Julio Zarco es presidente del Consejo editorial de GACETA MÉDICA. Blog ‘Ser médico’ – www.juliozarco.com Escribo esta tribuna en los últimos días de mis vacaciones veraniegas, planificando ya la vuelta al duro trabajo del próximo año. Pero no por ello debe ser momento de lamentaciones, ni de tristeza y mucho menos de medicaciones para superarlo, es momento sólo de cierre de un ciclo y planificación de uno nuevo. En estos días, como ya va siendo una mala costumbre, nos suelen acribillar desde varios medios de comunicación escritos y también desde TV y radio, hablándonos sobre el tan temido síndrome posvacacional. Y es que ya se sabe, en esta sociedad tendemos a medicalizarlo todo, tratando de explicar mediante complejas teorías bioquímicas o psicológicas que el ser humano es una máquina muy especial a la que fundamentalmente no le gusta sufrir, pues es hedonista por naturaleza. ¿A quién no le gusta vivir bien?… Los profesionales sanitarios, junto con los medios de comunicación, hemos inventado una nueva enfermedad, el síndrome posvacacional, para explicar cómo el fin de las vacaciones y la vuelta al trabajo, a la rutina diaria, a madrugar, a los atascos de tráfico, a llevar a los niños al colegio…, nos produce una suerte de melancolía con ciertos tintes dramáticos, desajustes horarios, apatía, sensación de sobrecogimiento y, sobre todo, muy mal humor. Los medios de comunicación y los pacientes más angustiados aún nos preguntan y nosotros avanzamos nuestras maravillosas hipótesis serotoninérgicas, dopaminérgicas, síndrome de adaptación…, y luego establecemos pautas de prevención sobre cómo cambiar poco a poco nuestros hábitos, planificar el regreso, que si relajación y visualización para hacernos una idea…; en esencia, exageradas justificaciones que nos llevan a la medicalización de un proceso fisiológico, donde patologizamos lo normal. El sentido común debe de imponerse y es que el ser humano no es una fría máquina cibernética, es un conjunto de emociones, músculos, nervios, arterias y venas que necesita sus ajustes, y los profesionales lo mejor que podemos hacer es dejar que fluya, dejar estar, no forzar nada y esperar a que los ajustes de nuestra sabia naturaleza hagan su efecto. Esto me recuerda la máxima de un famoso médico y filósofo al que deberíamos estudiar más durante la carrera, Paracelso, que decía que “el mejor médico es aquél que distrae al paciente hasta que la naturaleza ejerce su acción”. Pues bien, seamos como Paracelso hace siglos nos dictaba, dejemos que nuestra naturaleza haga lo que tiene que hacer y no impongamos más fricciones ni tensiones innecesarias. Por mi parte, nos volvemos a encontrar ya después del verano, con nuevos temas para la reflexión y para el debate tras estas semanas de descanso, con alegría de poder hacerlo, y pensando cuántos ciudadanos en estos momentos de crisis, no desearían padecer aunque éste fuera una enfermedad, el tan traído síndrome posvacacional. viernes, 31 de agosto de 2012 h