José A. Rodríguez Barcelona | viernes, 20 de mayo de 2016 h |

Después de su etapa como consejero de Salud, marcada por la crisis económica y los recortes presupuestarios, Boi Ruiz vuelve a la docencia a la Universidad Internacional de Cataluña y también se dedicará a la consultoría en temas sanitarios. En esta entrevista hace balance de sus años al frente de la consejería y ofrece su opinión sobre los temas más relevantes del panorama sanitario catalán.

Pregunta. ¿Cuál fue la decisión más difícil que tomó como consejero de Salud?

Respuesta. Tener que bajar los sueldos, y, como no fue suficiente para hacer viable el sistema sanitario, también se paralizaron las inversiones y aumentaron las listas de espera. Pero tenía claro que este aumento de las listas no tenía que afectar a la salud de las personas. Había que hacer reformas para ganar eficiencia y que después se recuperaran las listas de espera. Nos comprometimos a que todas las medidas fueran reversibles, es decir, que se recuperaran los salarios, hecho que se consiguió en 2015, y también las listas, donde el año pasado conseguimos alcanzar los niveles de 2010. A pesar de las dificultades, se logró que no cayera el sistema sanitario. Ninguna persona perdió ningún derecho, ni asistencial ni de cartera de servicios. Pero esto tuvo un precio, que fue la bajada de sueldos de los profesionales, y la industria también redujo precios y facturación.

P. ¿Los problemas de sostenibilidad del sistema empiezan con la crisis?

R. La sostenibilidad del sistema ya era complicada. Por este motivo, en paralelo, tomamos otras decisiones. La idea es que había que mejorar en prevención y en la atención integral al paciente. Está muy bien ser el primer país en trasplantes. Por un lado es un éxito, pero también se puede entender como un fracaso en la política sanitaria. Y está muy bien ser muy rápidos al poner el stent, pero hay que ser el país que tiene menos infartos. Por ejemplo, sabemos que los pacientes diabéticos, cuando su patología no está bien tratada, tienen muchas complicaciones. Hay que prestar una atención más integral, no sólo cuando el paciente llega al cardiólogo y ya tiene problemas. En este sentido, también se puso en marcha el Pinsap (Plan Interdepartamental de Salud Pública) para potenciar que los niños coman más fruta en la escuela y que la gente tenga un mejor acceso a la cultura, puesto que esto también contribuye a la buena salud.

P. Una de las apuestas más importantes durante su etapa fue mantener la asistencia sanitaria universal, después de un real decreto del Gobierno central que anuló las tarjetas sanitarias a los inmigrantes sin papeles, excepto urgencias, menores de edad y embarazadas.

R. Es una cuestión de concepto. Todo el mundo tiene derecho a la atención sanitaria y a la protección de la salud. No es un tema de tener papeles o no. Además, si no ofreces la atención sanitaria adecuada, como Administración te pueden acusar de denegación de auxilio. Asimismo, es mejor que se detecte en atención primaria que en urgencias a una persona que tiene tuberculosis. Y la atención a esta población es económicamente irrelevante. Representa un porcentaje de población bajo, y son muy jóvenes, por lo tanto, no consumidores de recursos en exceso. Sería más caro, desde un punto de vista de salud pública, que no detectáramos a los enfermos hasta que no llegaran a urgencias.

P. Quiso poner en marcha las “tarifas planas” para algunos grupos de medicamentos que comparten indicación, pero no prosperó…

R. La idea era provocar una nueva relación entre la industria y el mundo sanitario y facilitar el acceso a la innovación. Creo que es una medida lógica. En este sentido, la idea no es comprar medicamentos, sino su efecto. O se pagan los tratamientos que tengan éxito o, como unos pacientes se beneficiarán más que otros, ponemos una tarifa plana. Es decir, no pagar por píldoras, sino por el efecto de estas píldoras. El objetivo es compartir el riesgo con la industria. Si el riesgo sólo lo tiene la Administración, la industria tiene que tener muy presente que si se hunde la Administración, ella también se hunde. A corto plazo, creo que la industria todavía está en la dinámica de la venta de un producto y no de un servicio. Pero empieza a ganar terreno la idea del medicamento como servicio.

P. ¿Qué opina del afán desprivatizador del nuevo consejero?

R. Este afán creo que es más una cuestión terminológica. Al decir “desprivatizar” parece que no haya una sanidad pública, pero sí que tenemos. Yo soy partidario de nuestro sistema, que se puso en marcha en época de Lluis Companys. Cuando la sanidad pública era la beneficencia, se hizo una ley para que en cada comarca hubiera un hospital. En el supuesto de que no hubiera un hospital público, se tenía que optar preferentemente por uno sin afán de lucro. Una decisión que nos salvó de hacer grandes inversiones. Una cosa es decir que no es deseable que en época de crisis las empresas sanitarias tengan excedentes que generen dividendos. Es una postura ideológica, que da como resultado que no se quieran empresas con ánimo de lucro. Pero después se tiene que gestionar. Y cómo se haga es otra cuestión. Durante mi etapa en la consejería, cualquier decisión tenía que responder a tres criterios: ¿es bueno para el paciente, es bueno para el profesional, es bueno para el contribuyente? Pienso que hay que tener en cuenta estas tres premisas en el caso de la eliminación de las empresas con ánimo de lucro del sistema de provisión pública. En la decisión que ha tomado el nuevo consejero no entro ni salgo. Cómo se haga, esta es la cuestión. Hay que ver los resultados.

P. ¿Cómo ve el futuro de la sanidad catalana?

R. Lo veo bien, siempre y cuando se continúe con un modelo, desde el punto de vista político, de pasarse el testigo. Nosotros pusimos en marcha un plan de salud porque el ex consejero Xavier Trias lo puso en marcha. O tenemos un Código Infarto porque lo puso en marcha la consejera Marina Geli. Si tenemos la Central de Resultados, hay que recordar que el decreto de su creación lo firmó el consejero Pomés. Es decir, se trata de un sistema en el cual se ha pasado el testigo de las reformas, como se ha pasado el testigo de un modelo en el cual si no había un hospital de la Seguridad Social en un territorio, se usaba uno integrado en nuestra red. Me tienen que explicar qué sistema es mejor, si es que existe, y que permita, con uno de los presupuestos más bajos de España, conseguir los buenos resultados que tenemos.

A pesar de las dificultades, en Cataluña se consiguió que no cayera el sistema sanitario”

Al decir ‘desprivatitzar’ parece que no haya una sanidad pública, pero sí que tenemos”