Estudios realizados en España muestran que entre un 3 y un 7 por ciento de la población adulta tiene asma. Esta cifra es algo más elevada (entre un 5 y un 10 porciento) en la población menor de 6 años y en las últimas cuatro décadas se ha triplicado el número de casos de asma, convirtiéndose en un auténtico problema de salud pública.
Ahora bien, como se ha puesto de manifiesto en el Día Mundial del Asma, en la actualidad más de la mitad de los pacientes no alcanzan el control de su enfermedad. Para lograrlo, es preciso realizar un diagnóstico correcto de la causa que origina el asma: en más de la mitad de los asmáticos adultos y en el 80 por ciento de los niños el asma tiene un origen alérgico. Tal y como apunta Julio Delgado, presidente del Comité de Asma de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (Seaic), “ser alérgico es el factor de riesgo más importante para el desarrollo de asma. Los alérgenos más relacionados con el asma son los pólenes, ácaros del polvo doméstico, hongos del ambiente y los epitelios de animales como perro, gato, caballo y roedores, aunque la importancia de cada uno de ellos es variable geográficamente”.
Un punto positivo es que se ha reducido la prevalencia del asma en la última década, así como el número de hospitalizaciones y la mortalidad por esta enfermedad que, en la actualidad, se puede cifrar en España en 1 de cada 100.000 habitantes. Esta mejora en el pronóstico de los pacientes asmáticos puede tener relación con el arraigo del concepto de «asma» como enfermedad crónica, que precisa diagnóstico precoz y tratamiento integral (etiológico y de mantenimiento) como aconsejan las Guías de Consenso para el Tratamiento del Asma nacionales e internacionales. Asimismo, es muy importante el trabajo integrado de Atención Primaria y Atención Especializada. Esta coordinación ha demostrado ser una herramienta muy eficaz para el tratamiento de los pacientes.