l Con el programa madrileño de atención al crónico y polimedicado, un 40% de los pacientes ha cambiado sus medicaciones desde 2007

l La selección de fármacos y la prescripción asistida fomentan la eficacia, la seguridad y la eficiencia desde la atención especializada

| 2010-06-25T17:21:00+02:00 h |

MÓNICA RASPAL

Madrid

La fragmentación de una atención sanitaria centrada en los agudos y la falta de interoperabilidad entre los sistemas de información impiden que los datos viajen con el paciente, un hecho que incide de forma especialmente negativa en el enfermo crónico y polimedicado, uno de los problemas más graves a los que, con permiso de la crisis, se enfrenta el Sistema Nacional de Salud (SNS).

La solución a esta preocupación manifestada por el presidente de la Organización Médica Colegial (OMC), Juan José Rodríguez Sendín, debe comenzar, a su juicio, por un refuerzo de la atención primaria como coordinadora de la asistencia a estos pacientes y así lo defendió durante la Jornada sobre Polimedicación y Envejecimiento organizada por esta entidad en el Ministerio de Sanidad.

Un buen ejemplo de las iniciativas puestas en marcha desde el primer nivel —con tasas más altas de polimedicación que en atención especializada— fue la expuesta por Olga Larrubia, responsable del Área de Planificación, Compras y Proyectos Farmacéuticos de la Subdirección General de Compras de Farmacia y Productos Sanitarios de la Consejería de Sanidad de Madrid, quien apostó por la “revisión de medicamentos” con programas personalizados, como el denominado de “bolsa marrón” —inspirado en experiencias de la universidad estadounidense de Iowa y del sistema de salud británico— puesto en marcha en esta región en 2007 y dirigido a pacientes de al menos 75 años que toman seis o más fármacos. La iniciativa consiste en que los enfermos que así lo deseen acudan a la farmacia con todos sus medicamentos —dentro de la citada bolsa que le proporcionará el centro de salud o la misma botica— para que, siempre tras la dispensación, el farmacéutico les realice una entrevista estructurada para detectar fármacos innecesarios, posibles duplicidades, interacciones, reacciones adversas o caducidades, de cara a evaluar su adecuación.

Según Larrubia, los profesionales de la farmacia, sin interferir en el circuito de la dispensación, realizan así su labor de seguimiento farmacoterapéutico —regulada en la Ley 19/1998 de Ordenación y Atención Farmacéutica de la Comunidad de Madrid— de forma coordinada con los médicos de primaria y especializada, pues son éstos los encargados de rellenar la “hoja de medicación” en la que figura el listado de fármacos prescritos con la posología, las características de administración y la fecha de inicio y fin del tratamiento. “Desde su puesta en marcha han disminuido los fármacos considerados inapropiados, se han sustituido por equivalencias más seguras y un 40 por ciento de los pacientes ha cambiado el tratamiento”, aseguró.

Esta “selección de medicamentos” también fue defendida por Ismael Escobar, jefe del servicio de Farmacia del Hospital Infanta Leonor de Madrid, a la hora de atender en especializada a pacientes polimedicados con una sola patología pero muy compleja —los que más costes generan— dado que, según sus datos, sólo un 20 por ciento de los fármacos que se incorporan a la actividad clínica presenta evidencias de aportar ventajas frente a otros alternativos. Por ello, propone manejar políticas consensuadas de equivalencia terapéutica, revisando la literatura de los estudios farmacoeconómicos, con una estimación del coste-efectividad que ponga de relieve las diferencias entre una opción y sus alternativas para posicionar el tratamiento de elección en un hospital. En cuanto al paciente pluripatológico anciano que consume menos recursos directos pero más indirectos, Escobar considera útiles los programas educativos de prescripción asistida —minimizan problemas de interacciones, controlan el ajuste de las dosis y previenen errores— que están demostrando ser eficientes, especialmente si se apoyan en soportes electrónicos.