“La interleuquina 17A es la diana terapéutica por excelencia en psoriasis”. Esta afirmación es la que abre el campo para la segunda generación de las terapias biológicas, que vienen pisando fuerte. Y es que las primeras terapias biológicas cambiaron la vida tanto de los pacientes como de los dermatólogos, dado que antes no había tratamiento para muchos de ellos, pero su tasa de respuesta (situada en el 50 por ciento) y los fracasos secundarios por inmunogenicidad (10-20 por ciento) sumado a la seguridad a la largo plazo, ponía de manifiesto la necesidad de una evolución.
“La piedra filosofal de la patogenia de la enfermedad está en un subgrupo de linfocitos, los Th17, que son los productores de la interleuquina 17A (IL-17A)”, aseveró Pedro Herranz, jefe de Sección de Dermatología del Hospital Universitario La Paz. En este sentido, y coincidiendo con la celebración en Londres del Congreso ‘Psoriasis de la Genética a la Clínica’, se daban a conocer los resultados preliminares del estudio en fase III Clear, un estudio best to best, que compara secukinumab, un inhibidor de la IL-17 A desarrollado por Novartis, con ustekinumab, un biológico de primera generación comercializado por Janssen. Secukinumab ha conseguido su objetivo primario de alcanzar un PASI 90, que representa un aclaramiento total o casi total de la piel en la semana 16, demostrando así su superioridad frente a ustekinumab. El fármaco ya había mostrado buenos resultados en el estudio Fixture, que lo comparaba frente a etanercept, otro biológico comercializado por Wyeth.
“Son resultados preliminares pero que el fármaco haya demostrado superioridad en semana 16 alcanzando PASI 90 es importante”, subraya Herranz haciendo hincapié en que el fármaco muestra también datos de eficacia en artritis psoriásica. A esto se suma el incremento en la calidad de vida, un perfil de inmunogenicidad muy bajo —por la escasa producción de anticuerpos que se ha detectado—, y buenos resultados en seguridad. “Hoy estamos en un 2.0 de los fármacos biológicos”, añadió David Moreno, director de la Unidad de Gestión Clínica de Dermatología Médico-Quirúrgica del Hospital Universitario Virgen de la Macarena.
En este punto, José Manuel Carrascosa, del Hospital Universitario Germans Trias i Pujol, puso el acento en que con los biológicos de primera generación, cada año entre un 10-15 por ciento de los pacientes pierden respuesta al tratamiento, algunos de ellos por generación de anticuerpos al fármaco. “Los últimos estudios muestran una inmunogenicidad relativamente baja en la nueva generación, por lo que parece que se garantiza el tratamiento a largo plazo”, señaló.
Comorbilidades
El tratamiento de la psoriasis no sólo se circunscribe al blanqueamiento de las lesiones, sino que un buen control de la enfermedad también mejora las comorbilidades asociadas, si bien aún se desconoce en qué medida. “No podemos asegurar que los pacientes tratados con biológicos vayan a tener menos infartos porque para ello necesitamos cohortes muy amplias seguidas durante mucho tiempo. De aquí a diez años quizás tengamos datos suficientes”, subrayó Carrascosa.
Y es que las estadísticas demuestran que los pacientes con psoriasis tienen un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares. De hecho, durante el congreso hubo una presentación danesa en la que, mediante tomografía computerizada se mostraba cómo estos pacientes tenían una mayor incidencia de calcificación de las arterias coronarias con respecto a pacientes con otras enfermedades inflamatorias crónicas de la piel como dermatitis atópica. Otro estudio de la Universidad de Hamburgo encontró que los pacientes psoriásicos tenían más riesgo de tener síndrome metabólico, obesidad y diabetes que otros pacientes con patologías inflamatorias de la piel. “Es muy importante que los clínicos tomemos conciencia de ello y que incluyamos en las recomendaciones terapéuticas no sólo el tratamiento, sino también la regulación de los hábitos saludables (la eficacia de los fármacos es mucho mayor si se pierde peso, por ejemplo)”, comentó Carrascosa, al tiempo que hacía alusión a un trabajo canadiense en el que se refleja cómo la falta de sueño inflama y provoca una elevación de la interleuquina 17A.
Origen y genética
Respecto a los avances en el conocimiento del origen de la patología que se presentaron durante el congreso, Carrascosa destacó una investigación que muestra que los microorganismos comensales que se alojan en la piel de los pacientes con psoriasis son diferentes a los del resto.
La genética protagonizó varias de las presentaciones, ya que los GWAS permiten comparar mapas genéticos y se ha encontrado que determinadas poblaciones se asocian con determinados grupos de formas de psoriasis, lo que podría ayudar a predecir la respuesta al tratamiento. “Si estas técnicas se hicieran más accesibles y baratas podríamos predecir antes de empezar con cualquier tratamiento cuál va a ser el camino ideal”, comentó el especialista del Germans Trias i Pujol. Así, por ejemplo se ha encontrado que las mutaciones de la interleucina 36 pueden ser un marcador para las formas pustulosas de la enfermedad, el gen CARD14 para formas palmoplantares y se ha visto que algunos pacientes con polimorfismos HLA-Cw6 responden mejor a la terapia biológica.
Desde el descubrimiento de la IL-17A ha cambiado el conocimiento de la psoriasis. Los niveles de concentración que se han detectado de esta interleuquina en la piel de los pacientes con psoriasis son hasta seis veces superiores a los de la piel no psoriásica. Las investigaciones determinan que IL-17A da indicaciones a las células cutáneas y al sistema inmune dando lugar a los síntomas característicos de la enfermedad. Secukinumab es un anticuerpo monoclonal humano que se une selectivamente a la IL-17A y neutraliza su actividad. Después del informe positivo del CHMP se prevé que la EMA dé el visto bueno al fármaco a principios de año. Tras esto, habrá que esperar a que llegue a España.