Entre 8.000 y 12.000 millones de euros. Es el precio adicional que puede pagar hasta 2020 nuestro país si no decide abordar de frente el reto de la cronicidad. Una cifra que supera incluso los 7.000 millones de ahorro esperados con la reforma sanitaria de Ana Mato, articulada en su RDL 16/2012, y que se acerca al ajuste adicional de 8.000 euros asignado a las comunidades autónomas a finales de 2013 para cumplir los objetivos de déficit.
Es uno de los datos clave que recoge el “Informe cronos: Hacia el cambio de paradigma en la atención a enfermos crónicos”. Sus autores calculan que en 2020 hará falta sumar cerca de 30.000 millones de euros a los cerca de 68.000 millones de gasto público en sanidad 2011 en para cubrir estas prestaciones. El aumento de población, su envejecimiento y el impacto de hábitos poco saludables que, en muchas ocasiones, suponen un factor de riesgo de enfermedades crónicas, explican este incremento.
Sin embargo, los expertos que han participado en la elaboración de este documento, coordinado por The Boston Consulting Group y patrocinado por Lilly, han calculado las eficiencias netas que se podrían obtener si se aplicaran en nuestro país las mejores prácticas internacionales en la gestión de estos enfermos, los citados 8.000 y 12.000 millones de euros, que supondrían un ahorro de entre el 10 y el 13 por ciento del gasto sanitario estimado en 2020 (ver gráfico).
Para Josep María Argimon i Pallàs, director de l’Agencia de Qualitat i Avaluació Sanitàries de Catalunya, que ha formado parte del Comité Asesor del proyecto, hay que tener presente que no se trata de una idea de ahorro en el sentido de recorte, sino una visión del coste-oportunidad. “Si destinamos dinero a intervenciones poco eficientes detraemos recursos de otras actuaciones que añaden mucho más valor. La idea es poner el foco estas últimas y aparcar las prácticas que no lo hacen”, explica a GACETA MÉDICA.
A su juicio, el informe enfatiza esa idea, la necesidad de medir y comparar, y que de esa comparación surjan recomendaciones de las mejores prácticas que permitan ser más eficientes y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
En su análisis de la atención sanitaria a los enfermos crónicos los autores del informe constatan los cambios en los que se hayan inmersos los sistemas sanitarios. Más allá de un mero cambio de orientación, al que tanto se alude en el discurso político, los autores del Informe Cronos prefieren hablar de transformación.
Es un cambio de suficiente calado como para utilizar este término, considera Roberto Nuño, director de O+Berri (País Vasco), también miembro del Comité Asesor del Informe Cronos. “Creemos en la idea de diseñar un sistema más orientado a las necesidades de los pacientes y menos a las inercias y culturas dominantes”, puntualiza. Un aspecto que también destaca Argimon, que subraya que la atención a enfermos crónicos, especialmente complejos, invita a esa transformación, superando un sistema sanitario centrado en los niveles asistenciales. Algo que “está cambiando —sentencia— y va a cambiar más”.
Avances no tan lentos
Las experiencias internacionales en el abordaje de cuatro grupos de patologías (diabetes, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, insuficiencia cardiaca y enfermedades osteoarticulares) y las catorce iniciativas regionales que analiza el documento, entre las que GACETA MÉDICA ha seleccionado ocho (ver cuadros en páginas 6 y 7), demuestran que es posible pasar de la teoría a la práctica.
El avance no es tan lento como puede parecer a simple vista. Nuño recuerda que empieza a hablarse de cronicidad con mayor intensidad a partir de 2010 y en menos de cinco años ya pueden observarse resultados de algunos proyectos, que también analiza el informe.
De todos ellos, el director de la agencia catalana destaca la estratificación de la población que ya es completa en País Vasco, y ha sido implantada posteriormente en su comunidad. Sin embargo, para Roberto Nuño “lo más transformador son los movimientos de coordinación asistencial entre medicina interna y atención primaria que mejoran la continuidad asistencial”. “Son iniciativas transformadoras porque cambian los procesos de atención, porque enfocan hacia un paciente con mucha necesidad y porque está muy liderado desde el ámbito clínico, que ha percibido esa necesidad y acomete la transformación desde la base”, indica el director de O+Berri.
Parte del valor de las iniciativas que recoge el informe reside en que son extrapolables a otras comunidades autónomas. A pesar de la fragmentación del sistema sanitario, Argimon cree que su extensión es factible “porque todas hablan de modelos organizativos de prestación de servicios que pueden ser individualizados en función de las características del territorio”.
