| viernes, 04 de marzo de 2011 h |

Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’

Desgraciadamente, la atención primaria sigue siendo la hermanita pobre de la Sanidad en España. Siete años después de arrancar en nuestro país el segundo mandato socialista, el Gobierno no ha hecho nada por mejorar un nivel asistencial al que, no obstante, cataloga pomposamente y con la boca ancha, cada vez que lo cita en público, como la verdadera puerta de entrada al sistema. Leire Pajín, ministra de Igualdad y Política Social, y también de Sanidad cuando se lo permite el tiempo y le entran ganas, acaba de tirar de humo propagandístico para hacer ver una vez más como que su departamento hace cuando en realidad no hace nada de nada. Sigue así la estela marcada por sus antecesores en este campo y por ella misma en otras áreas como la bancarrota económica del modelo o la política de recursos humanos en el conjunto del Sistema Nacional de Salud (SNS), inexistente hasta la fecha. Este semestre, asegura, habrá una Conferencia Específica sobre el particular. La pregunta es: ¿y qué? Como no podía ser menos, su proclama se ha producido en el marco de un encuentro con el llamado Foro de Atención Primaria, una entelequia tan heterogénea como endeble jurídicamente, en la que se engloban entes tan diversos como Semfyc, Semergen, el Consejo de Médicos, las sociedades de pediatría del primer nivel asistencial y cómo no, la minoritaria SEMG. Vamos, una plataforma como las de antaño, pero renombrada, para tratar de huir del tufo político, el sesgo y olor rancio que lastraba a este tipo de grupos orquestados con fines teledirigidos desde hace años.

Pajín dice que “la atención primaria es uno de los elementos principales de la atención dentro del Sistema Nacional de Salud” y que su objetivo es mantener “su calidad, su resolución y su capacidad asistencial”, reforzando para ello una estrategia que permanecía olvidada y repleta de telarañas en los cajones de su ministerio: la AP-21. De cómo piensa cumplir tan bonitas proclamas y tan lindos deseos, obviamente, no habló, pues no existe plan oficial alguno en dicho sentido en el ámbito estatal, ni voluntad real de ponerlo en marcha. Nada dijo, por ejemplo, de qué actuaciones piensa promover entre las autonomías para motivar de nuevo a unos médicos machacados por el tijeretazo, las presiones de los gerentes, la pérdida de autonomía en las prescripciones y una sobrefrecuentación que les impide realizar su trabajo. Médicos, por cierto, sepultados entre decenas de documentos y burocracia que crece y crece todos los días. Ni de si algún día habrá autogestión o planes específicos para librar un ejercicio admirable de una actuación funcionarial que el propio sistema impone. La ministra prefiere tirar por la calle de en medio y seguir por la tangente de la macroconferencia para salir del paso, hacerse la foto mediática y contentar a muchos dirigentes médicos que callan sumisos ante su inactividad manifiesta, mientras jalean al mismo tiempo a pseudoplataformas y grupos diversos contra las consejerías de Sanidad del PP. “Todos estamos hartos de promesas y necesitamos realidades, pues la atención primaria se ha ido devaluando progresivamente hasta convertirse en la última opción que escogen los MIR, por culpa de la desmotivación, la falta de medios y la presión asistencial”, tercia Jesús Aguirre, mucho más combativo ahora en su trabajo como senador que cuando trabajaba a las órdenes de Isacio Siguero y Juan José Rodríguez Sendín en la Organización Médica Colegial que perdió la batalla de la prescripción con los enfermeros.