Radiofrecuencia y salud/ Controversia respecto a los efectos de las ondas eletromagnéticas y su asociación a determinados tipos de cáncer

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La inminente publicación del estudio Interphone marcará un cambio de tendencia sobre los efectos de la radiofrecuencia móvil en la salud

Los nuevos datos e indicios hacen dudar a los expertos sobre su implicación en la aparición de diversos tumores cerebrales y de oído

| 2010-01-15T16:46:00+01:00 h |

E. Sainz Corada/I. Fernández

Madrid

Investigadores de la Universidad de South Florida publicaban hace algunos días un estudio en Journal of Alzheimer’s Disease, cuya asombrosa conclusión es que el uso del teléfono móvil puede ayudar a prevenir el deterioro cerebral que ocasiona el alzhéimer e incluso revertir la enfermedad. Según explicó el autor principal de la investigación, Gary Arendash, sus expectativas eran que la exposición a esta ondas electromagnéticas aumentara la demencia en los animales de experimentación, cuando, “por el contrario lo que se consiguió es que los ratones se vieran protegidos tras someterse a ellas”.

Lo cierto es que lo increíble de estos resultados no ha hecho más que poner de actualidad una polémica que lleva latente desde que hicieron aparición estos aparatos, a propósito de las posibles consecuencias para la salud, derivadas de su uso, y remarcar lo lejos que se está aún de llegar a un consenso, pues por cada trabajo que aparece que les libra de toda sospecha (como el recientemente aparecido en el Journal of the National Cancer Institute, realizado por la Sociedad Danesa del Cáncer), surge otro que los relaciona con la aparición de tumores (Informe Stewart). Además, la mayoría de estudios son dispersos y poco concluyentes.

Sin embargo, son los resultados globales del metaanálisis Interphone (cuya publicación es casi inminente después de ser retrasada en varias ocasiones) los que pueden llegar a despejar las dudas de la comunidad científica y marcar el punto de inflexión que modifique la “postura oficial” de inocuidad que hasta ahora se tenía respecto a sus efectos; lo que también puede modificar la tendencia desde el “no pasa nada” al “puede que haya indicios”. Así lo entienden los expertos consultados por GM.

Estudio Interphone

Este estudio internacional, que pretende corroborar o descartar la posible incidencia cancerígena de los teléfonos móviles, es la mayor investigación sobre la eventual influencia de éstos del mundo.

Lanzado en 2000 por el Centro Internacional de Investigación sobre el Cáncer, que colabora con la OMS, agrupa estudios de cuatro-cinco años de duración realizados en 13 países (entre los que no está incluido España). Hasta la fecha, se han publicado nueve de ellos. Pero, pese a que en las conclusiones se observó un exceso de tumores en usuarios intensivos del móvil durante una década, no fueron significativos estadísticamente.

Con una misma metodología, Interphone establece si las ondas de radiofrecuencia (RF) emitidas por estos teléfonos son cancerígenas, y si se incrementa el riesgo en los usuarios. Así, se comparó el uso del móvil en personas con distintos tumores (2.600 gliomas, 2.300 meningiomas, 1.100 neurinomas del nervio óptico, 400 tumores de la glándula parótida), de entre 30 y los 59 años. Y lo mismo, en personas sin tumores.

Pero aunque sus tan esperados resultados globales no se conocerán hasta poco antes de la primavera, la polémica sobre su inocuidad parece más en auge que nunca, tal y como se desprende de las declaraciones de Elisabeth Cardis, directora del equipo del programa de radiación en el Centro de Investigación en Epidemiología Medioambiental (en Barcelona) y coordinadora internacional de Interphone.

“Acabamos de pasar un año y medio esclareciendo los sesgos en el estudio, revisando los análisis e intentando ponernos de acuerdo sobre la interpretación y una redacción de los resultados”, confiesa Cardis. Y es que, los responsables del estudio se han dividido en tres grupos: unos estiman que el incremento del número de tumores en los usuarios sólo se debe a sesgos estadísticos; otros, que verdaderamente hay un efecto nefasto de las ondas de RF; y un último considera que no es posible sacar una conclusión en uno u otro sentido. La controversia y falta de acuerdo explica “los grandes esfuerzos comprometidos”, dice Cardis, y el retraso de los datos.

