Incontinencia/ En 2020 su abordaje superará los 5 billones de euros, según datos presentados en el tercer foro internacional sobre la patología

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El gasto económico que genera la incontinencia urinaria (IU) muchas veces se engloba dentro de otras patologías o es asumido por los pacientes

A pesar de que su diagnóstico es sencillo, su detección en España ni siquiera está dentro de los objetivos marcados por Sanidad

| 2010-04-30T17:46:00+02:00 h |

E. Sainz Corada

Env. especial a Praga (Chequia)

Se la considera una patología menor puesto que no es mortal, se mantiene oculta y por tanto está infradiagnosticada, pero el coste económico que genera la incontinencia urinaria (IU) es enorme. Este hecho, al igual que el de su elevada prevalencia es, sin embargo, desconocido tanto por la mayoría de médicos como de las autoridades sanitarias, y ha hecho que no sea valorada en su justa medida.

A falta de estudios de gran alcance que determinen estos aspectos de forma definitiva se estima que su coste es “equiparable al de patologías como la hipertensión arterial y superior incluso al de la diabetes”, como asegura Francisco Brenes coordinador del Grupo de Trabajo del Enfermo Urológico de Semergen y miembro del Observatorio Nacional de la Incontinencia.

Su alto impacto, debido fundamentalmente al envejecimiento de la población y al elevado coste de su tratamiento (ver tablas), la convierten en “una de las seis enfermedades que requieren más recursos económicos —asegura Brenes— y lo que es ilógico es que esto no lo tengamos mucho más protocolizado, más asumido y más controlado”. Lo confirman los datos aportados por Rosanna Tarricone, del Departamento Análisis de evaluación económica para programas sanitarios de la Universidad Bocconi (Italia) durante el Foro Mundial de la Incontinencia, celebrado en Praga, el coste de la IU en el año 2000 en Europa fue de 4,2 billones de euros, y la previsión para 2020 de 5,2, lo que evidencia su relevancia.

“Es muy cara, lo que pasa es que hay muchos gastos que están asumidos por el paciente y quedan difuminados. El sistema mira para otro lado, pero tenemos que luchar para que las autoridades sanitarias le den la importancia que tiene”, asegura Brenes. Otro problema es que el coste que genera muchas veces se engloba dentro de otras patologías sobre todo neurológicas.

A pesar de la creciente presión económica que está ejerciendo en los sistemas sanitarios y sociales todavía no aparece entre los temas económicos. Buena prueba de ello es que en España ni siquiera está dentro de los objetivos. “Las autoridades sanitarias no lo engloban como una de las patologías a diagnosticar y a tratar. Se trabaja cada vez más por objetivos y si éste no te lo piden tú no vas a preguntar”, lamenta Brenes.

Falta de comunicación

La falta de implicación por parte del médico de familia en su diagnóstico es otro de los puntos clave. Los datos arrojados por el informe sobre incontinencia “Perspectiva general de los médicos de AP” realizado por SCA Hygiene Products en marzo de 2010 y presentados en el foro Diane Newman, codirectora del Centro Penn para la Incontinencia y la Salud del Suelo Pélvico, del Departamento de Urología, Centro Médico de la Universidad de Pensilvania (EEUU), no dejan lugar a dudas.

El trabajo (para el que tras entrevistar a 551 médicos en Francia, Polonia y Reino Unido), que analiza la sensibilización de los facultativos de primaria con este problema y las opciones que tienen a disposición, revela que uno de cada cinco confesó que nunca hablaría sobre incontinencia con sus pacientes de forma rutinaria (a no ser que él sacara el tema), y menos de la mitad están satisfechos con las actuales opciones de tratamiento. Además, sólo el 44 por ciento reconoce haber derivado a pacientes en los últimos tres meses y cerca de la mitad están insatisfechos con las opciones a disposición actualmente en materia de gestión/asesoramiento/apoyo.

A la luz de los datos, Newman entiende que la estructura existente para el abordaje de esta afección “está fragmentada y es necesario contar con una mayor sensibilización y orientación clínica sobre cómo manejarla eficazmente”. “Se trata claramente de una cuestión que hay que afrontar para mejorar la situación de los pacientes y los resultados que se obtienen”. Más aún cuando, como dice Brenes, más de la mitad de casos de IU se pueden asumir desde Primaria.

Los test diagnósticos —como el cuestionario ICIQ-SF— con 4-5 preguntas sobre las veces que pierde orina el paciente, la cantidad, cómo le afecta y el tipo de incontinencia que tiene aportan la información necesaria para, después, hacer los estudios necesarios. “Y si se diagnostica en fases precoces a la larga va a ser rentable porque ahora lo estamos haciendo cuando ya requieren tratamientos paliativos en muchos casos, o quirúrgicos, y eso es lo caro”, apunta.

Obesidad e incontinencia

El foro sirvió también para presentar las últimas novedades científicas sobre este problema. Así Leslee Subak, profesora en la Universidad de California (EEUU), se centró en la relación entre obesidad e IU. El sobrepeso está considerado, junto a la edad y la maternidad, el tercer factor de riesgo a tener en consideración (“el 70 por ciento de las incontinentes estadounidenses son obesas”, señaló).

“Si el peso es un factor de riesgo, ¿puede ser la pérdida un tratamiento efectivo de la incontinencia?” planteó. Según el estudio Nurses Health, las mujeres con menos peso estarían más protegidas contra ella. Otro dato significativo que aportó fue que, después de someterse a cirugía bariátrica tres de cada cuatro mujeres dejaron de tener pérdidas.

Por su parte, Robert Freeman, uroginecólogo del Hospital de Derriford en Plymouth (Reino Unido), descartó que la cesárea evitara la IU y recomendó su uso sólo “en aquellos casos de incontinencia previos o en primíparas con bebé grande o en posición inadecuada”.