El aumento de radiación ionizante es la consecuencia de la utilización de pruebas radiográficas, con el objetivo de diagnosticar enfermedades y ver la gravedad de las lesiones, así como de la eficacia de los tratamientos, afirma el director del Área Clínica de Imagen Médica, del Hospital Universitario y Politécnico La Fe (Valencia), Luis Martí-Bonmatí.
La dosis de radiación a la que un paciente está expuesto ya está controlada, de manera que tanto los radiólogos como los físicos médicos emplean la técnica que sea “más segura, que tenga menos efectos indeseados en los pacientes y que proporcione información más adecuada”, añadió.
Por ello, la Comisión Europea ha redactado una nueva directiva con la cual se pretende obligar a todos los Estados Miembros de la Unión Europea a que, en el plazo máximo de cuatro años, se controle y documente la dosis de radiación que se da a los pacientes, cuando se someten a estudios radiográficos.
El objetivo, apunta Alfonso Martínez, director de la Dosis España y Portugal, de GE Healthcare, es tener más calidad en los procesos y procedimientos en el entorno hospitalario, proteger al paciente en cuanto a que reciba la menor dosis posible y en lo que respecta a que tenga la mayor información posible para poder tomar decisiones, y también ayudar y proteger a los profesionales sanitarios.
El mayor problema de este tipo de radiación es que un exceso de dosis no se percibirá justamente después de haber recibido el tratamiento, sino semanas después. “Cuanta más dosis, más tarda en presentarse la lesión”, apostilló Martínez.
De acuerdo con Martí-Bonmatí, tiene que haber una implicación importante por parte de la administración, para que no haya obsolescencia del parque tecnológico. “Los equipos no pueden estar viejos”, concluyó.