| viernes, 08 de enero de 2010 h |

Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’

El mundo de las organizaciones médicas en nuestro país atraviesa posiblemente la peor crisis de su historia. Pocas veces como hasta ahora se había podido contemplar un escenario tan desolador, justo en un momento, además, en el que administraciones y entidades de seguro libre prodigan las ‘agresiones’ contra los facultativos de a pie por medio de contratos basura y retribuciones ridículas. El paradigma del ocaso de las corporaciones representativas de los médicos lo representa el Colegio de Médicos de Madrid, aunque, eso sí, en franca competencia con la Organización Médica Colegial (OMC), que no le anda muy a la zaga. Del primero, baste recordar algunos datos elocuentes de la trágica situación por la que atraviesa, sin necesidad de entrar de lleno para ello en la lista de incumplimientos flagrantes que acumula Juliana Fariña durante sus mandatos: en la última asamblea dirigida a dar luz verde a los presupuestos de 2010 votaron 209 compromisarios, aunque por arte de magia se contabilizaron 210 votos. Al final, Fariña sacó sus cuentas por 102 sufragios, frente a los 100 de sus rivales. Esta situación, la denuncia que interpuso ante la Policía el hoy presidente del Colegio de Médicos de Sevilla contra Gabriel Núñez, de Uniteco Profesional, la correduría que respalda a la presidenta del Colegio de Madrid, por supuestos intentos de “chantaje”, y los despidos continuos de empleados dan idea de lo que ocurre en esta antaño prestigiosa corporación.

También dan idea de lo que sucede en la OMC tres hechos significativos. El primero es la invitación a Gaspar Llamazares para participar en una reunión de vocalías. Este político que hundió a Izquierda Unida (IU) se caracteriza en Sanidad por su desprecio manifiesto hacia la colegiación y hacia los colegios, y por su defensa a ultranza de la ‘muerte digna’, entendida de la forma más amplia posible. El segundo, es la decisión de Juan José Rodríguez Sendín, a la sazón presidente, de subirse un 25 por ciento el fondo para dietas en una asamblea convenientemente celebrada sin prensa. Y el tercero, es el archivo de la denuncia interpuesta por Cristina Martínez contra el Colegio de Médicos de Madrid. Baste recordar que esta radióloga tuvo que dejar la Secretaría General de la entidad de Fariña tras destapar presuntas irregularidades en la misma y tras pedir a todos los miembros de la Junta una declaración de bienes que, a día de hoy, ninguno de ellos ha hecho pública. ¿No le parece interesante a la OMC intervenir en este asunto para contribuir a la limpieza de los colegios médicos en España?

El mundo de los facultativos anda también estos días soliviantado por la actuación de la Dirección General de Seguros contra las dos principales mutuas médicas de España: la Asociación Mutual Aseguradora (AMA), de Diego Murillo, y Previsión Sanitaria Nacional (PSN), de Miguel Carrero. La primera aguanta la guerra contra Ricardo Lozano, al que ha logrado convertir en imputado, pero el desgaste es ostensible, pues tres miembros de su directiva se han visto obligados a dimitir transitoriamente. La segunda se ha convertido en el nuevo objetivo de Seguros, que ha decidido ahora analizar a fondo las cuentas de 2008, resucitando así los fantasmas de la intervención que ya sufrió la entidad en 1997, en los tiempos del histórico Juan Blázquez.

Como se ve, el mundo médico anda tocado, y ni siquiera invitan a abonarse al optimismo el importante aunque lógico triunfo de esa entelequia llamada Foro de la Profesión Médica sobre el Ministerio de Educación o el auge que está adquiriendo la Federación de Asociaciones Científico Médicas (Facme) bajo el mandato de Avelino Ferrero, que se ha enfrentado con valentía al Gobierno por la nefasta ley del aborto. Lo lógico, ante semejante panorama, es que se produzca una catarsis.