Puede que estos resultados no zanjen con precisión la peligrosidad del empleo de los móviles. O que la polémica siga vigente y las dudas no se dispersen. Pero lo que está claro es que, cuando menos, sirven para desconfiar. Así lo entiende Alejandro Úbeda, jefe de sección del Servicio de Bioelectromagnética del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, quien asegura que, si bien “no se puede decir que de ese estudio salga una demostración de que no hay efectos nocivos, por lo menos plantea la duda”.

Cosa que no hace el “Informe del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y salud (Ccars) 2007-2008”, y en el que este experto participó revisando el capítulo “Estudios experimentales sobre los efectos de los campos electromagnéticos de RF relevantes para la salud”.

Informe Ccars

Publicado a finales de 2009 (también con cierto retraso y polémica), el documento, en el que se revisan las últimas evidencias científicas al respecto, sostiene que “la verificación de los bajos niveles de exposición permite afirmar que es improbable que las RF de telefonía móvil sean un factor de riesgo para la salud”, así como que “el uso y exposición de sujetos adultos a las emisiones producidas por los teléfonos móviles durante un periodo menor a 10 años no se asocia con un aumento de la tasa de tumores cerebrales”. Respecto a periodos superiores, añade, “en adultos o la situación en población infantil no se dispone de datos suficientes”.

De hecho, sobre el Interphone el informe señala que “hasta el momento ninguno de los artículos ha reportado resultados positivos en cuanto a la asociación de la exposición de radiofrecuencia con ninguno de los tumores incluidos en el estudio”. “Ese trabajo del Comité se redactó hace más de dos años por eso, pero los datos que se publican están obsoletos”, asegura Úbeda.

Lo cierto es que algunos países como Francia ya han tomado medidas. “Se han hecho algunas recomendaciones ya, en especial por el Ministerio francés de la Salud (mantener el teléfono a más de un metro mientras se habla, no autorizar su uso a menores de 12 años) y otras medidas exigidas por los científicos”, asegura Cardis. En esta línea, y a la espera de los datos de Interphone, “puede que la recomendación futura en nuestro país sea la utilización de los móviles a una distancia mínima de 30 cm”, añade Yolanda Valcárcel, del grupo de investigación en Salud Pública y Ecotoxicología “ToxAmb” de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.

Aunque, como concluye, por su parte, Marina Pollán, directora del Servicio de Epidemiología del Cáncer en el Centro Nacional de Epidemiología, “se necesitan, al menos, diez años de investigación para ver los efectos reales de su uso, que es lo que pretende desvelar este estudio”.

Desde mayo del pasado año el grupo de la profesora Elisabeth Cardis ha puesto en marcha otro proyecto: un estudio internacional multicéntrico, denominado Mobikids, y en el que participan grupos de 13 países (incluido España) para investigar la relación entre las tecnologías de la comunicación (entre ellas, los móviles) y los factores ambientales y el cáncer cerebral en los jóvenes —un espectro que el Interphone no cubre, ya que la cohorte eran adultos mayores de 30 años—.

Los tumores cerebrales son la neoplasia maligna más frecuente en adolescentes, por detrás de la leucemia. La incidencia de los mismos se ha incrementado recientemente y, hasta el momento, poco se sabe de los factores de riesgo (excepto la exposición a las radiaciones ionizantes o los antecedentes familiares). Además, uno de los problemas en el estudio de factores de riesgo ambiental y el cáncer de cerebro en jóvenes ha sido el escaso número de niños incluidos en trabajos anteriores. Cuestiones sin resolver como éstas son las que esta investigación internacional, que abarcará, durante cinco años, a cerca de 2.000 jóvenes de entre 10 y 24 años con tumores cerebrales y un número similar sin ellos, pretende dar respuesta.

La financiación correrá a cargo de la propia UE.