Rocío Chiva Madrid | viernes, 27 de febrero de 2015 h |

Aunque marcado por la presentación oficial del Plan Nacional para el Abordaje de la Hepatitis C, en el 40º Congreso Anual de la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH), celebrado en Madrid entre el 24 y el 27 de febrero, también ha habido tiempo para hablar de otras patologías del hígado como la hepatitis alcohólica o la hepatitis D, así como del hepatocarcinoma celular (CHC), principal consecuencia de la fibrosis provocada por estas infecciones.

Precisamente en hepatocarcinoma, Alejandro Forner, hepatólogo del Clínic de Barcelona, ponía sobre la mesa durante su intervención la duda de “si habría que mantener el cribado de cáncer de hígado (CHC) de manera permanente durante toda la vida” en aquellos pacientes tratados y “curados” con estos nuevos antivirales de acción directa (AAD). Si bien hay estudios que parecen indicar que esto sería cierto en F4, no parece estar tan claro en F3, por lo que Forner destacó aquí la necesidad de una mayor investigación.

Pero, además de optimizar la selección de pacientes candidatos al cribado, este hepatólogo ha subrayado la importancia de que sea un experto el que realice este procedimiento y la necesidad de buscar nuevas técnicas de imagen capaces de detectar nódulos muy pequeños pero “siempre con una especificidad cerca al cien por cien”. Para ilustrar la “mala” situación del cribado en el mundo por todos estos motivos, Forner ha mostrado un estudio americano en el que participaron centros de excelencia en oncología y en el que, con una muestra de 702 pacientes, “solo el 47 por ciento de ellos fue diagnosticado en estadios iniciales”.

En relación con la hepatitis alcohólica, Ramón Planas, jefe del Servicio de Aparato Digestivo del Hospital Germans Trias i Pujol, ha detallado el algoritmo de tratamiento que siguen en su centro con un paciente de estas características. En su opinión, lo más importante al inicio es la abstinencia total del paciente, su corrección hidrolítica, administrarle un soporte calórico y proteínico y descartar una infección bacteriana ya que, explica Planas, “un cuarto ingresan en el hospital con una infección y otro cuarto la desarrollará en el tratamiento con corticoides”. Sobre el debate generado hace unos años acerca de su uso, Planas ha hecho alusión a un metaanálisis que incluyó a 418 pacientes de cinco ensayos y que concluyó con un beneficio significativamente superior, del 80 por ciento, en los pacientes que sí los tomaban.

Donde sí hay todavía debate es en el uso de pentoxifilina, indicado en las guías para aquellos pacientes que no toleran los corticoides dada su escasa toxicidad, pero que en realidad no ha demostrado beneficios significativos en estos pacientes en ningún ensayo —en el último de ellos, con 1.103 pacientes y presentado en Boston, el fármaco no presentó beneficios ni siquiera en combinación con prednisolona—. Tampoco infliximab parece aportar nada.

En hepatitis crónica D, Carmen Álvarez-Navascués, de la Universidad de Oviedo, recordó que el único fármaco aprobado por el momento es el interferón (ITF), pero señaló dos estudios que podrían cambiar este estándar. El primero de ellos, la combinación de myrcludex B con ITF, ha logrado negativizar el ARN en 5 de 8 pacientes en estudio al inhibir la entrada del virus; el segundo fármaco, lonafarnib, ha demostrado inhibir la fase de prenilación.