Julio Zarco es presidente del Consejo editorial de GACETA MÉDICA. Blog ‘Ser médico’ – www.juliozarco.com Cuando al filósofo griego Heráclito, sus discípulos le instaban a que definiera el alcance del cuerpo y de la mente o espíritu que la habita, él sistemáticamente se negaba a darles una respuesta coherente, alegando que podía tratar de definir que es el hombre, pero mente, cuerpo y espíritu están íntimamente unidos, conformando una “gestalt” concreta llamada “ser humano”. Esta reflexión me empuja a contemplar con la misma perspectiva del clásico griego al Sistema Nacional de Salud (SNS), un sistema de prestación de servicios sociosanitarios, que se construyó paulatinamente desde el Seguro Obligatorio de Enfermedad (SOE), inspirado en los modelos liberales centroeuropeos de prestación de servicios, y que floreció como fruta madura a principios de los años 80 y con la Ley General de Sanidad (LGS 1986). La construcción del SNS, fue un éxito de todos los agentes sociales, políticos y sanitarios que nos ha llevado a ser la envidia del resto de países al dar cobertura universal, de calidad y eficaz. Me gustaría llamar la atención sobre dos aspectos importantes de este hecho objetivable, medible y evidente de nuestro SNS. En primer lugar, decir que la prestación de servicios, desde la cartera de servicios que se ofrece al ciudadano, hasta la orientación y enfoque de dicha atención, debe de adaptarse a los cambios sociodemográficos y a la propia evolución del individuo y de la sociedad en la que vivimos. Nada tiene que ver la perspectiva social de los años 80 con la realidad social del siglo XXI. En segundo lugar, afirmar una obviedad, y es que el SNS es una estructura y funcionalidad que está sustentada por la Sanidad pública de manera preferente, pero también por la Sanidad privada. Este hecho a veces es obviado por los defensores a ultranza de la primera, dándose la coincidencia que suelen ser los grandes detractores de la sanidad privada. Siguiendo los valores de compromiso y transparencia, haré una declaración de principios: Soy un gran defensor de la Sanidad pública. Los motivos son muy diversos y de variada naturaleza. En primer lugar, soy un trabajador desde hace veinticinco años del sistema público y desde mi modesta contribución, como la de la mayoría de los médicos de familia de mi edad, hemos colaborado en la vertebración y consolidación del SNS, reformando una Atención Primaria que había que adaptar a los nuevos tiempos. Por otro lado, los sentidos de equidad, universalidad, justicia social, etc., son elementos de mi propio pensamiento. Eso significa que no soy nada dudoso de ser un defensor de la Sanidad pública. Dicho esto, debo confesar que nunca he sido un detractor de la Sanidad privada, a pesar de que hasta ahora no he trabajado ni colaborado de ninguna forma con ella, y los motivos también son variados: la gran calidad de la asistencia, la libertad de opción al individuo para que elija qué tipo de prestación desea recibir, la rapidez y eficiencia en su gestión, etc., me hacen contemplarla como un sistema complementario del público. Pienso que debemos generar una corriente de pensamiento liberal, serio y riguroso, que produzca una mayor amplitud de miras, a la hora de analizar los temas, y no regodearnos y fomentar el pensamiento único, monolítico y demagógico, con tintes seudopolíticos de “ lucha de clases”, que le interesan a algunos sectores de nuestra sociedad. Yo no quiero que sean privatizados los servicios sanitarios, mi interés está en seguir construyendo, para lo cual hay que poner en revisión el SNS, y esto pasa por un fortalecimiento, integración y complementación del sistema público y el privado. Así que a partir de ahora, cuando me pregunten por el sistema público o el privado, seguiré las consignas de Heráclito y hablaré del SNS. viernes, 25 de mayo de 2012 h