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La farmacogenética protagonizó la sexta edición del Congreso Nacional de la Asociación Española de Psiquiatría Privada (Asepp) el pasado 10 de mayo en Sitges. Víctor Pérez, psiquiatra del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona, explicó que estudios de concordancia llevados a cabo con gemelos monocigóticos han demostrado que alrededor del 50 por ciento de las enfermedades cerebrales, desde el autismo a la esquizofrenia, tienen una causa genética y la farmacogenética está modificando muchos de los conocimientos surgidos durante los últimos 30 años.
El eje central de los estudios farmacogenéticos son los llamados polimorfismos de un solo nucleótido (SNP), que constituyen la variación genética más sencilla y más corriente. Pérez informó que se han identificado cerca de 10 millones de SNP de distribución relativamente homogénea en el cuerpo humano. La frecuencia varía en función de la distribución geográfica y parece ser que estos polimorfismos no guardan relación con una determinada función fisiopatológica, pero determina la susceptibilidad a determinadas enfermedades.
En base a los resultados farmacogenéticos, añadió, se puede establecer la respuesta a los tratamientos, el efecto de los nutrientes y otras sustancias de exposición atmosférica. Pérez citó una decena de estudios de susceptibilidad genética hacia los fármacos que han servido para determinar variaciones farmacocinéticas, inhibidores o inductores ambientales de los citocromos, polimorfismos y concentraciones plasmáticas.
El ponente recordó que dosis ajustadas en función de los polimorfismos identificados permiten mejorar la eficacia de los fármacos en un 15 por ciento y prevenir los efectos adversos en un 20 por ciento. Aunque no hay datos útiles con respecto a la idoneidad de determinadas combinaciones o precisiones en la respuesta de los fármacos, la farmacoterapia ya permite saber si una monoterapia funcionará a corto o a largo plazo y en qué grupos étnicos dará mejores mejores resultados. Los datos que se pueden obtener, insistió, no son muchos, pero sí importantes y suministrados por tests sencillos, duraderos y fiables. Estos test, afirmó, identifican polimorfismos funcionales de los CYP y, si bien solo han evidenciado una capacidad predictiva de éxito en cáncer, se necesitan más estudios en otras enfermedades, incluyendo las psíquicas. Reconoció que no son pruebas baratas, aunque pueden rebajar costes en la medida en que eviten tratamientos innecesarios o contraproducentes. Pérez acabó resolviendo que los test farmacogenéticos no son suficientes, aunque sí necesarios, y se despidió con una cita de Franz Kafka: “Es fácil escribir recetas, pero es difícil entenderse con la gente”.
Experiencia clínica
María Inés López-Ibor, investigadora del Instituto de Investigaciones Neuropsiquiátricas López-Ibor, se centró en el papel de la farmacogenética en psiquiatría. Recordó que en 1959 Vogel y Motulsky caracterizaron la farmacogenética como una disciplina encargada de estudiar la variabilidad interindividual a los fármacos, relacionando las secuenciaciones de ADN con la respuesta, y que los pocos estudios llevados a cabo han pretendido dilucidar la influencia de los polimorfismos en la eficacia de los tratamientos, la predicción de efectos secundarios y la profundización en el conocimiento fisiopatológico de los trastornos.
Estos estudios han servido, cuando menos, para relacionar determinados perfiles metabólicos con la respuesta de los tratamientos. Recordó López-Ibor que la psicofarmacología se ha centrado hasta ahora en tres ejes: la dopamina (responsable del placer, la atención y las motivaciones), la norepinefrina (alerta y ansiedad) y la serotonina (obsesiones y compulsiones). Y reconoció que un 30-50 por ciento de los pacientes psiquiátricos tratados no responden al tratamiento administrado, que un 30-60 por ciento experimenta efectos adversos importantes y que los trastornos psiquiátricos son el segundo grupo de enfermedades más costosas para el sistema sanitario, absorbiendo un 12 por ciento del presupuesto y un 3-4 por ciento del PIB. Además, un 60 por ciento de los pacientes no alcanza la respuesta completa que se pretende conseguir, los factores genéticos determinan hasta un 50 por ciento de los fracasos terapéuticos, solo una tercera parte de los pacientes responde bien al primer tratamiento administrado y dos terceras partes percibe mejoras después de haber probado hasta cuatro fármacos diferentes.
Los datos farmacogenéticos implican muy directamente al citocromo P450, relacionándolo con el metabolismo de los fármacos en el cuerpo humano y con los mecanismos de activación y degradación. López-Ibor citó estudios llevados a cabo con variaciones de CYP2D6 que han sido validadas en unos 70 fármacos, permitiendo caracterizar pacientes con buena o mala respuesta y destacando hasta 23 sustancias que según la FDA resultan inadecuados en metabolizadores lentos (7 por ciento de los caucásicos). Aceptó que los test no son precisamente baratos, pero recordó que en Estados Unidos las reacciones adversas tienen cada año un coste de 4.000 millones de dólares, siendo responsables del 5 por ciento de las admisiones hospitalarias, con una estancia media de dos días y un coste de 2.500 dólares por paciente. Por si esto fuera poco, anunció que cada año mueren en Estados Unidos 100.000 pacientes por efectos adversos relacionados con la administración de fármacos. En España, se habla de 80.000 ingresos hospitalarios por año y de 1.800 muertos (una cifra equivalente a la de los accidentes de tráfico). Mediante test farmacogenéticos, aseguró, se pueden prevenir un 20 por ciento de los efectos adversos, mejorar la respuesta terapéutica en un 40 por ciento y, aún así, quedaría un 30 por ciento de pacientes en los que no habría manera de conseguir una mejora satisfactoria.
López-Ibor planteó un algoritmo farmaco-genómico partiendo de un estudio piloto de 2012 que sirvió para presentar el test Neurofarmagen de Almirall en cuatro modalidades: Core, Depresión, Epilepsia y TDAH. Informó que este test ha evaluado ya un total de 47 psicofármacos y ha detectado un total de 98 variaciones genéticas por parte de 54 genes diferentes. El propósito, explicó, no es otro que vislumbrar el comportamiento de un determinado fármaco en un determinado paciente antes de comenzar el tratamiento, identificar a los pacientes que no responden bien, que no toleran el fármaco y determinar las dosis más adecuadas y seguras. Ilustró además cómo se administra el test, partiendo de un consentimiento informado y de una muestra de 1 ml. de saliva que no precisa de conservación en frío. El test codifica la muestra y permite estudiar 35-47 fármacos en 7-10 días. Después se emite un informe con el resultado y una serie de recomendaciones.
Los test permiten mejorar la eficacia en un 15% y prevenir un 20% de los efectos adversos
Neurofarmagen evalua 47 psicofármaco, en los que ha detectado 98 variaciones en 54 genes