Gaceta Médica Madrid | martes, 11 de febrero de 2014 h |

La Red de Investigación de Enfermedades Tropicales (RICET) participa activamente en el desarrollo de una vacuna efectiva contra la leishmaniasis humana que, por primera vez, va a alcanzar los ensayos clínicos. La Unión Europea, a cambio de financiar con 6 millones de euros este proyecto, Mulevaclin, a través de su 7º Programa Marco de Investigación, exige que se realicen las primeras fases clínicas necesarias en el desarrollo de la vacuna. Hasta ahora se habían logrado antígenos con incluso alta capacidad de protección frente a la enfermedad, pero al intentar dar el paso hacia la producción industrial y los ensayos clínicos era cuando las investigaciones se paraban y ninguna había pasado de las fases preclínicas con ensayos en animales.

El proyecto, que acaba de comenzar, tiene una duración de cinco años. Es un proyecto multinacional en el que se parte de una serie de moléculas del parásito que provoca la enfermedad (antígenos) y también de una molécula del insecto vector (feblotomo). Una parte muy importante de las posibilidades de éxito real que ha valorado la UE en este proyecto radica en las compañías y los grupos de investigación que se han juntado para desarrollarlo y que hacen que nazca con verdaderas posibilidades. El coordinador del proyecto es Etna Biotech, empresa italiana que habitualmente trabaja en la producción de vacunas e inmunoterapias para enfermedades infecciosas. Inicialmente el interés comercial se centraría sobre todo en la India y en Brasil.

Hasta ahora la única institución que había dado pasos significativos en el desarrollo de una vacuna contra la leishmaniasis con posibilidades reales de aplicación en personas era el Instituto de Investigación de Enfermedades Infecciosas de Seattle, que aportará una de las moléculas que forman parte de la nueva vacuna, así como el adyuvante.

La dimensión del proyecto viene avalada por el resto de partners que lo integran. Amvac, empresa suiza orientada al desarrollo de vacunas, se responsabilizará del escalado y producción industrial atendiendo a las normas de calidad necesarias. El Instituto Superiore di Sanità (ISS) se ocupará del control de calidad. Desde el Instituto de Biología Molecular y Celular de Portugal se desarrollarán estudios preclínicos en ratones. En España, los grupos del Centro Nacional de Microbiología y el Centro de Biología Molecular “Severo Ochoa”, ambos pertenecientes a la RICET, realizarán la evaluación de la vacuna en humanos y analizarán otra de las moléculas y la ensayoarán en ratones respectivamente. Por su parte, el Swiss Tropical and Public Health Institute (STPI) realizará los ensayos de fase I/II en personas y la empresa checoslovaca Meditox desarrollará los estudios de toxicidad en animales.

Lo que dentro del Séptimo Programa Marco de la Unión Europea más se ha valorado para conceder financiación a este proyecto es, según Francisco Javier Moreno, que desarrolla su actividad en el Centro Nacional de Microbiología del Instituto de Salud Carlos III, “el enfoque de desarrollo industrial de una vacuna contra la leishmaniasis en humano. En este proyecto hemos planteado utilizar tres antígenos que ya sabemos que funcionan en personas y además hay un plan para obtener una formulación definitiva que pueda producirse industrialmente”. Estas circunstancias permiten ser optimistas y pensar que a largo plazo se puede llegar a realizar los ensayos de fase III en zonas endémicas (que no están contemplados en este proyecto) si en estos ensayos se demuestra la eficacia de la vacuna se podría realizar el registro y empezar a usarla.

Esta nueva vacuna contra la leishmaniasis visceral (no otros tipos de leishmaniasis) está formada por cinco elementos, tres moléculas diferentes que cada una por separado ya ha demostrado anteriormente ser eficaz en humanos, más un adyuvante y un sistema de entrega constituido por y virosomas. El adyuvante (GLA- SE) potencia la capacidad protectora de esas tres moléculas. Además se necesitan un sistema de reparto o distribución. Son los virosomas que agrupan los antígenos de la vacuna para que sea más eficaz en su respuesta induciendo una respuesta tipo TH1, el tipo de respuesta inmune protectora frente a leishmaniasis que se busca introducir con esta vacuna. Además de que cada uno de sus cinco componentes ejerce efectos diferentes sobre el sistema inmunológico, la gran novedad de esta vacuna es que combina dos moléculas del parasito con una del vector (el flebótomo). Explica Javier Moreno que “Cuando te pica un flebotomo, la saliva de este flebotomo ayuda a la infección. Por eso se añade como novedad en esta vacuna la molécula del flebótomo que además de conseguir una defensa contra el parasito, logra una defensa contra la saliva del flebótomo, ayudando a que la respuesta inmune sea más eficiente. Así en el momento de la infección se consigue una respuesta rápida contra la picadura cortando la infección desde el principio. A veces el sistema inmune reconoce el parasito varios días después, cuando ya hay bastante cantidad y ya se hace bastante patente. Si con esta vacuna consiguiéramos controlarlo desde muy al principio, la vacuna sería más eficaz”.

Según Moreno “el punto crítico de este proyecto son los ensayos en fase I y II. Son ensayos de toxicidad y de inmunogenicidad que se realizan en personas y para hacerlo es necesario aportar las evidencias experimentales de que la vacuna funciona. Si en este proyecto nos pusiéramos a hacer la vacuna desde cero tendríamos que recoger todas esas evidencias desde el principio y no nos daría tiempo, serían necesarios entre 10 y 15 años de desarrollo como otros medicamentos innovadores. Pero nosotros partimos de tres moléculas que ya han demostrado funcionar”.