| viernes, 17 de diciembre de 2010 h |

Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’

Aprovechándose de la indolencia, y de la complicidad ideológica y hasta pecuniaria de algunas organizaciones profesionales, el Ministerio de Sanidad se mantiene en sus trece de no hacer absolutamente nada en materia de recursos humanos. El balance desde 2004 hasta ahora es aterrador, y leyes clave como la de Ordenación de las Profesiones Sanitarias apenas han tenido recorrido desde su aprobación en la época del PP. Pero lo peor de todo es que el escenario para el año y tres meses que resta de legislatura es, si cabe, igual de negro. No sólo por la falta de proyectos atractivos, por la desincentivación profesional provocada por un tijeretazo sobre los salarios cuyos efectos se sienten ahora especialmente con el cobro de la paga de Navidad, o por la paralización en media España de la carrera profesional ante la dramática situación económica de las consejerías. El discurso que Leire Pajín ofreció a los parlamentarios durante su primera comparecencia como ministra ante la Comisión de Sanidad del Congreso de los Diputados es elocuente de que la política que ha aplicado y desea seguir aplicando el Ministerio en esta materia se basa en el principio de que lo mejor es no moverse, porque si te mueves corres el riesgo de que alguien te dé en la cabeza. Vamos, la no política.

La particular hoja de ruta de Sanidad en materia de personal es fácilmente destripable. Prometió Pajín, por ejemplo, mantener un diálogo fluido con los agentes médicos “para desarrollar todas aquellas medidas que se consideren necesarias en la mejora de su actividad y desempeño profesional en el SNS”. Un brindis al sol y un insulto a la inteligencia de los médicos, que han visto esquilmadas sus carteras por la imprevisión económica del Gobierno ante la insólita pasividad de sus representantes. Como hiciera Trinidad Jiménez y antes que ella Bernat Soria y Elena Salgado, la nueva ministra también volvió a esgrimir como estandarte el estudio de necesidades de profesionales médicos y el Registro de Profesionales. Afortunadamente, las hemerotecas existen, y nos recuerdan que la propia Salgado alcanzó un acuerdo con la Organización Médica Colegial (OMS) para elaborar tal registro. ¿Dónde está? A tenor de lo anunciado por la nueva ministra, duerme el sueño de los justos. ¿Qué planificación se está haciendo a la vista de tales carencias? ¿Por qué no se ha hecho nada de nada en esta área? En dos palabras: de vergüenza.

Anunció también Pajín la reforma de la troncalidad, aunque hay que confiar en que con ello no se vuelva a encender la ira de las especialidades médicas, después de unos primeros borradores que no podían ser más chapuceros y nefastos para la profesión.

En Enfermería, poco más se avanza al margen de la prescripción enfermera que las comunidades quieren ahora revisar, y el desarrollo de algunas especialidades. Y de la Mesa Estatal Sectorial de Sanidad, para qué hablar, cuando las competencias en recursos humanos residen en las autonomías. ¿De qué servirá lo que allí se debata con las centrales sindicales, cuando las federaciones autonómicas tienen todo el poder para negociar en el ámbito de sus respectivos territorios? Desgraciadamente, el nuevo órgano servirá tan poco como el fallido Foro Marco para el Diálogo Social: un corro de la patata diseñado única y exclusivamente para contentar a algunos sindicatos, que pasó varios años sin convocarse ni una sola vez. Sería bueno que Fernando Puig de la Bellacasa, subsecretario en la época de Elena Salgado, dijera ahora qué le parece lo ocurrido con este foro al que tanto ensalzaba en sus célebres réplicas a los periodistas. El tiempo confirmó que era un puro chiste.