En pleno debate nacional acerca de la financiación y el acceso a los nuevos tratamientos para la hepatitis C, la Jornada ‘Avances en la prevención y tratamiento de virosis con una gran carga de enfermedad’, celebrada en la Real Academia Nacional de Medicina (RANM), ha virado el foco del dinero a los pacientes, los verdaderos protagonistas del sistema. Así, José Luis Calleja, médico adjunto del Servicio de Gastroenterología y Hepatología del Hospital Universitario Puerta de Hierro, comenzó su exposición hablando de los casi 170.000 millones de infectados por el virus de la hepatitis C (VHC) en el mundo.
En España, al no existir estudios poblacionales, se estima que la cifra ronda los 500.000, si bien un porcentaje importante de ellos no están diagnosticados. Un problema importante teniendo en cuenta que, como destacó Calleja, “el VHC es la principal causa de muerte por infección en nuestro país”. De ahí que tanto Calleja como los otros ponentes de la mesa —María José Devesa, jefa de la Unidad de Hígado del Servicio de Aparato Digestivo del Clínico de Madrid, y Javier Crespo, jefe del Servicio de Digestivo del Marqués de Valdecilla— volvieran a pedir un Plan Nacional de cribado de, al menos, aquellas personas que tienen ahora entre 49 y 69 años.
Para justificar su petición, Calleja volvió a presentar los resultados del exitoso plan escocés que, solo con la introducción de estrategias de prevención y de acceso a tratamientos, logró en seis años reducir de manera importante la prevalencia de infección por VHC en el país. Unos datos de éxito porque los fármacos que ya están en el mercado (sofosbuvir y simeprevir) y mucho más los que están por venir (combinaciones de sofosbuvir y ledivaspir en una sola pastilla o nuevas triples terapias) tienen cifras de curación que superan el 90 por ciento y que, en algunos casos, llegan incluso al cien por cien.Y lo mejor de todo es que estos fármacos no solo ofrecen buenos resultados en pacientes naïve o en estadios F1 o F2 de fibrosis hepática, sino que incluso han demostrado eficacia en pacientes cirróticos —en algunas cohortes tienen incluso una mortalidad menor— o postrasplantados. “Hasta lo que sabemos, cuatro años de seguimiento, ningún paciente ha presentado recidiva”, destacó Calleja.
Beneficios clínicos
Más allá de los beneficios económicos de los que tanto se oye hablar en estos días, el tratamiento con estos fármacos es recomendable por los beneficios clínicos en sí mismos, porque “negativizan permanentemente la viremia y eliminan completamente el VHC del ARN, porque la enfermedad se detiene y no progresa y, en algunos casos, incluso revierte la fibrosis”, enfatizó Calleja, quien continuó destacando que evitan la descompensación, los trasplantes y el desarrollo de hepatocarcinomas. Pero no solo ofrecen ventajas a nivel hepático, ya que “curar” el hígado evita la crioglobulinemia, la porfiria cutánea, el posible desarrollo de resistencia a la insulina y el riesgo cardiovascular. “Los pacientes que se curan se mueren menos de insuficiencia renal o ictus”, remarcó este profesional.
Para finalizar, Crespo instó a pasar “de una sociedad embudo a una sociedad cilindro”, de una sociedad con muchos infectados de los que se detectan unos pocos de los que solo se trata a una parte a una sociedad en la que se detecta a todos los pacientes, que son entonces tratados con “el mejor tratamiento posible”, es decir, con terapias simplificadas, de corta duración y sin interferón.