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Los cambios en los tratamientos oncológicos, que tienden a ser más orales y menos parenterales, están modificando el modelo asistencial con un aumento de los pacientes externos, que retiran la medicación en el hospital pero la toman en casa. Estas terapias antineoplásicas en pacientes externos suponen un reto para oncólogos y farmacéuticos como profesionales, al margen de las administraciones sanitarias. Así se lo explicó a este suplemento María Sacra Díaz, del Servicio de Farmacia del Hospital Universitario Virgen de la Arrixaca (Murcia), en el marco de su intervención en el ‘I Congreso Nacional de Oncología Médica y Farmacia Oncológica’.
La adherencia al tratamiento es uno de los retos fundamentales, ya que aunque desde el hospital seleccionen la mejor medicación para el paciente, si no la toma correctamente, no se van a obtener los resultados que se esperan.
En cuanto a la seguridad, Díaz incidió en que son medicamentos con los que, al ser orales y tomarlos el paciente en casa, “hay una falsa sensación de seguridad”, pero debe tenerse en cuenta que “pueden ser tan peligrosos como los medicamentos intravenosos”, por lo que hay aspectos importantes en este sentido a la hora de evitar errores en el tratamiento, que se pueden producir a lo largo de toda la cadena, tanto en la prescripción como en la validación en farmacia o, posteriormente, en la administración al paciente. Otro aspecto de la seguridad de los antineoplásicos es el que tiene que ver con la manipulación, porque son fármacos que tienen medidas especiales para ello y, tras su uso, para desecharlos, porque no se debe hacer en la basura, sino en contenedores específicos.
Las interacciones son otro reto al que se enfrentan los FH en relación con los pacientes oncológicos externos, pues en este aspecto “hay muchos estudios pero pocas medidas prácticas para llevarlos a la clínica”. Pueden ser con otros medicamentos, ya que estos nuevos fármacos tienen muchas interacciones que pueden ocasionar más toxicidad o disminuir la eficacia, o bien interferir también con terapias alternativas que toman los pacientes en muchas ocasiones, tales como plantas y productos naturales, sustancias que ellos perciben que son inocuas pero que en muchas ocasiones no lo son; e incluso, pueden producirse interacciones con alimentos. Todos estos factores los deben tener en cuenta desde la FH para ir mejorando la administración a estos enfermos.
La información al paciente sobre estos aspectos es esencial: cómo tomar la medicación, las principales interacciones y que sepan que tienen que hablar con el profesional sanitario si desean tomar medicamentos naturales. Además, debe tenerse en cuenta el exceso de información, ya que los pacientes están mucho más formados, tienen mayor acceso a información a través de internet, y esa información “puede ser peligrosa” si la persona que la está leyendo no tiene capacidad para evaluar lo que le están transmitiendo. “Desde los hospitales también tenemos que saber modular ese exceso de información”, apostilló.
El modelo está cambiando y, desde su óptica, la mejor forma de llevarlo a cabo —aunque se haga de forma diferente según el hospital— es que el paciente esté siendo atendido siempre por profesionales con experiencia en oncología, no solo el oncólogo, sino que el farmacéutico tenga formación y experiencia en oncología, la enfermera… Toda la cadena que atiende al paciente deberá tenerla. Y, además, que no se atienda al enfermo de forma distinta si es externo, ambulatorio, o si está ingresado, sino que se los trate a todos de forma integral.
Eva González-Haba, farmacéutica de la Unidad de Farmacogenética del Servicio de Farmacia del Hospital General Universitario Gregorio Marañón, expuso durante el congreso el modelo de su centro, ya que el servicio en el que trabaja dispone de un laboratorio de farmacogenética en el que determinan biomarcadores para predecir la eficacia o la toxicidad de los fármacos. Es un servicio puntero en este área que recibe un número importante de residentes que rotan por su laboratorio y organizan cursos para que otros farmacéuticos y médicos adquieran estos conocimientos. Han desarrollado, en colaboración con el Servicio de Oncología, una línea de investigación de farmacogenética en el cáncer colorrectal. Actualmente están trabajando en validar nuevos biomarcadores que podrían ayudar a predecir la toxicidad de los pacientes que van a recibir quimioterapia. Asistencialmente ya están determinando algunos biomarcadores validados que ayudan a los clínicos a tomar decisiones terapéuticas, intentando siempre maximizar eficacia y seguridad de los fármacos.
En cuanto al futuro de estos tratamientos, Ana Rosa Rubio, del Servicio de Farmacia del Hospital Virgen de la Salud y miembro del Comité Organizador del Congreso, consideró que los últimos avances van en la línea de personalizar el tratamiento de los pacientes porque dos personas no tienen nunca el mismo tumor aunque tengan afectado el mismo órgano: cada tumor es distinto y hay que tratarlo como necesite ser tratado, y esto dependerá de las dianas contra las que tenga que actuar cada fármaco, esa es la importancia de la medicina personalizada con la que, cada vez más, se tiende a tratar tumores, no enfermedades. “Un tratamiento que puede ser muy beneficioso en un paciente, a otro le puede incluso producir cierta toxicidad, es la base de la medicina personalizada”, concluyó.
Acercar posturas entre dos categorías profesionales que trabajan juntas constantemente fue un objetivo esencial de este congreso. Rubio recalcó que la coordinación entre oncólogos y farmacéuticos es “muy importante”, ya que los primeros son responsables de la prescripción, mientras que los segundos son los garantes de que ese tratamiento se dé al paciente adecuado, en el tiempo adecuado, la dosis correcta, en función de su situación clínica y asegurando la máxima eficiencia.
Sobre este particular, Díaz agregó que es fundamental en todos los pacientes oncológicos, porque estos circuitos en los hospitales son muy complejos, con tratamientos muy complicados en los que “es fácil que haya errores porque somos humanos”, y la coordinación permite que si alguien tiene un fallo en la cadena, el siguiente eslabón lo pueda detectar y no llegue el fallo al paciente. También es muy importante a la hora de informar al enfermo para que no reciba comentarios contradictorios y evitar así “volver loco al paciente aportándole una información distinta desde la consulta médica o desde la consulta del farmacéutico”, por ello, es fundamental la coordinación.
Al ser orales, hay una falsa sensación de seguridad, pero pueden ser igual de tóxicos
El futuro pasa
por personalizar cada vez más los tratamientos de los pacientes