Recientemente se han identificado algunos biomarcadores de interés en la predicción del riesgo de rechazo y evolución clínica del injerto, mientras que otros reflejan la respuesta personal al tratamiento. Fue uno de los temas centrales del 12º Congreso de la Sociedad Catalana de Trasplante, recién celebrado en Barcelona. “Es de esperar que un solo biomarcador no sea suficiente para reflejar todas las complejidades asociadas al trasplante de un órgano y que, por tanto, sea necesario un panel formado por diferentes biomarcadores para poder determinar las terapias a seguir en la práctica clínica y prevenir los efectos adversos asociados a los fármacos, mejorar la eficacia de los tratamientos y la calidad de vida de los pacientes trasplantados”, declara Mercé Brunet, secretaria de la SCT y jefe de Sección de Farmacología del Centro de Diagnóstico Biomédico del Hospital Clinic de Barcelona.
En la actualidad, la dosificación de los fármacos inmunosupresores se basa en la aparición de efectos adversos y en el análisis de las concentraciones de los fármacos en sangre periférica, con el objetivo de alcanzar unas concentraciones diana establecidas. Sin embargo, en un número considerable de pacientes se alcanzan grados de inmunosupresión en exceso o insuficientes, y por lo tanto son necesarias nuevas estrategias que permitan prevenir estas situaciones mediante una inmunosupresión más personalizada.
Entre las principales consecuencias de la inmunosupresión excesiva destacan las infecciones oportunistas y el cáncer, ambas más frecuentes en personas trasplantadas que en población general. Según afirma Emilio Ramos, vocal de la SCT y miembro de la Unidad de Trasplante Hepático del Hospital Universitario de Bellvitge de Barcelona, “la principal razón para esta situación se encuentra en el obligado tratamiento con medicación inmunosupresora, que disminuye la capacidad de respuesta del organismo frente a las células tumorales y que, además, tiene una acción oncogénica directa”.
Este especialista explica que existen otras situaciones que contribuyen a la aparición más frecuente de cáncer en pacientes trasplantados (como el envejecimiento de los receptores, la presencia de virus adquiridos durante el trasplante o que se reactivan a partir de una infección anterior, o tumores prexistentes que puedan progresar más rápidamente tras el trasplante). Ahora bien, asegura que raramente las células tumorales pueden ser transmitidas con el órgano implantado.
Además, explicó que la incidencia de tumores varía dependiendo del tipo de trasplante. “Globalmente, la incidencia de tumores es mayor entre los trasplantados de órganos torácicos: los receptores de pulmón presentan la mayor incidencia, seguidos de los de corazón, hígado y finalmente riñón”.
Por último, Ramos destaca la importancia del hábito tabáquico previo al trasplante, que puede explicar una mayor incidencia de tumores esofágicos, colorrectales, de vejiga urinaria y de laringe.