Uno de los principales objetivos del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología (SEN) es mejorar la cadena asistencial en todas las comunidades autónomas para que los pacientes afectados por un ictus reciban la mejor atención médica. En este sentido, explica Jaime Gállego Culleré, coordinador del citado grupo de estudio, “es fundamental adaptar el sistema organizativo a los tratamientos disponibles, como el trombolítico o el endovascular, creando más unidades especializadas y centros terciarios de ictus”.
A juicio de este experto, la unidad especializada ideal “debería estar ubicada en el servicio de neurología para que, sobre todo en la fase aguda de la enfermedad, se realice la evaluación clínica adecuada y se inicie el tratamiento lo antes posible”. De este modo, comenta Gállego, “se garantizaría la el acceso al tratamiento trombolítico, que permite disolver el coágulo”.
Por otro lado, Gállego señala que es clave que el tratamiento endovascular se realice en centros terciarios de ictus. “Hay determinadas situaciones complejas, como es el caso del ictus isquémico en el que es necesario extraer el trombo que ha taponado la arteria, en el que lo más aconsejable es realizar la intervención en centros de referencia. Éste sería, por tanto, el eslabón más especializado de la cadena asistencial”, afirma Gállego.
En cuanto a datos más concretos sobre cómo deberían estar organizadas las unidades especializadas en ictus, este experto señala que “la cifra ideal de camas sería que hubiera una cama de unidad de ictus por cada 75.000-100.000 habitantes”. Según Gállego, hay algunas comunidades autónomas en las que se cumple esta ratio, pero hay otras regiones que “carecen de unidades de ictus o en las cuales cada cama tiene que cubrir a más población de la recomendada”.
Más allá de la fase aguda
Por otro lado, uno de los principales y más graves riesgos de las personas que han sufrido un accidente cerebrovascular de este tipo es que el ictus se vuelva a repetir. Se estima que, en aproximadamente un tercio de los pacientes que han sufrido un ictus, éste se da de nuevo. “Por eso hay que hacer hincapié en que la atención al ictus es un continuo, no basta sólo con ofrecer la atención adecuada durante la fase aguda del mismo”, señala Gállego.
En este sentido, cobra relevancia la prevención secundaria y, también, la neurorrehabilitación. “Hay que aumentar los recursos para que podamos recuperar de la mejor forma posible al mayor número de pacientes”, comenta este experto.
Superar inequidades
Gállego pone el énfasis en que todavía existen inequidades en la atención al ictus en nuestro país. No todas las comunidades autónomas siguen los mismos protocolos. De este modo, hay pacientes que reciben una atención más adecuada en función de la región en la que se encuentran.
Para superar estas desigualdades en la atención a una patología tan importante, Gállego apuesta por que todas las comunidades estén asociadas al sistema de asistencia al ictus. “No sólo para mejorar en la prevención primaria, que es muy importante, sino también para que se activen los recursos necesarios cuando un paciente sufre un ictus”. En este sentido, “el código ictus es una manera de alertar al personal sanitario y que el centro esté debidamente organizado y disponga de los recursos asistenciales que van a garantizar el mejor trato posible”, añade este experto.
Gállego subraya que otro de los compromisos del grupo de trabajo que coordina es “divulgar entre la población qué es el ictus, cómo detectarlo, qué se puede hacer para prevenirlo, para concienciar a la población sobre esta patología”.
Además, es fundamental, a su juicio, que el neurólogo también esté comprometido con la investigación. “La investigación más básica como clínica son clave, por ejemplo, para dar con nuevas dianas terapéuticas”.