Para Nuño, “el cambio es posible”. Hay ejemplos muy desarrollados, insiste, “ahora hay que llegar a colectivos más amplios en el ámbito clínico, lograr que se sumen a la transformación que, a medio o largo plazo implica un cambio cultural en la organización del trabajo”. “El salto es poder pasar de lo que hacen los más inquietos al conjunto de los profesionales”, asegura.
Pero al margen de estas experiencias, hay muchos pasos que no se han dado todavía. Entre ellos, Argimon invita a traducir en la organización y la prestación de servicios la idea verbalizada de que es preciso convertir al paciente en el eje central del sistema sanitario. “Esto significa romper los hilos de verdad, eliminar la compartimentación de los niveles asistenciales”, puntualiza.
Para el director de O+Berri, algo intocable hasta la fecha han sido los sistemas de financiación de las organizaciones sanitarias. En su opinión, los modelos deben evolucionar hacia pagos de tipo poblacional, pago capitativo ajustado por riesgos. Estos esquemas, al igual que los incentivos, siguen siendo muy tradicionales, asegura, “al final se mueve todo en función del presupuesto histórico y es difícil cambiar las inercias en las administraciones”.
Cinco motores de cambio
El Informe Cronos propone un cambio de paradigma con una idea de fondo, maximizar el valor de la prestación sanitaria, ofreciendo los mejores resultados posibles en un nivel de gasto determinado. Su modelo se articula en cinco pilares fundamentales: La proactividad del sistema, con herramientas predictivas que mejoren la eficiencia de las intervenciones de los profesionales; la gestión del conocimiento y de los sistemas de la información; la integración y coordinación de la prestación sanitaria; el foco en los resultados en salud de la población; y los incentivos asociados a estos resultados en salud.
Para Nuño, estos dos últimos puntos resultan cruciales. “Si se habla de innovación, no todas las iniciativas van a ser exitosas”, advierte. En cualquier caso, hay que tener en cuenta que casi siempre son intervenciones que suponen cambios a nivel organizativo y no resultan fáciles de evaluar. Aún así, recalca la importancia de que exista una base de evidencia que apoye estos cambios.
Por su parte, Argimon pone como ejemplo la central de resultados de Cataluña. “Aporta transparencia a los resultados que ofrecen nuestros centros y se remiten al observatorio de innovación de gestión en salud, donde llegan las mejores prácticas, que se evalúan y se extienden al resto del sistema”, explica. Otras comunidades como Madrid han empezado con ello. “La idea de medir y comparar las intervenciones es muy importante. Toda esta información, debidamente anonimizada y analizada, debe facilitar todos los procesos de evolución y debe estar a disposición de centros de investigación, organizaciones e industria relacionadas con las ciencias de la vida”, propone.
En esta línea, los autores del informe defienden ligar los incentivos a estos resultados. Argimon hace hincapié en que no es posible seguir con un presupuesto histórico, “lo del año pasado más un porcentaje”, sino que hay que empezar a comprar servicios que añaden valor, frente a modelos que priman exclusivamente la actividad.
Por su parte, Nuño matiza que este vínculo de incentivos y resultados no persigue un enfoque economicista. “Se habla de crear valor, de aportar salud a un menor coste”, insiste, “la idea es que los incentivos estén alineados con esta creación de valor”. No obstante, el director de O+Berri es consciente de la necesidad de alcanzar un consenso con los profesionales para ver cuáles son las métricas con las que se mide ese valor, que podrían ser contratos de gestión clínica, sugiere.
Los autores del informe son conscientes de las dificultades que entraña abordar este cambio de modelo en un momento como el actual. “En este contexto de crisis, los procesos de cambio despiertan muchas susceptibilidades. Hay quien ve fantasmas donde no los hay”, asegura Roberto Nuño. No obstante, según su experiencia, estas estrategias están más ligadas a la creación de valor y a la búsqueda de un sistema sostenible que al ahorro en sí mismo, indica.
Pese a todas las ventajas, el experto asegura que es normal encontrar reticencias entre los profesionales, que se vencen “bajando a la tierra” cuando se habla de pacientes y realidades concretas y comprueban que es posible conseguir que la estabilidad del paciente y mejorar su calidad de vida reduciendo incluso los recursos empleados.