CECILIA OSSORIO Env. esp. a Estocolmo (Suecia) | miércoles, 16 de abril de 2014 h |

El 90 por ciento de los casos con cáncer de próstata avanzado, resistente a castración (CPRC), desarrollan metástasis óseas, que no sólo vienen ligadas a dolor incapacitante y a mayor riesgo de los denominados eventos relacionados con el esqueleto —principalmente fracturas y compresión medular—, sino que son la principal causa de muerte de estos pacientes.

De ahí que los expertos destaquen la importancia de contar, tras muchos años con radioisótopos que incrementaban en gran medida la toxicidad, con uno que, al estar formado por partículas alfa, “es capaz de destruir las células tumorales en el sitio específico sin dañar el tejido sano adyacente y generando por tanto pocos efectos adversos”, según comenta José Ramón Germà Lluch, director científico y jefe del Servicio de Oncología del Instituto Catalán de Oncología (ICO).

Ya aprobado por la Agencia Europea del Medicamento en pacientes con CPRC y metástasis óseas sintomáticas, así como sin metástasis viscerales, dicloruro de radio-223, un tratamiento desarrollado por Bayer comercializado como Xofigo, ha demostrado en datos actualizados del estudio fase III Alsympca a tres años de seguimiento la ventaja de 3,6 meses de supervivencia global (SG) comparado con placebo.

Retraso hasta el primer evento óseo

Según presentó Kurt Miller, jefe del Departamento de Urología de la Clínica Universitaria Charité (Berlín), durante el 29º Congreso Anual de la Asociación Europea de Urología, celebrado en Estocolmo, los nuevos datos revelan un 30 por ciento de reducción del riesgo de muerte con este tratamiento que mimetiza la acción del calcio frente a placebo —supervivencia global media de 14,9 y 11,3 meses, respectivamente—, en ambos casos acompañados del mejor estándar de cuidado, y se aumenta en 5,8 meses el tiempo hasta el primer evento esqueletal —por tanto, también se retrasa la necesidad de opioides para manejar el dolor—.

Además, se ha estudiado el efecto de la terapia sobre los niveles de fosfatasa alcalina (ALP) y el antígeno prostático específico (PSA), analizados cada cuatro semanas hasta la semana 24, y después durante las visitas de seguimiento en un periodo superior a tres años.

En concreto, radio-223 redujo un 32 por ciento los niveles basales de ALP, lo que se asoció a una supervivencia global superior (17,8 meses) en comparación con los pacientes que, recibiendo el fármaco, no experimentaron esa disminución (10,4 meses).

Recalcificación del hueso

En este sentido, Germà Lluch explica que, en un primer momento tras administrar la terapia, además de disminuir el PSA, aumentan las fosfatasas alcalinas debido a que se produce una recalcificación adecuada del hueso. “Primero se produce esa elevación, y cuando se ha producido la buena respuesta al fármaco, empiezan a descender por debajo de las cifras iniciales”, aclara el experto. ALP se convierte así en un “signo indirecto de buena respuesta al tratamiento”.

Al comprobar que radio-223 permite retrasar en 3,6 meses la progresión de ALP, y en 0,2 meses la de PSA, Miller señala que la fosfatasa alcalina podría estudiarse como marcador de respuesta, mientras que el impacto en el PSA es “relativamente modesto” como marcador en este caso.

Más allá de los efectos sobre estos marcadores, los expertos inciden en la importancia del resultado, que se traduce en mayor supervivencia y tiempo libre de sintomatología. “El biomarcador más importante debería ser el dolor”, remarcaba a este respecto Joe O’Sullivan, profesor de Oncología Radioterápica en la Universidad Queen’s de Belfast. Insistiendo en el hecho de que se está cambiando la historia natural de la enfermedad, confía en futuras combinaciones de nuevas terapias, posibles gracias a la menor toxicidad de los nuevos radioisótopos.

En términos de farmacología, O’Sullivan indica que radio-223 no requiere ajuste de dosis en pacientes con daño renal de medio a moderado, y que, tras cuatro horas de la inyección, la radioactividad en hueso es del 61 por ciento, del 49 por ciento en intestino delgado y del 4 por ciento en sangre. El 63 por ciento es excretado por el organismo en menos de siete días.

Un estudio presentado durante el Congreso de la EAU demuestra por primera vez un aspecto curioso que abre la puerta a investigar sobre el papel del grupo sanguíneo de los pacientes en la susceptibilidad a sufrir recidivas en cáncer de próstas después de prostatectomía radical. Una cirugía que, a pesar de obtener muy buenos resultados, no libra a aproximadamente un 30 por ciento de los pacientes de sufrir recurrencia bioquímica, medida por el aumento en los niveles de PSA durante el periodo de seguimiento a largo plazo. Según el trabajo liderado por Yoshio Ohno, de la Universidad Médica de Tokyo, en los pacientes pertenecientes al grupo sanguíneo O este riesgo es significativamente menor. Su equipo lo ha concluido tras analizar 555 pacientes con cáncer de próstata localizado que fueron sometidos a intervención quirúrgica entre 2004 y 2010. Tras un seguimiento de 52 meses, han comprobado que los pacientes del grupo O son menos propensos a sufrir progresión del tumor que aquellos del grupo A. Evidentemente son necesarios estudios que confirmen estos resultados, pero Per-Anders Abrahamsson , secretario general de la EAU, los valora positivamente puesto que los grupos sanguíneos ya se habían asociado con la incidencia de cáncer de próstata,y ahora “podrían vincularse con el resultado del tratamiento”.