BARTOLOMÉ BELTRÁN,
Jefe de los servicios
médicos de A3media
| viernes, 31 de octubre de 2014 h |

“Es una enfermedad de transmisión familiar, con un componente genético”, subraya la Dra. González-Pinto

Hay una enfermedad que me llama poderosamente la atención por lo que sus síntomas influyen en el devenir de la vida de los pacientes. Me refiero al trastorno bipolar, una enfermedad mental —antiguamente denominada psicosis maníaco-depresiva—, que se caracteriza por la alternancia de episodios maníacos, en los que la persona se siente eufórica y capaz de cualquier cosa; y depresivos, en los que reina la apatía y una profunda tristeza.

Me senté a hablar sobre el tema con la Dra. Ana González-Pinto Arrillaga, jefa del Servicio de Psiquiatría del Hospital de Álava y Profesora de la Universidad del País Vasco. Esta alteración del estado de ánimo se debe a un fenómeno bioquímico. “El paciente sufre mucho más cuando está deprimido porque los depresivos son trastornos aparentemente de una intensidad menor, aunque de mayor sufrimiento interior y más prolongados en el tiempo. Sin embargo, el entorno se preocupa más cuando el paciente está maníaco. Lo difícil es el tratamiento y conseguir el equilibrio, que el paciente no pase de una fase a otra porque algunos tratamientos, si no son correctos, pueden precipitar la fase”, explicó.

La Dra. González-Pinto es también directora de Investigación en Psiquiatría en Osakidetza y defiende que haya centros especiales para este trastorno porque está demostrado que cuando un centro tiene más conocimientos el pronóstico es mejor. Su objetivo, concretó, es conseguir detectar precozmente la enfermedad porque el pronóstico mejora muchísimo y las posibilidades de que se repitan los episodios son menores. “Antes los pacientes acudían a la consulta hacia los treinta años. Hoy en día incluso antes de cumplir los 18. La edad media oscila entre los 18 y los 25 años, más o menos”, señaló.

El motivo de consulta más corriente es que se consulte cuando experimentan un episodio maníaco porque es evidente y reconocible como algo anormal. Sin embargo, cuando aparece un cuadro depresivo es más difícil de detectar porque se puede achacar a otros problemas.

Entre el 2 y el 4 por ciento de la población española sufre la enfermedad, lo que se traduce en casi un millón de personas, aunque en el 40 por ciento de los casos el paciente lo desconoce o es diagnosticada erróneamente como depresión. Otras veces se confunde con esquizofrenia, trastornos de la personalidad y de la conducta o con problemas relacionados con drogas o alcohol. Existe esa complicación de definirlo como enfermedad por esa dificultad de poner un límite entre lo normal y lo patológico con síntomas que muchas veces no se pueden medir con un análisis concreto, sino que se tiene que hacer una entrevista más compleja.

Lo importante, hace hincapié la Dra. González-Pinto, es que con un diagnóstico y los tratamientos adecuados se puede llevar una vida normal. Por eso los expertos insisten en la importancia del diagnóstico precoz de esta patología. “A día de hoy sabemos que es una enfermedad de trasmisión familiar, con un componente genético, poligénico, es decir, que no hay un único gen sino que parece que son cientos de genes los que interactúan entre sí, y con factores ambientales que pueden estar interactuando desde, incluso, el embarazo, que pueden precipitar la enfermedad”, matizó.

Especialistas europeos, americanos y australianos han colaborado recientemente en un extenso estudio genético del trastorno bipolar. En esta investigación se han descubierto dos genes más relacionados con el desarrollo de la patología. Este hallazgo permitirá conocer mejor las causas y la predisposición a padecer la enfermedad y obtener tratamientos más efectivos. Seguro.