Rocío chiva Madrid | viernes, 06 de marzo de 2015 h |

El diagnóstico de las hipoacusias hereditarias progresivas, la mayoría de ellas adquiridas por herencia autosómica dominante y manifestación poslocutiva, ha pasado de ser posible hace unos cinco años solo en el 1 por ciento de los casos a convertirse actualmente en realidad en el 60 por ciento de los pacientes. Y todo ello gracias a la secuenciación masiva (NGS), tal y como ha señalado Miguel Ángel Moreno, jefe del Servicio de Genética del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, durante el Simposio Internacional ‘Hipoacusias hereditarias: del diagnóstico a la terapia’, celebrado en la Fundación Ramón Areces.

A partir de esta tecnología, el laboratorio que dirige Moreno ha creado un panel que incluye los 83 genes identificados susceptibles de causar alguna de estas “enfermedades raras de manifestación clínica muy frecuente”, tal y como las define Moreno. Pero todavía queda un largo camino por recorrer ya que, apunta, “se piensa que puede haber unos 200 genes mapeados, por lo que quedan más de la mitad por identificar”.

Para intentar llegar a ese objetivo, el laboratorio de genética del Ramón y Cajal dedica sus esfuerzos a la secuenciación masiva de exomas, una actividad que puede generar miles de variantes y que exige el diseño de algoritmos bioinformáticos ad hoc a la patología en estudio. Se desarollan pipelines bioinformáticos para filtrar estas variantes pero, en ocasiones, al no haber un número suficiente de afectados y no afectados en las familias, es necesario recurrir al desarrollo de modelos funcionales y a la generación de ratones transgénicos. “Todo esto nos está ayudando a enfocarnos en nuevas terapias para intentar curar alguna de estas hipoacusias hereditarias”, destaca Moreno.

Precisamente de estos posibles nuevos tratamientos, a los que se ha llegado gracias a la identificación de estos genes, hablaron Pascal Senn, del Departamento de Otorrinolaringología de la Universidad de Berna, en Suiza, y Marcelo Rivolta, del Centro de Biología de Células Madre de la Universidad de Sheffield, en Reino Unido. Este último es el autor de un trabajo publicado en septiembre de 2012 en Nature en el que demostraba cómo un grupo de ratones con neuropatía auditiva habían logrado recuperar la audición a partir de células madre.

Un hallazgo prometedor, pero ante al que hay ser cauto ya, destaca Moreno, “no todas las hipoacusias se pueden curar del mismo modo”. Tanto en futuras terapias farmacológicas como génicas o celulares, lo primero es, en opinión de este experto, “conocer la causa genética para averiguar qué proteína está implicada, dónde se expresa y qué función tiene”. Y ya sobre esta base, se pueden empezar a establecer futuros abordajes terapuéuticos dirigidos a cada uno de los tipos de hipoacusia.

Donde estos descubrimientos genéticos sí tienen una implicación más a corto plazo es en el mejor o peor pronóstico de la colocación de un implante coclear y en el consejo genético. Gracias al diagnóstico de estas patologías antes del nacimiento, es posible que el niño entre en un programa de rehabilitación auditiva en el momento de nacer, “algo fundamental dada la palasticidad neuronal de los niños”, señala este profesional, que enfatiza el hecho de que, en estos pacientes en rehabilitación desde que nacen, “después del implante, resulta difícil saber que han sido sordos”.