br
Las infecciones que afectan a los pacientes trasplantados —con las defensas disminuidas y que, por tanto, corren mayor riesgo de tener una— siguen siendo una de las causas más importantes de morbi-mortalidad, sobre todo en el caso de las intervenciones de trasplante intestinal y pulmonar.
El paciente, tras ser trasplantado, es tratado con inmunodepresores con el fin de evitar el rechazo del órgano, lo que provoca que sea más sensible a contraer cualquier tipo de infección. Además, la propia cirugía o la estancia en la UCI son otros de los factores que influyen en la aparición de infecciones.
El seguimiento exhaustivo, necesario “para su manejo óptimo”, como explica Albert Pahíssa, jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Vall d´Hebron de Barcelona, resulta fundamental. Pero lo es todavía más en la población infantil trasplantada.
Y es que la mayoría de las personas adultas, donantes de órganos, son seropositivas es decir tienen anticuerpos que pueden actuar ante determinadas infecciones; sin embargo, no ocurre lo mismo con los niños ya que dada su corta edad suelen ser seronegativos, es decir son mucho más propensos a presentar una infección en el momento en el que reciben el órgano del paciente adulto seropositivo.
En cuanto al abordaje del paciente, añade Pahíssa, la coordinación entre el especialista en trasplantes y el infectólogo es “sumamente importante” y la comunicación suele ser muy estrecha en todo el proceso. “En los casos en los que no existe coordinación entre ambos especialistas, se han comprobado unos resultados de éxito muy inferiores”.
Trasplante, VIH y VHC
Por otra parte, las enfermedades infecciosas como el VIH o la hepatitis C (VHC) son también importante motivo de trasplantes. “El de hígado y riñón en personas afectadas por el VIH es una de las cuestiones que mayor vigencia tienen en la actualidad en el campo de las enfermedades infecciosas”, explica José Miguel Montejo, presidente del Comité Organizador del congreso.
Montejo recordó que las posibilidades de supervivencia en trasplante hepático, al cabo de tres años resultan similares en receptores infectados por VIH y no infectados por el virus. “Ahora, la incógnita es saber qué ocurrirá a más largo plazo, pasados al menos cinco años”. De igual forma sucede en trasplante renal con cifras parecidas entre quienes están infectados y los que no.
En concreto, y en base a la experiencia del equipo del programa de trasplante hepático del Hospital de Cruces de Bilbao (del que Montejo es jefe de la Unidad de Enfermedades Infecciosas), y que es el que más trasplantes ha realizado en pacientes VIH-seropositivos en España, “el 62 por ciento de los seropositivos trasplantados sobrevive al cabo de tres años de la operación”, asegura el experto. La mayoría de estos pacientes contrajo al mismo tiempo la infección por VIH y la de VHC.