¿Existe suficiente investigación en el ámbito de la pediatría de atención primaria (AP)? No hay consenso.
Mientras que Guadalupe del Castillo, coordinadora del grupo de Investigación de la Asociación Española de Pediatría y Atención Primaria (Aepap), asegura que, ahora mismo, sí se está investigando, Venancio Martínez, director del Grupo de Investigación de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (Sepeap) y presidente de la misma, subraya que en pediatría de AP “no se puede ser optimista”.
“La mayoría de los trabajos son descriptivos, pero también los hay experimentales”, apunta Del Castillo, al tiempo que reconoce que se podría ofrecer una investigación “de más calidad”.
A su vez, Martínez, indica que todo lo que se hace “es insuficiente” y que la investigación en este terreno no tiene suficiente calidad para la cantidad de pacientes que tratan y los actos médicos que se realizan desde AP.
A ojos del especialista, la situación “es más que mejorable”, por eso en 2012, junto a otra veintena de pediatras, trabajó en el ‘Manual de iniciación a la investigación en Pediatría de Atención Primaria’. Los pediatras manejan una gran cantidad de información que podría ser utilizada para investigar, pero la realidad es, según el presidente de la Sepeap, que solo entre un tres y un cinco por ciento de los especialistas están interesados en hacerlo.
“Esto es malo porque no se trata de dominar la organización general de la investigación, sino que tener cultura investigadora es importante para cualquier médico que quiera ejercer la profesión con seriedad y rigor de forma cercana a las fuentes originales de información”, agrega.
Del Castillo resalta que el principal problema al que tiene que hacer frente este tipo de investigación es que las muestras son de menores, lo cual entraña ciertas controversias.
“Hay un punto muy importante y es que necesitamos la colaboración de las familias. En el momento en que hay que investigación con fármacos, el tema de la ética es fundamental”, comenta. En adultos, sobre todo cuando se trata de investigación experimental —que es cuando se utilizan medicamentos—, se suele hacer con voluntarios y eso no se puede hacer con niños, advierte la coordinadora.
Gracias al cambio en la legislación, los ensayos clínicos pediátricos ya son algo más frecuentes, sin embargo, precisa Del Castillo, quizás esta clase de investigación esté “muy dirigida por la industria farmacéutica y no interese tanto”. “Necesitamos un poco más de formación y financiación por parte de la administración”, añade.
Desde la Sepeap, Martínez incide en que para mejorar la calidad de la investigación en pediatría de Atención Primaria, es necesario generar un ambiente cultural en el que se reconozca el trabajo en investigación clínica, promocionar líneas de investigación prioritarias, especialmente en AP; y crear redes mixtas de investigadores formadas por pediatras de hospital y de AP que desarrollen proyectos viables y relevantes. Asimismo, Martínez considera imprescindible facilitar los recursos, mejorar la formación investigadora y crear condiciones laborales que permitan cumplir este objetivo.
En este sentido, Del Castillo, pone el acento en que investigación más docencia más formación son los pilares sobre los que se sustenta el trabajo del pediatra en AP. Así, reconoce que los especialistas tienen tanta labor asistencial que quizás no se le ha dado la importancia que se debería a la investigación.
Desde la Aepap, se puso en marcha el año pasado la Red Pediatra Centinela y se hizo un llamamiento para tener una serie de pediatras investigadores. “Ahora tenemos a 310 de toda España e intentamos que sean de modo proporcional en todas las comunidades autónomas”, puntualiza.
Las barreras
En relación con los principales obstáculos a los que tienen que hacer frente los especialistas, Martínez señala que, por un lado están las dificultades intrínsecas o esenciales y, por otro, las extrínsecas o circunstanciales.
Así, las primeras vienen impuestas por la propia naturaleza del niño y las características que definen la especialidad. “Se relacionarían con problemas éticos originados por la falta de autonomía de la persona de corta edad y por su vulnerabilidad, incluida la dificultad de prever respuestas en un organismo que, estando creciendo y desarrollándose, pueden resultar difícil de analizar en un ensayo clínico, incluso disponiendo de instrumentos de medida fiables para valorar estas respuestas”, apunta Martínez.
En segundo lugar, las extrínsecas. Estas se producen porque a pesar de que en AP “se provoca la mayor parte del gasto público y de las indudables posibilidades del trabajo científico”, no abundan los recursos, ni de tiempo —la carga asistencial es alta—, técnicos —tanto de explotación de fuentes informáticas, como bibliográficas—, ni humanos —el tiempo de permanencia de los residentes es corto—. “La dispersión, además, origina dificultades de comunicación entre profesionales y entre niveles asistenciales”, indica el experto.
Para concluir, Martínez asegura no saber si la situación es la misma en España que en el resto de países del entorno. “No sé si el hecho de que sean pocas las personas que investigan en pediatría en AP y la poca repercusión de las investigaciones es más o menos similar que en el resto de países de nuestro entorno”, se pregunta el presidente de la Sepeap.
De lo que deja constancia Martínez es de que los índices de producción en investigación “son inferiores” a los que producen otras especialidades médicas y por ello hay que trabajar en esa línea.
Para la cantidad de pacientes que visitan AP, los trabajos
son insuficientes y su calidad es mejorable
Los índices de producción
de la investigación en pediatría son “inferiores” a las de cualquier otra especialidad
Para Martínez, han sido cuatro las grandes revoluciones metodológicas que se han producido en el último siglo respecto a la realidad científica de la medicina.
Por un lado, el ensayo clínico, al que se refiere como “patrón de oro” en los diseños de investigación clínica, aplicable a nuevas tecnologías y tratamientos. También, el nacimiento de la epidemiología clínica, ya que “el análisis estadístico es la herramienta fundamental en los métodos de trabajo” de los investigadores. En tercer lugar, el desarrollo que se ha producido en los últimos 20 años en cuanto a las fuentes de documentación científica. Su relevancia, explica, es fácil de entender dado que “cada año se publican más de dos millones de artículos médicos en más de 20.000 revistas y se ha calculado que para mantener una especialidad al día es necesario leer 20 artículos durante sus 365 días”. En último lugar, la Medicina Basada en la Evidencia (MBE) que, pese a no ser un modelo científico sino de gestión, “tiene un valor indudable”.