c.o. Barcelona | viernes, 15 de junio de 2012 h |

La demostración de que el cáncer de próstata diseminado es hormonodependiente le valió el Premio Nobel a Charles Brenton Huggings en 1966. Ahora bien, surgió entre la comunidad médica urológica la creencia de que administrar testosterona podría producir cáncer de próstata, puesto que, en sentido contrario, si se retira o disminuye esta hormona de los hombres con cáncer de próstata avanzado y metastásico mejora su calidad de vida y su supervivencia.

“A lo largo de los años esta deducción simple ha generado reticencias a utilizar terapia basada en testosterona por su relación con la próstata”, explica a GM Manuel Martín Morales, médico adjunto de la Unidad de Gestión Clínica de Urología y responsable de la Unidad de Medicina Sexual del Hospital Carlos Haya de Málaga.

En este escenario, el experto ha presentado en el congreso de la Asociación Española de Urología (AEU) el estudio Rhyme, que se inició en mayo de 2009 y finalizó el reclutamiento en diciembre de 2011, con 1.000 varones diagnosticados de hipogonadismo. Se realizará un seguimiento de dos años y se espera contar con resultados para el primer trimestre de 2014.

Como señaló Martín, el objetivo primario del estudio es evaluar el impacto del tratamiento con testosterona en la incidencia del cáncer de próstata y en la salud prostática, en cuanto a sintomatología del tracto urinario interior. El objetivo secundario pasa por comparar los sujetos que reciben testosterona con los no tratados en lo referente a variables de salud general.

Así, el urólogo puntualiza que se ha comprobado que los hombres con niveles bajos de testosterona viven menos que los que tienen niveles normales, y que la hormona masculina no sólo influye en el deseo y la capacidad sexual, sino que ejerce funciones sobre la densidad del hueso, la masa y la fuerza muscular, el metabolismo de las grasas, o el aumento de producción de glóbulos rojos.

Trabajo longitudinal

El estudio es longitudinal, a los pacientes diagnosticados de hipogonadismo se les ofrece entrar en el registro y durante dos años se compararán las variables de los sujetos tratados con los que no han recibido terapia con testosterona. De hecho, el registro también analizará las causas por las que hay pacientes que no se tratan. “A su vez, este grupo de 1.000 sujetos se compara con el estudio europeo de cribado de cáncer de próstata que lleva desde el año 1993 en marcha, que tiene casi 20.000 pacientes incluidos”, añadió Martín.

El experto hizo hincapié en que se debe derribar el “mito” que se estableció al vincular la testosterona con el cáncer. “Nada más lejos de la realidad. Es más, si la testosterona produjese cáncer de próstata, habría un pico de incidencia a partir de los 30 años, que es cuando los varones alcanzan un mayor nivel de la hormona”.

Además, añadió que a pacientes diagnosticados de cáncer de próstata que tienen síntomas muy severos de hipogonadismo se les puede administrar testosterona sin que eso cambie la evolución del tumor. Y que a sujetos curados del cáncer se les puede tratar con la hormona sin consecuencias en su pronóstico.