farmacia/ CC.AA. con procesos de integración de niveles asistenciales aseguran que los farmacéuticos de AP no perderán ni identidad ni competencia

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Si no se respetan estas premisas, el sistema corre el riesgo de perder la aportación del FAP como soporte a la prescripción, advierte la Sefap

Andalucía y Asturias defienden las unidades de gestión clínica para promover mayor eficacia de los servicios médicos y farmacéuticos

| 2010-11-05T16:20:00+01:00 h |

josé garcía

Madrid

Ante la tendencia de los servicios autonómicos de salud a evolucionar hacia procesos de integración de niveles asistenciales, con un claro exponente en las gerencias únicas, la Sociedad Española de Farmacéuticos de Atención Primaria (Sefap) quiere aclarar que esto, si bien aporta beneficios al sistema, “no debe confundirse ni contribuye por sí mismo a generar una verdadera integración clínica”. Para la sociedad científica que preside Arantxa Catalán, la integración clínica “no se fundamenta ni en la propiedad ni en la jerarquía sino que requiere de una relación entre iguales, compartir riesgos sobre los resultados sanitarios y económicos y un cambio de cultura organizativa que va más allá de un cambio de nombre”.

En concreto, en el ámbito de la terapéutica farmacológica, la gestión integrada del medicamento supone “la armonización de las distintas recomendaciones farmacoterapéuticas de los múltiples profesionales que interactúan con el paciente en el transcurso de su enfermedad con el objetivo de obtener mejores resultados en salud”.

Y en términos de la profesión farmacéutica, supone conjugar tres premisas: la primera, una relación entre iguales, es decir, entre los profesionales que ejercen en primaria y en hospital. “Si los últimos están más consolidados como estructura en el SNS, destaca la aportación a la gestión clínica de los primeros”, alega la Sefap.

Funciones diferenciadas

La segunda, la asunción de funciones y responsabilidades específicas y diferenciadas de acuerdo con el nivel asistencial, ya que el entorno asistencial —las patologías prevalentes así como los medicamentos utilizados para su abordaje en cada nivel son cada vez más diferentes y requieren un conocimiento específico—, los recursos humanos —la disponibilidad de un FAP por cada 150.000-200.000 habitantes frente a un farmacéutico hospitalario con 50-100 camas obliga a usar estrategias de mejora del empleo de medicamentos diferenciadas—, y el diferente abordaje de la innovación, la formación, las habilidades y el entorno organizativo pueden afectar a la gestión clínica del medicamento. Y tercero, hay que tener claro los objetivos a alcanzar y cómo medirlos.

La Sefap advierte de que si no se respetan estas premisas, el sistema sanitario corre el riesgo de perder la aportación del FAP bien en la corresponsabilización que hace del ciudadano tanto en el uso de servicios como de fármacos o en la integración sistemática de la opinión de los pacientes en las decisiones terapéuticas, o bien en el soporte a la prescripción con la incorporación de las nuevas TIC. Al respecto, la Sefap explica que se han integrado instrumentos de ayuda a la toma de decisiones en el área de la terapéutica farmacológica en la historia clínica del médico de AP, lo que “ha permitido avanzar en un uso seguro y efectivo de los medicamentos con un impacto sobre la efectividad, segu

ridad y sostenibilidad del sistema sanitario”.

La postura autonómica

Ante este posicionamiento de la Sefap, varias comunidades autónomas, que tienden o tienen implantados modelos de gerencia única o unidades de gestión clínica, como Andalucía o Asturias, han querido dejar claro, en declaraciones a GACETA MÉDICA, cuáles son las funciones y competencias de los FAP y el modelo que prima en su región. La Consejería de Salud andaluza aclara que “en ningún caso se perderá identidad. Los FAP mantienen y mantendrán sus competencias, vinculadas fundamentalmente a farmacovigilancia, uso racional de medicamentos y actividades de promoción”. Asimismo, señala que la integración de estos profesionales en las unidades de gestión clínica “no implica ningún cambio en sus funciones o identidad, sino al contrario, les da un mayor protagonismo, puesto que esta forma de organización implica una mayor autonomía para los profesionales y su corresponsabilidad en la gestión de su unidad”. Además, en su opinión, la configuración de unidades de gestión clínica de Farmacia, donde se integren los profesionales de atención primaria y hospitalaria, permite fomentar la continuidad asistencial, el trabajo en equipo y ofrecer una atención de excelencia a los usuarios.

En Asturias, apunta la Consejería de Sanidad, existe una regulación específica para los servicios de farmacia de AP “que tienen unas funciones perfectamente definidas” en el decreto que las regula. Esta regulación afecta a todos los servicios de AP, con independencia de que la gestión de área se lleve a cabo por gerencia única o a través de doble gerencia.

En su opinión, “con nuevos modelos organizativos como las unidades de gestión clínica lo que se trata es de promover una mayor eficacia de los servicios asistenciales del ámbito médico y farmacéutico, lo que exige esfuerzo de coordinación entre niveles asistenciales para garantizar la continuidad de cuidados en beneficio del paciente”.

Por su parte, ni Aragón ni Canarias tienen previsto integrar a los FAP en los hospitales, seguirán asignados a la primaria sin ningún tipo de cambio.