Cómo es posible que debajo de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) exista en realidad una Sociedad Anónima?
Se lo han dicho sus sucesivos presidentes a sus asociados?
A cuánto asciende el saldo negativo del patrimonio neto de esta sociedad anónima? ¿Qué dice la Ley de Sociedades Anónimas al respecto?
Qué ex presidente de la SEMG fue el fundador de Medgen, S.A., con un capital social inicial de diez millones de pesetas?
Qué van diciendo de Tomás Gómez y sus “amigos sanitarios” dos de los principales altos cargos del Ministerio de Sanidad?
Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’
La historia, como decían Nietzsche, Schopenhauer y Unamuno, es cíclica. Bajo el gobierno de Isacio Siguero, los colegios de médicos fracasaron estrepitosamente en su estrategia contra la prescripción enfermera que demandaba Máximo González Jurado. Hoy, capitaneados por Juan José Rodríguez Sendín, llevan camino de repetir uno por uno los mismos errores de entonces en la defensa de la colegiación obligatoria que pretende eliminar el Ejecutivo del PSOE. Impulsado quizás por su ánimo de granjearse aliados frente al ímpetu liberalizador de Elena Salgado, la ministra a la que tanto defendió la OMC durante el debate de la famosa ley del vino, el máximo rector de esta organización se ha aproximado a algunas figuras socialistas durante los últimos meses, con resultados dispares por el escaso peso específico de varios de los elegidos, su nulo poder dentro de la estructura del partido o su dudoso recorrido electoral. Es difícil que a Salgado le haya llegado noticia de oposición alguna contra su proyecto en vista de los mensajeros elegidos y del escaso eco mediático obtenido en el intento. El último ejemplo lo constituye Tomás Gómez, el opositor que, con el libro blanco sanitario bajo el brazo, lleva camino de convertirse en Simancas II en su enfrentamiento con Esperanza Aguirre en Madrid. Elegir al aburrido líder socialista madrileño como compañero de viaje y como muro de defensa frente a Salgado produce el mismo efecto que ir a la guerra con pistolas de juguete o colocar a Fernando Sánchez Dragó como comentarista de un partido de fútbol. Llama la atención que González Jurado picara el anzuelo y participara en la reunión-mitin.
Pero antes, los colegios hicieron aproximaciones a otros “egregios” socialistas. Leire Pajín, ministra que lleva el mismo camino que sus antecesores en la política de recursos humanos y que trata de despachar los problemas que arrastra ésta mediante el viejo truco de la creación de un observatorio que no vale para nada, participó gustosa en un congreso mundial de médicos y enfermeras convocado ex profeso para la defensa de la colegiación. Como era natural, la más floja de todos los ministros del Gabinete de Zapatero —y ya es decir—, y la peor valorada en las encuestas ciudadanas, no avaló en público la adscripción obligatoria de los profesionales a sus corporaciones profesionales. Es normal. Su ministerio no se atreve a enfrentarse con la vicepresidenta económica y da por hecho, en las reuniones internas que mantiene, que ésta aplicará su proyecto sí o sí. José Martínez Olmos lo sabe, aunque exprese su apoyo y comprensión a médicos y enfermeros de cara a la galería.
Antes de este nuevo patinazo, se produjo otro con Jáuregui. El contacto con éste, procurado por González Jurado, podía haber sido eficaz, dada su gran implicación en la redacción final de la Ley de Servicios Profesionales con la que Economía trata de aplacar las dudas de Europa sobre la economía española. Sin embargo, una indiscreción de Sendín al término de la reunión desató las iras del ministro de la Presidencia. El remedio, bien elegido, puede ser ahora peor que la enfermedad. Otro de los mensajeros “tocados” fue José María Barreda. Como es obvio, Sendín echó mano de sus contactos con los socialistas de Castilla-La Mancha y éstos aceptaron, gustosos, participar en la foto de familia, ante el grave riesgo que corren de que María Dolores de Cospedal les barra en las próximas elecciones. La foto, sin embargo, provocó un efecto inesperado: no gustó nada al Ministerio de Sanidad. Sus altos cargos no entendieron qué pintaba el presidente de una comunidad autónoma en un asunto estrictamente sanitario de ámbito estatal.
La estrategia, en fin, falla, y sólo un milagro impedirá que arranque la cuenta atrás para el fin de la colegiación en toda España.