Hay discrepancias entre las recomendaciones de las guías y lo que es factible en la práctica clínica en lo que se refiere a la monitorización ambulatoria de la presión arterial (MAPA) porque las primeras proponen “de forma muy acertada” realizársela a todos los pacientes hipertensos, pero no hay posibilidad real de llevar esta recomendación a la práctica. Así lo aseguró a GM Ernest Vinyoles, presidente de la Sociedad Catalana de Hipertensión Arterial, en el marco de la XX Reunión Anual de la Sociedad Española de Hipertensión-Liga Española para la Lucha contra la Hipertensión Arterial (SEH-LELHA).
Vinyoles agregó que haciendo un cálculo aproximado en el CAP de la Mina —en el que trabaja—, en el que hay más de 3.000 hipertensos, si les hiciesen una MAPA a todos tardarían 14 años “por una cuestión puramente logística de espacios, de tiempo y de personal”, por lo que “no queda otro remedio” que apoyarse en la automedida de la presión arterial (AMPA), lo que permite optimizar qué personas necesitarían también una MAPA, ya que hay algoritmos que combinan ambos métodos para optimizar recursos. En concreto, señaló que el AMPA es para todos los pacientes hipertensos, mientras que la MAPA se aplica sólo en los casos que se encuentran en la “zona gris”, es decir, que ni están bien, ni están mal controlados. Si la media de las lecturas de automedida es superior a 135/85, se trata de un paciente mal controlado y, al revés, está muy bien controlado si su media es inferior a 125/75, al rango entre ambos AMPA, que corre el riesgo de dar falsos positivos o falsos negativos, es al que se le aplicaría la MAPA.
El jefe del Servicio de Medicina Interna de Hospital Universitario Mutua de Terrasa, Alejandro de la Sierra, por su parte, abogó por el uso de la MAPA para estratificar mejor el riesgo cardiovascular porque permite diagnosticar a algunos pacientes que no lo estaban, especialmente a los hipertensos enmascarados, que aparentemente tienen la presión arterial controlada pero cuando se les hace un registro de 24 horas, en algún momento del día o de la noche cuentan con presión arterial elevada, lo que les confiere un mayor riesgo de tener un mal pronóstico. De hecho, estudios de seguimiento demuestran que estas personas van a a tener más eventos cardiovasculares que los que no padecen este fenómeno, por lo que la MAPA ayuda a situar a pacientes que aparentemente tienen bajo riesgo en una situación de peor pronóstico y, por tanto, a estratificarlos mejor.
Vinyoles abogó también por continuar tomando la presión arterial en consulta a pesar de la MAPA y la AMPA, ya que en consulta “es donde puede evaluarse el fenómeno de bata blanca que, de por sí, es una condición de riesgo”.
Y es que una persona normotensa sin incremento de la presión arterial cuando está en un entorno sanitario tiene un riesgo menor que un normotenso que, cuando está en el ámbito sanitario, es un hipertenso de bata blanca. En esta línea, el presidente de la Sociedad Catalana de Hipertensión Arterial apuntó a que la hipertensión de bata blanca es un punto intermedio en lo que a riesgo cardiovascular se refiere entre la normotensión y la hipertensión sostenida y “predice a largo plazo un incremento del riesgo” cardiovascular.