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C. Ossorio
Barcelona
La resistencia a la terapia es algo que ocurre en el 10-40 por ciento de los pacientes esquizofrénicos, pero la evidencia científica para tomar decisiones en el tratamiento individualizado es muy limitada. Son varias las estrategias que se están probando en el abordaje de los síntomas psicóticos persistentes, como puso de manifiesto Dieter Naber, jefe del Departamento de Psiquiatría y Psicoterapia en el Centro Médico Universitario Hamburg-Eppendorf (Alemania) durante el 18º Simposio Internacional sobre Psiquiatría.
Matizó que se debe verificar que se trata de resistencia a los fármacos neurolépticos, y no infratratados o no cumplidores. En cuanto a la dosificación, señaló que si los efectos secundarios pueden ser controlados, o bien remiten tras varios días, es conveniente esperar dos semanas antes de cambiar, ya que la eficacia de modificar la terapia a un segundo o tercer antipsicótico típico o atípico apenas está investigado.
Naber expuso que, si bien los datos sobre la utilidad de los neurolépticos atípicos en pacientes que no responden a los medicamentos convencionales son en su mayoría conocidos con clozapina, hay otras alternativas como olanzapina, risperidona, zotepina o ziprasidona que podrían ser valiosas. En pacientes que no responden a clozapina en monoterapia, se está estudiando en ensayos abiertos a doble ciego la utilidad de las combinaciones con aripiprazol, risperidona o amisulprida, si bien de momento la mayoría de los estudios no indican una superioridad de la combinación.
Miquel Casas, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Vall d’Hebrón de Barcelona, destacó a GM que, mientras antes el término cronicidad era sinónimo de incurabilidad y mala calidad de vida, en la actualidad, con los nuevos avances, “se piensa que la enfermedad podría en un futuro próximo ser curada, y mientras mejorar claramente la calidad de vida del paciente”. Y hay una base biológica que sustenta ese criterio de cronicidad, a partir de los datos macroscópicos obtenidos con neuroimagen.
Philip McGuire, del Departamento de Estudios Psicóticos en el King’s College de Londres, hizo hincapié en que el advenimiento de los estudios de neuroimagen longitudinales ha proporcionado un medio directo de examinar si hay cambios en un mismo sujeto en la estructura, función y la química del cerebro en el transcurso de la enfermedad. “Los datos sugieren que, si bien muchas de las anomalías de neuroimagen son evidentes incluso antes del primer episodio de la patología, un subconjunto de éstas progresan con el tiempo. En las personas con síntomas prodrómicos de la psicosis, esta progresión de las alteraciones de base pueden ser vinculados a la expresión clínica de los síntomas psicóticos”, indicó. Por tanto, los nuevos hallazgos con estas técnicas contribuyen a predecir los resultados en un entorno clínico.
TOC con acumulación
James F. Leckman, director de Investigación en el Yale Child Study Center (EE.UU), habló sobre la heterogeneidad del trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) y la necesidad de diferenciar sus subtipos, como el relacionado a tics, ya que cada caso evoluciona de manera distinta. Defendió que el tratorno de acumulación se incluya como nuevo diagnóstico en el manual DSM-V.