LucÍa Barrera, Directora de
Gaceta Médica
| viernes, 07 de febrero de 2014 h |

La gestión clínica no es nada nuevo en la sanidad española. Allá por el año 1995 algunos centros hacían sus primeros pinitos, si bien con las transferencias sanitarias estos laboratorios de ensayo cayeron en el olvido y el desarrollo de estas herramientas pasaron a depender más de la voluntad concreta de la gerencia de los hospitales para llevarlas a cabo. Ahora las unidades de gestión clínica vuelven con más fuerza que nunca para dar un poco de aire a las maltrechas cuentas. Ha sido la primera tabla de salvación a la que han se han agarrado los profesionales ante las medidas de ajuste que proponían las diferentes administraciones, pero su implantación y desarrollo no debe verse circunscrito como solución a los problemas presupuestarios.

No eso oro todo lo que reluce. Para empezar, en las mastodónticas estructuras que suponen los grandes hospitales universitarios, muy burocratizados y con poca libertad, implantar estas fórmulas puede convertirse en una misión imposible si no se aúnan las voluntades de todos los actores implicados y para ello se necesita, por un lado, un cambio de interno de organización hacia un modelo jerárquico más horizontal que vertical y que los gestores deleguen y confíen en la capacidad de los clínicos para tomar las decisiones más eficientes —en cuanto a garantizar la calidad asistencial con menor coste—.

La otra pata para llegar a la gobernanza clínica es contar con un marco legal común que dé la suficiente autonomía a los centros para desarrollarla y que establezca de una vez por todas mecanismos de incentivación para que los resultados sean una variable a tener en cuenta en las retribuciones, así como unos indicadores claros que permitan medir los resultados. Estos cimientos deben ser comunes y manar de las directrices que marque el Ministerio de Sanidad, fruto de los acuerdos que se están fraguando en el seno del Foro de la Profesión. Volver a empezar la casa por el tejado como están haciendo por su cuenta y riesgo algunas comunidades no augura una construcción estable para la gestión clínica dentro del SNS.