| viernes, 15 de octubre de 2010 h |

Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’

Ni Wonca, ni Wonco. Semergen. 87 stands de patrocinadores; récord histórico de asistencia médica no sólo en España, sino también en Europa, con 7.000 congresistas inscritos; consejeros de toda ideología y condición; la ministra de Sanidad y sus altos cargos; las clínicas privadas; los laboratorios; las farmacias; los proveedores; las aseguradoras… Julio Zarco y su eficaz equipo de colaboradores han firmado con letras de oro en el libro de su entidad científica y de la atención primaria española. El broche a su soberbia gestión al frente de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria lo han puesto en el colosal congreso profesional que acaba de celebrarse en las Islas Canarias. Un hito sin precedentes que ha congregado a los pesos pesados de casi toda la sanidad española, y que ha ensombrecido de nuevo, y ya son varias las ocasiones en las que ocurre, a la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (Semfyc) por su papel jugado en el Congreso de la Wonca en Málaga. Si alguien tiene todavía alguna duda, comparen las cifras de uno y otro evento y obtendrán jugosas conclusiones sobre qué sociedad científica tiene hoy el liderazgo en el primer nivel asistencial. ¿Qué sentido tenía programar esta última cita en las mismas fechas? Nadie encuentra explicación plausible a tamaña estupidez.

El triunfo de Zarco y sus lugartenientes es fácil de explicar: frente al olor rancio y al mensaje antiguo y caduco que destilan algunos supuestos representantes de los facultativos españoles, el presidente de Semergen ha sabido captar con ideas frescas la atención de las autoridades y de los profesionales, ganándose el respeto de todo el sector. Frente a posturas funcionariales propias de tiempos pretéritos, tanto él como sus colaboradores han aportado un soplo de aire renovado al plataformizado, atomizado y hasta mefítico mundo de la atención primaria. Sabedora desde hace bastante tiempo de los negros tiempos que se cernían sobre el sector, Semergen no ha reclamado para los profesionales del primer nivel asistencial trabajar menos, sino mejor; tampoco ha pretendido convertirles en simples funcionarios abocados a soportar la burocracia, sino en emprendedores autogestionarios al servicio de los pacientes, porque los enfermos siempre siguen mientras las administraciones actúan como el río de Heráclito y cambian permanentemente. De ahí el prestigio que ha cobrado Semergen entre derechas e izquierdas, nacionalistas y centristas, y entre políticos responsables a los que les preocupa en conciencia la Sanidad. Si algún día se produce en España la ansiada reforma de la atención primaria, es fácil colegir a quién habrá que atribuirle la paternidad de la mejora.

Los éxitos de Zarco y de su sociedad —no hay más que ver el declive en el que se encontraba antes Semergen y la pujanza que tiene ahora en toda la Sanidad— pueden medirse también por el grado y la procedencia de los miserables ataques que algún cobarde intenta lanzarles regularmente, siempre a través de terceros que se prestan a ello. Eso es bueno. La intensidad de las críticas sólo sirve para confirmar que la actual cúpula de Semergen está dando en la diana y acertando en su gestión. Las diatribas les engrandecen porque demuestran que su grado de acierto es pleno y escuece a los mediocres.

El triunfo de Semergen no debe, sin embargo, oscurecer el horizonte. Esta sociedad y Semfyc están condenadas a entenderse, y la llegada de Basora puede ser una buena oportunidad para sellar acuerdos y establecer alianzas. La división favorece a la Administración y perjudica al médico. Es hora, pues, de las negociaciones, por el bien de toda la atención primaria.