Prolongar la supervivencia del paciente durante 5,7 meses justificaría un incremento del gasto por medicamento de 50.000 euros por encima del estándar de tratamiento. Es la percepción de los oncólogos encuestados en el informe ‘Oncovalor’, que ha elaborado la empresa Outcomes ’10 y ha patrocinado la compañía farmacéutica Lilly. El estudio pone de manifiesto una vez más las diferencias en la opinión sobre el valor de las terapias entre los clínicos y los decisores sanitarios. Los gestores sólo estarían dispuestos a aceptar esa diferencia si el fármaco lograse alargar la vida al menos 10,4 meses.
Situados entre estos dos polos se encontrarían los pacientes y la sociedad. Los primeros equiparan ese aumento del coste del fármaco a 8,2 meses adicionales de vida, mientras que los segundos lo cifran en 9,1 meses. Estas variables ponen de manifiesto que los oncólogos estarían dispuestos a un gasto global de 106.000 euros por años de vida ajustados por calidad (AVAC), 73.520 euros para los pacientes, 66.074 para la población general y 57.471 euros para los decisores sanitarios.
“Con la crisis económica han aparecido tensiones que nos han obligado a reflexionar sobre cuestiones como las económicas y de valor”, explicó Pilar Garrido, presidenta de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).
Disparidad de opiniones
Pero el estudio evidencia además la disparidad de opiniones entre los pacientes y la sociedad, por un lado, que dan más valor a la calidad de vida, y los oncólogos y los decisores sanitarios, por otro, que priorizan el incremento de la supervivencia. La segunda parte del informe plantea otro escenario en el que el fármaco innovador duplica la calidad de vida del paciente en comparación con el medicamento de referencia. Los pacientes entienden que este mejora justificaría un aumento del gasto de 33.167 euros por tratamiento; la población general, 30.200 euros; los oncólogos, 26.000 euros, y los decisores que deben aprobar la financiación del tratamiento, 17.040 euros.
Estos datos se traducen en una RCEI de 82.917 euros por AVAC en el caso de los pacientes, 75.500 euros para la población general, 65.000 euros para los facultativos y 42.600 para los financiadores. Esta diferencia de criterios genera ciertas dudas entre los oncólogos, ya que “el aumento de la calidad de vida es muy difícil de medir”, expresó Garrido.
El aumento de la supervivencia que aportan los medicamentos innovadores no termina de convencer a los pacientes. “Se debería tener en cuenta que las decisiones actuales puede que no reflejen la disposición de la sociedad a pagar por determinadas ganancias en salud”, señaló Luis Lizán, director de Outcomes’ 10 y responsable del estudio.
Garrido admitió que puede resultar “muy poco útil para un paciente ofrecerle un aumento de supervivencia si sus valores tienen más que ver con la calidad de vida”, aunque insistió en que las innovaciones en el tratamiento del cáncer “la mayoría de avances terapéuticos son progresivos y acumulativos, no sustitutivos ni disruptores”.
Más evaluación
Una de las soluciones pasa por la evaluación. “El precio de un fármaco tiene que estar relacionado con el beneficio clínico y no con el coste en investigación o con las características del mercado”, destacó el director de calidad y seguridad del paciente de la Fundación Onkologikoa, Gerardo Cajaraville. Esta medición de resultados debe tener un fin: “Saber si las decisiones que hemos adoptado han logrado los resultados que esperábamos”.
Para la determinación de ese valor, Cajaraville insistió en la necesidad de avanzar en el registro de datos sobre los resultados de los fármacos en la vida real. Tanto El experto de la Fundación Onkologikoa como Garrido coincidieron en la escasa evaluación que realizan las autoridades sanitarias. La medición de resultados debe convertirse en una herramienta a la hora de elaborar los presupuestos destinados al gasto en medicamentos. El problema radica en que “este país ha sido una escuela de presupuestar mal”, lamentó Javier Ellena, presidente de Lilly España, quien criticó que en los últimos años no se hayan orientado bien los análisis sobre sanidad. “Nos quedamos con lo pequeño y no se debate si se puede sostener el sistema sanitario con menos del seis por ciento del PIB”, añadió.
Oncólogos y pacientes reclaman mayor protagonismo. Por un lado, Garrido consideró que “las sociedades científicas deben estar involucradas en la definición de innovación, no solo para nuevos tratamientos sino para valorar la incorporación de nuevas tecnologías y herramientas diagnósticas”; por otro, los pacientes deben tener voz a la hora de elegir entre calidad de vida o tiempo de supervivencia. En la misma línea se expresó la directora de la Agencia Española del Medicamento (Aemps), Belén Crespo, quien aseguró que “la situación ha variado y la sociedad también tiene que dar valor a los medicamentos”. No se trata, sin embargo, de incorporar a los pacientes en el proceso de negociación del precio, sino incorporar su opinión, como destacó la presidenta de la Sociedad Española de Farmacología Clínica, Cristina Avendaño.
Belén Crespo,
directora de la Aemp
La situación
ha ido variando
y la sociedad también tiene que dar valor ahora a los medicamentos”
Pilar Garrido,
presidenta de la SEOM
En oncología,
la mayoría
de los avances son progresivos y acumulativos,
no sustitutivos”
Gerardo Cjaraville, jefe de Farmacia de la Fundación Onkologikoa
El precio de
un fármaco debe estar relacionado
con el beneficio clínico y no con el coste
de la investigación”