En 1998, Thomson obtuvo la primera línea de células madre embrionarias humanas. Un descubrimiento que disparó las expectativas en las posibilidades de la terapia celular, pero que hoy, 17 años más tarde —estando la media de investigación en tratamientos en unos 15 años—, todavía está lejos de ser aquello que se imaginó. En 2015, estos prometedores tratamientos solo se utilizan en pacientes en ensayos clínicos o, previo permiso, por uso compasivo. De los posibles porqués de esta situación ha hablado Damián García, jefe del Departamento de Cirugía de IDC Salud, en la 10ª Reunión Internacional sobre Investigación Traslacional y Medicina Personalizada, celebrada el pasado jueves en la Fundación Jiménez Díaz (FJD).
Fuera de toda duda que estos tratamientos funcionan en el laboratorio, el problema llega a la hora de los ensayos clínicos porque, aunque hay en marcha actualmente 500 estudios con células no hematopoyéticas en el mundo, solo 205 han llegado a fase III y, de ellos, “solo 15 o 20 se refieren realmente a terapias más innovadoras, diferentes de la realidad hematopoyética”, destaca este cirujano e investigador, que subraya además que solo seis o siete han conseguido terminar esta fase, pero “ninguno bien”. Y es que la realidad, ha enfatizado García, es que “toda la investigación traslacional en estas terapias tiene un excelente perfil de seguridad, pero no son estadísticamente superiores a otros tratamientos actuales”.
Pero, ¿por qué estos “malos” resultados? En opinión de este experto, principalmente por varios motivos. En primer lugar, se comenzaron a administrar estas terapias sin tener en cuenta cuál era la mejor ruta de administración farmacológica, un aspecto que puede hacer variar el comportamiento del fármaco en el organismo y en el que, ahora sí, ya existen estudios sobre todo en el campo de la cardiología. En segundo lugar, se comenzó con dosis intuitivas regidas la mayoría de las veces por la máxima de “cuantas más células, mejor”, una creencia que ahora se ha mostrado errónea. “En estudios de curva, se ha demostrado que, a partir de una cierta cantidad, el efecto es menor porque las células compiten entre ellas”, ha señalado.
Asimismo, tampoco se ha estudiado bien ni la farmacocinética ni la farmacodistribución de estas células ni se ha analizado el tiempo que permanece este producto terapéutico en el organismo. Datos que ahora sí están en estudio y que, con ayuda de la ingeniería celular, persiguen conseguir una “célula 2.0” como la define este especialista, es decir, una célula con sus capacidades inmunomoduladoras y antiinflamatorias potenciadas y capaz de “seguir órdenes” para adherirse al lugar exacto.
Más allá de la teoría, también se expusieron ejemplos del uso experimental de la terapia celular en anemia de Fanconi, epidermolisis bullosa distrófica (EBD) y oncología infantil. En el primero de los ejemplos, Juan Antonio Bueren, jefe de la División de Terapias Innovadoras Hematopoyéticas del Ciemat, destacó el uso actual de vectores lentivirales con promotores inactivados o gammaretrovirales de segunda generación, derivados del VIH, frente a los gammaretrovirales de primera generación que se usaban al principio. Estos se integraban en el inicio de la cadena de transcripción genética y eran capaces de transactivar a los genes de alrededor, donde se encontraba el oncogen Evi1, lo cual conducía irremediablemente a la leucemogénesis en modelos de ratón, un efecto que ya no se observa con estos nuevos vectores.
Otro de los retos en enfermedades raras como la anemia de Fanconi es conseguir recolectar el número suficiente de células para corregir en el laboratorio, un objetivo que no parece tan lejano después de que, en un ensayo con cuatro pacientes, dos pediátricos y dos adolescentes, hayan logrado obtener cinco millones de células CD34+ por kilo de peso de cada paciente.
En terapia génica en EBD, actualmente se están reclutando pacientes para la puesta en marcha de un ensayo europeo en fase I/II ex vivo de evaluación del injerto de una matriz dérmica de fibrina derivada de plasma y el Ciemat acaba de obtener la designación de medicamento huérfano para una matriz dérmica portadora de células mesenquimales. En oncología infantil, los esfuerzos están centrados en los tumores con menor supervivencia: neuroblastoma, sarcomas metastásicos y tumores del SNC, sobre todo gliomas de alto riesgo.
La investigación traslacional en estas terapias ha mostrado efectividad, pero no beneficio estadísticamente significativo
En la reunión, se presentaron datos en anemia de Fanconi, epidermolisis bullosa distrófica y oncología infantil