| domingo, 20 de septiembre de 2009 h |

Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’

Poco a poco, paso a paso, el círculo que han trazado médicos y sanitarios afines al PSOE se estrecha sobre Génova y la Comunidad de Madrid, y amenaza con cortar el suministro de oxígeno a sus principales dirigentes. La campaña no es nueva. Ya se adelantó aquí que la política sanitaria de los populares iba a sufrir todo tipo de ataques en feudos estratégicos como Madrid, decisivos para las elecciones generales, como así ha ocurrido. Las arremetidas han llegado de todos lados: la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (Fadsp), minoritaria en el sector, ha sido uno de los arietes, pero no el único; por el camino, han quedado retratadas otras organizaciones o entes artificiales sin peso alguno entre los profesionales, creados con el único fin de dinamitar la sanidad popular o convencer a los ciudadanos de sus maldades: la llamada Plataforma Diez Minutos, que se constituyó para agitar la atención primaria y que ya está autodisuelta merced a sus múltiples contradicciones internas, y la Red Municipal de Salud (RMS), orquestada por el Ayuntamiento de Rivas y que el pasado 24 de junio fracasó en su intento de desmontar el área única por la vía de los consistorios, son sólo dos de los ejemplos.

Pero hay más. La ofensiva contra Esperanza Aguirre, Juan José Güemes y la calle Génova se expande a nivel macro por organizaciones médicas descaradamente puestas al servicio del PSOE, y a nivel micro, a través de servicios médicos de hospitales controlados por el principal partido de la oposición en Madrid. Con ello, se persigue el doble efecto de ‘caldear’ el ambiente en los centros sanitarios para que cale en la opinión pública el mensaje de que la ’privatización’ puede tener consecuencias funestas para la asistencia. Todo ello, obviando, claro está, que en comunidades socialistas como Baleares, la autogestión de la primaria va mucho más allá del tibio proyecto final que al respecto pergeñó la Consejería de Sanidad madrileña, o que en Andalucía, también del PSOE, hay hospitales públicos regidos como si fueran empresas, bajo las riendas del Derecho Privado, y que la política de conciertos con algunas compañías privadas es, simplemente demoledora, para las arcas públicas.

En esta línea de actuación, una conocida entidad médica ha puesto en marcha toda una estrategia para servir en bandeja de plata al PSOE la Corona de la comunidad por la vía sanitaria. Como si del Medievo se tratara, dicha entidad está tejiendo toda una red de vasallajes a los que presidentes y responsables de otras organizaciones médicas más especializadas se están sometiendo voluntariamente, a cambio de privilegios y hasta derechos de pernada. Poco a poco, la red va copando sociedades científicas, colegios afines y grupos sindicales, con el objeto de envolver con todos ellos la política sanitaria popular. Mientras esto ocurre, el PP, bisoño y poco hábil a la hora de trazar estrategias similares, permanece aletargado y apenas se dedica a apagar los fuegos que le van creando los integrantes de tal movimiento telúrico. La desactivación de la RMS con la llegada a última hora de decenas de concejales de Salud populares a la Asamblea de esta organización representa el mejor ejemplo de esta forma de actuar tan poco previsora. La entidad matriz que acapara la ofensiva trata de revestir sus actuaciones de la apariencia de imparcialidad. Por tanto, no es ella la que protagoniza los ataques al PP, sino sus satélites bien aleccionados y mejor recompensados. No va pues, a pecho descubierto, ni muestra sus verdaderas intenciones, lo que sería deseable y hasta razonable, sino que oculta sus movimientos, aunque lo hace de forma tan tosca, que ha quedado ya más que retratada. De ahí su desprestigio y el de todos sus dirigentes en el sector sanitario.