calleja, que admite que ha costado mucho esfuerzo pero que, al final, lo que ha permitido que funcione es que no sea un acuerdo categórico. Se miden así los riesgos lineales, no se trata de pagar o no, sino de abonar un mínimo aunque el tratamiento no funcione de la forma esperada, matiza.

En cualquier caso, los contratos de riesgo compartido tendrán que superar muchas barreras todavía. El especialista cree que los laboratorios siguen a la expectativa con este tipo de acuerdos por el temor de que el seguimiento de los resultados de eficacia en los pacientes no sea el adecuado y el miedo a lo desconocido.

Por su parte, los clínicos también muestran una cierta cautela. De hecho, para combatir el desconocimiento inicial, el servicio de farmacia tuvo que difundir los pormenores tanto en la comisión de farmacia como en los servicios implicados y hacer frente a la información distorsionada que habían proporcionado a los médicos algunas compañías en contra de estas fórmulas de gestión. Además, concluye Calleja, “lo veían con respeto porque pensaban que en la práctica clínica, en la que se trata de poner todos los medios a nuestro alcance para que se curen, si no se alcanzan los resultados o no se está de acuerdo con ellos, el sueldo podría ser susceptible también de este tipo de evaluaciones”.

Los contratos de riesgo compartido aportan un valor añadido en la adquisión de fármacos que cumplen una serie de requisitos. Uno de ellos es su impacto económico, de ahí que la mayor parte de las propuestas se concentren en Oncología, Hematología, Reumatología o Infecciosas. El esfuerzo de seguimiento es alto y debe compensarse. Otro criterio de selección es que la variable a medir sea objetiva, que pueda cuantificarse de forma clara. Además, no deben utilizarse en un número muy alto de pacientes. La experiencia del Virgen de las Nieves se limita en la actualidad a ambrisentan, pero hay una serie de fármacos diana a los que podría ampliarse en un futuro más o menos cercano. Calleja destaca la terapia biológica en patología reumática y medicamentos oncológicos como bevacizumab, trastuzumab y rituximab. En el arsenal terapéutico frente al VIH, las miras están puestas en emicitrabina, lopinavir y efavirenz, que han incrementado su peso en la factura farmacéutica del centro en un 22, 37 y 21 por ciento respectivamente. Al igual que en algunas terapias contra la esclerosis múltiple, como palivizumab y etanercep, cuyo gasto ha aumentado en un 111 y un 31 por ciento respectivamente.