Hasta nueve años puede estar deambulando por el sistema un paciente con síndrome de intestino irritable (SII) hasta que es finalmente diagnosticado, dada la heterogeneidad de unos síntomas que afectan al 10 por ciento de la población. Una heterogeneidad que ha llevado a los profesionales sanitarios a clasificar el síndrome en tres grupos: predominio de diarrea (SII-D), predominio de estreñimiento (SII-E) y síndrome mixto (SII-M) que engloba a pacientes que sufren ambos síntomas de manera alternativa.
El problema es que estos pacientes son clasificados según su perfil clínico, pero no existe ninguna prueba diagnóstica de confirmación y un porcentaje de pacientes no mejora con los tratamientos, por lo que muchos de ellos continúan su periplo por diferentes especialistas. “Estos pacientes generan una media de siete consultas al año”, asegura Enrique Rey, jefe de Servicio de Aparato Digestivo del Clínico de Madrid, quien destaca un estudio realizado hace unos seis años que señalaba que el SII-E provoca unos gastos médicos directos en Europa de entre 500 y 1.000 euros al año.
Actualmente, la primera “prescripción” que se suele hacer a estos pacientes es el consumo de fibra o la toma de laxantes, recomendaciones que “mejoran el estreñimiento, pero provocan una mayor hinchazón”, apunta Fermín Mearin, director del Servicio de Aparato Digestivo del Centro Médico Teknon de Barcelona. Para el tratamiento del dolor, los especialistas recomiendan espasmolíticos y, en casos de una alta sensibilidad visceral, incluso antidepresivos —estos últimos sin indicación en ficha técnica—.
Al menos hasta ahora ya que, con la llegada de linaclotida, un agonista de los receptores de la enzima guanilato ciclasa C (GC-C), tanto Rey como Mearin esperan mejorar los síntomas y la calidad de una vida de unos pacientes que, según escalas de medida de este indicador, informan de una calidad de vida peor que la de pacientes diabéticos.
Según los ensayos clínicos de fase III a 12 y 26 semanas realizados hasta la fecha, linaclotida, con un mecanismo de acción local, es capaz de reducir de manera significativa el dolor abdominal ya en la primera semana, con un efecto mantenido a la largo del periodo de tratamiento (p<0,001 para el seguimiento a 12 semanas y p<0,0001 para el seguimiento a 26 semanas). Asimismo, también ha demostrado una reducción significativa y mantenida de la hinchazón (p<0,0001) y una mejora significativa de la frecuencia, consistencia e incontinencia fecal (p<0,0001).
Aunque aprobado por la EMA y la FDA para el tratamiento de pacientes con SII-E de moderada a grave, el ministerio de Sanidad, por un visado de incertidumbre en gastos, solo la financiará de momento en aquellos pacientes graves que hayan fracasado a tratamientos previos.