l Se esperan resultados prometedores de los estudios con inhibidores selectivos de esta mutación, sobre todo en melanoma maligno
| 2010-06-25T17:17:00+02:00 h |

José García

Marbella

Los estudios con inhibidores selectivos del B-RAF —una mutación que se encuentra en el 50 por ciento de los melanomas malignos, en el 40 por ciento de los tumores de tiroides, en un 10-15 por ciento en colon, y en un 2 por ciento en pulmón— podrían presentar resultados prometedores con altos índices de respuesta en un futuro muy próximo, tal y como se puso de manifiesto en la 6th European Spring Oncology Conference (ESOC), que reunió la semana pasada en Marbella a más de un centenar de oncólogos americanos y europeos para debatir sobre los últimos avances en el tratamiento del cáncer, así como poner en común las conclusiones de la última reunión de la Asociación Americana de Oncología Clínica (ASCO), celebrada en Chicago hace un par de semanas (ver GM nº 337).

“Los inhibidores selectivos del B-RAF podrían producir un efecto espectacular en melanoma maligno”, reseña Rafael Rosell, oncólogo del Hospital Universitario German Trias i Pujol y uno de los referentes internacionales en el área de nuevos fármacos. Ahora bien, aclara que “el B-RAF tiene hermanos, como el C-RAF”, por lo que “hay que ir con cautela con estos inhibidores”. Según explica, a veces el melanoma maligno “tiene asociados otras mutaciones de la familia RAS, como el N-RAS o el H-RAS. Y si das un inhibidor del B-RAF y existen esas mutaciones, hace efecto paradoja”.

Para este especialista en cáncer de pulmón, el papel de los inhibidores del B-RAF tiene que ser mucho más importante que el de los anticuerpos monoclonales en melanoma. De esta forma, lanza un mensaje: “Si creemos que un inhibidor del B-RAF selectivo puede destruir el melanoma, la advertencia es que hay que mirar antes otras mutaciones para no tener un efecto contrario”.

“Fíjate en la magnitud del beneficio que puede tener en melanoma (el B-RAF se da en la mitad de los casos), que en cáncer de pulmón, que se da en un 2 por ciento de los casos, en Europa nos vamos a plantear, en una reunión que tendremos en julio en Suiza, hacer un análisis de tumores de pulmón para ir a pescar solamente ese 2 por ciento que tienen la mutación del B-RAF y así poder ofrecerles un formato de ensayo con un inhibidor específico del B-RAF. En ese estudio veremos quizá si la frecuencia de la mutación no es tan escasa como ese 2 por ciento y quizá sea de un 4 ó 5 por ciento”, explica. “Para nosotros como oncólogos —continúa—es una suerte encontrar una mutación que sea merecedora de entrar en un tratamiento específico”.

Para Rosell, los próximos estudios irán marcados por alteraciones genéticas, por el genotipado del paciente, para mirar una serie de mutaciones. Hoy en día, el 30-40 por ciento de los cánceres de pulmón tiene una mutación selectiva, en la mayoría de los cuales en teoría existe un tratamiento oral específico, ahora bien, “si no están comercializados, se produce un contrapeso o desequilibrio que implica ya un esfuerzo más selectivo de un grupo organizado, cooperativo y administrativo para negociar rápidamente y poder realizar un ensayo clínico”.

Desde un punto de vista más global, Francisco Javier Esteva, del MD Anderson Cancer Center de Houston, señala que se están identificando mutaciones y alteraciones genéticas de diferentes tipos de cáncer. Sin embargo, la cuestión radica en “cómo juntar esa información con los tratamientos accesibles”. A su juicio, “lo que parece sencillo, no lo es”, ya que “si un paciente tiene cáncer, el objetivo es hacer una secuenciación genética y analizar todas las mutaciones, pero a todos los pacientes no les puedes hacer de forma rutinaria una secuenciación de genes. En la práctica, necesitas una serie de laboratorios que puedan hacerlo de forma reproducible. Además, requiere tecnología y una inversión multimillonaria”, matiza.

Por su parte, Hilary Calvert, del University College London Partners, pone el acento en el análisis del genoma para desarrollar nuevos fármacos, y en las resistencias que pueden aparecer con las nuevas terapias, y se marca como objetivo desarrollar nuevos fármacos para vencer esas resistencias y en determinados cánceres conseguir la misma filosofía de tratamiento que en el VIH.

Finalmente, Hernán Cortés-Funes, del Hospital 12 de Octubre y uno de los organizadores del encuentro, apunta como objeto de debate si los investigadores pueden buscar vías más ágiles para acelerar el proceso de aprobación de nuevos fármacos, como los inhibidores PARP. Todos los expertos coinciden en señalar que uno de los retos que se le plantea a la oncología clínica se refiere al tema administrativo regulatorio, con el requerimiento de estudios importantes, para la indicación clínica de nuevos fármacos basados en biomarcadores.