Rocío chiva Madrid | viernes, 20 de junio de 2014 h |

En los últimos 15 años, más de 300 potenciales fármacos para el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer que ya habían demostrado beneficio en modelos preclínicos no han superado, sin embargo, los ensayos clínicos en humanos. Unos datos que están provocando que los expertos incluso se cuestionen la validez de modelos animales de experimentación en esta patología. Un problema al que hay que añadir el aumento exponencial de casos que se produce año tras año, tanto que las estimaciones prevén que la cifra de afectados en España, que se sitúa en torno a 800.000, pueda duplicarse en 2020 e incluso triplicarse en 2050.

De ahí que sea necesario investigar en nuevos enfoques de esta enfermedad, escenario del que surge “un nuevo concepto de alimento-medicamento”, tal y como explica Sagrario Manzano, del Departamento de Neurología del Hospital Infanta Cristina de Parla, en Madrid. Así, esta neuróloga destaca que, al igual que ya nadie concibe no tomar ácido fólico durante el embarazo para evitar posibles defectos en el tubo neural, con el tiempo la idea es que todos los pacientes en un estadío leve de la enfermedad puedan tomar un preparado que contiene “los precursores y los cofactores de la síntesis de los fosfolípidos de la membrana neuronal, clave en la pérdida de memoria de estos pacientes”.

Los ensayos clínicos pivotales con este compuesto, comercializado bajo el nombre de Souvenaid, han demostrado que su administración aumenta el número de sinapsis tanto en modelos básicos (cultivos celulares y animales) como en personas y de ahí la mejora en memoria en pacientes en estadíos leves, pero no en pacientes en estadíos moderados o graves, donde el daño neuronal es mayor y, por tanto, la capacidad de regeneración es mucho menor.

Otra de las ventajas de este preparado es, explica Manzano, que contiene todos los elementos que componen la ruta de Kennedy (uridina, colina, DHA y otros ácidos grasos omega 3, complejo B, antioxidantes…), de manera que se evita que la cascada bioquímica se pare por la falta de alguno de estos elementos. Hasta ahora, estas sustancias se habían dado por separado y no todas juntas. Además, contener toda este serie de elementos puede mejorar también la salud general de estos pacientes, que en muchas ocasiones “sufren déficits vitamínicos y minerales”, apunta Cecilio Álamo, catedrático de Farmacología de la Universidad de Alcalá.

En España, hay un total de 2.500 pacientes diagnosticados en un estadío leve de la enfermedad de Alzheimer en tratamiento en centros de todo el país, de cuyo seguimiento se desprende la “efectividad de este tratamiento a seis meses”. En cuanto a cómo tomarlo, Pedro Gil, jefe del Servicio de Geriatría del Hospital Clínico de Madrid, aconseja su administración asociado a los fármacos ya aprobados para el tratamiento de esta patología, ya que “son mecanismos de acción distintos”. Pero la investigación no se queda aquí ya que, actualmente, el proyecto Lipidiet investiga si este fármaco podría ser también útil en fases muy leves de la enfermedad, “casi prodrómicas”, señala este profesional.

Vacunas y otras terapias

Hace ya más de diez años del desarrollo de la primera vacuna contra el alzheimer, la AN-1792, pero todavía no existe ninguna que haya demostrado una eficacia real “probablemente porque ni la diana terapéutica ni el momento es el adecuado”, subraya Gil, que considera que una posible vacuna eficaz en el futuro debería actuar en estadíos muy iniciales de la enfermedad e incluso, como destaca Álamo, “en fases preclínicas de alzheimer”. Y es que, a pesar de que las vacuna existentes reducen la acumulación de amiloide en el cerebro, “no mejoran la enfermedad porque es tarde y ya hay más lesiones”, enfatiza Gil.

En cuanto a las terapias con células madre, es un campo en el que ambos profesionales se muestran cautos y que Gil define como “impredecible”. Además, el jefe del servicio de Geriatría ha querido también destacar los tiempos largos que hay entre la publicación de una investigación y su aplicación real en la práctica clínica habitual del hospital.

Además de las vacunas y la terapia génica, la búsqueda de biomarcadores de predicción de la enfermedad de Alzheimer es otra de las grandes líneas de investigación en estos momentos. Y en ello trabaja actualmente la Fundación Centro de Investigación en Enfermedades Neurológicas (Fundación CIEN), que acaba de presentar un proyecto que pretende verificar la posibilidad de detectar la proteína TAU en la lágrima, como biomarcador de la enfermedad de Alzheimer.

El proyecto parte de la hipótesis de que, dado que la lágrima está relacionada con el sistema nervioso parasimpático —concretamente en la producción y composición de proteínas— y dado que la proteína TAU se ha medido de manera recurrente en el fluido extracelular de pacientes con alzheimer, “aquellos individuos que poseen la patología podrían presentar niveles medibles y cuantificables de dicha proteína en sus lágrimas”, lo que podría servir como biomarcador, explican desde la Fundación.

En la primera fase del proyecto, el Centro de Atención Integral Alzheimer León se encargará de establecer tres grupos de pacientes (deterioro cognitivo leve, alzheimer en fase inicial y grupo control) y de recoger información neurológica, oftalmológica y neuropsicológica de cada uno de los pacientes por separado. Una vez recopilados estos datos, será la Fundación Cien la encargada de proceder a la toma de una muestra de lágrima a través del test de Schirmer para evaluar “el mecanismo de liberación de la mencionada proteína en la lágrima”, detallan desde la Fundación. Posteriormente, los investigadores procederán a comparar las muestras recogidas entre pacientes con y sin demencia.