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La definición de resecabilidad es la base de la estrategia del tratamiento de los tumores de cabeza y cuello. Ahora bien, es un término complejo que cambia en función de la experiencia del equipo quirúrgico, del centro y del tiempo. El límite de la resecabilidad es una “zona de duda”, como valoró Miguel Pastor, del Servicio de Oncología Médica del Hospital La Fe de Valencia, durante un debate sobre controversias entre el tratamiento de tumores localmente avanzados, en el II Congreso Nacional de la Sociedad Española de Cabeza y Cuello (Secyc) celebrado en Barcelona.
Finalmente la decisión la toma el comité de tumores, y decisiones equivocadas pueden dar lugar a tratamientos quirúrgicos inadecuados, en los que el tratamiento adyuvante por cirugía se convierte en una terapia de rescate; así como la pérdida de oportunidad de un paciente que queda excluido.
Los estudios clínicos comparativos podrían dar respuesta, pero en muchas ocasiones están invalidados por su metodología, ya que no diferencian entre tumores resecables y no resecables, y la mayoría son retrospectivos y no aleatorios. Además, el sistema de clasificación TNM no facilita la toma de decisiones, pues, como puntualiza Pastor, “este sistema clasifica a los pacientes con clara diferenciación pronóstica, pero no aporta verdaderas indicaciones terapéuticas”.
Esta situación, sumada a la variación del concepto en el tiempo con los avances de la cirugía y las posibilidades reconstructivas, hace que sea difícil definirlo.
Según matiza el experto, la contraindicación absoluta de la cirugía sí la puede determinar el TNM, “pero aún así en algunas situaciones equipos quirúrgicos potentes pueden llegar a la extirpación de lesiones que podrían tener afectación de base de cráneo, con la colaboración de neurocirugía”.
Por otro lado, puntualiza que un tratamiento conservador debe mantener las opciones de curación y disminuir las secuelas funcionales. Así, subraya que en la conservación del órgano, además de mantener la integridad anatómica, lo más importante es conservar las funciones propias de la zona, como la fonación, deglución, oclusión oral o la masticación.
A su juicio, el enfoque interdisciplinar es fundamental en el planteamiento del esquema terapéutico, y “sería imprescindible recoger los resultados funcionales a largo plazo, así como llevar a cabo estudios bien diseñados”.
En el caso concreto de los tumores de orofaringe, las complicaciones posquirúrgicas generan la recomendación de tratamientos conservadores sin cirugía, incluso en estadios iniciales. La radioterapia se administra con quimioterapia concomitante, “y cabe la quimioterapia neoadyuvante aunque esta estrategia está aún puesta en cuestión”, explica Pastor. La presencia del VPH también determina la decisión, ya que son tumores más quimiosensibles que obtienen mayor beneficio de la QT/RT concomitante.