La combinación de radioterapia con fármacos inmunoterápicos o con hipertermia es capaz de multiplicar la eficacia de esta técnica, cuyas posibilidades han aumentado muchísimo en los últimos años gracias no solo a los avances científicos, sino también al auge de las nuevas tecnologías. Así se ha puesto de manifiesto al menos en la presentación del 18º Congreso de la Sociedad Española de Oncología Radioterápica (SEOR), que se celebrará entre el 4 y el 6 de junio en Valencia.
Durante la presentación, Pedro Lara, vicepresidente de SEOR y jefe del Servicio de Oncología Radioterápica del Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín, ha destacado el aumento espectacular en las tasas de respuesta en melanoma con inmunoterapias como ipilimumab, nivolumab o pembrolizumab en combinación con radioterapia corporal estereotáctica (SBRT), que han pasado de ser de apenas el 5 por ciento a superar el 50 por ciento. Como él mismo ha explicado, la clave de la estrategia está en que la SBRT es capaz de destruir el tumor en partes más pequeñas, proteínas, que son entonces más fácilmente detectables por un sistema inmune que, además, gracias a estos nuevos fármacos, está potenciado. Esta estrategia, ha señalado Lara, también se está probando con éxito “en carcinoma renal y en carcinoma de pulmón”. Durante el Congreso, se presentarán resultados en este campo, cuyo objetivo final es lograr “la cronificación de la enfermedad, alargar la supervivencia de los pacientes significativamente”.
Además de inmunoterapia, actualmente se utilizan también otros fármacos más habituales como potenciadores de los efectos de la radioterapia. El problema, ha señalado José López Torrecilla, presidente de SEOR, es que “hay comunidades que ponen trabas en la prescripción de estos fármacos”. En concreto, López Torrecilla se ha referido a la Comunidad Valenciana y a Navarra, autonomías en la que, según Lara, “estos fármacos se dan, pero no en toda la extensión necesaria; el paciente es lo importante y aquí no podemos entrar en disquisiciones económicas y políticas”. Ante esto, Leoncio Arribas, jefe del Servicio de Oncología Radioterápica del Instituto Valenciano de Oncología, ha incidido en que “la atención sanitaria siempre es correcta, aunque los cauces para conseguir estos fármacos sean distintos”. En esta comunidad, tanto Seor como la Asociación Española de Urología (AEU) ya están en conversaciones con la administraación para intentar solventar este problema de inequidad.
Pero no solo los fármacos pueden potenciar los efectos de la radioterapia, sino que también la hipertermia puede lograrlo. Esta técnica, que consiste en calentar el tumor a unos 43 grados centígrados para la alteración de las proteínas y la destrucción definitiva del material genético, ya existe desde hace años, si bien la aparición de equipos más versátiles ha hecho que sea “ahora cuando se está extendiendo”, ha afirmado Lara. Según datos publicados en revistas como, por ejemplo, Lancet, “la utilización de hipertermia logra que cada dosis de radiación sea el doble de efectiva”, algo muy útil sobre todo en pacientes que recaen y tienen que volver a ser radiados, pero a los que no se les puede volver a poner la misma cantidad de radiación. Gracias a esta técnica, es posible poner a estos pacientes una dosis menor, pero con la misma eficacia, por lo que es como si se les pusiera el tratamiento completo.
En cuanto a la obsolescencia de los equipos de radioterapia de los hospitales, López Torrecillas ha apuntado a que “un tercio de los equipos tienen más de diez años” y que, aunque no existe ninguna normativa a nivel español ni europeo en este sentido, la SEOR está intentando que “estos equipos se desmonten tras entre 12 y 15 años” para que puedan entrar novedades tecnológicas. Para este oncólogo radioterápico, uno de los aspectos más importantes es poder concentrar las dosis en menos tiempo y, en vez de mantener al paciente en el equipo entre media hora y una hora, que este tiempo se reduzca a entre 15 y 20 minutos. Entre estas nuevas tecnologías que podrían venir, Arribas ha destacado que ya existen conversaciones acerca de la posible construcción de una o dos unidades de protones en España, una tecnología presente en los países de nuestro entorrno, pero que todavía no tenemos en nuestro país. En cuanto al precio, López Torrecillas estima que un equipo de este tipo puede costar unos 20 millones de euros, a los que hay que añadir otros 25 millones en construcción de la infraestructura más, posteriormente, el mantenimiento que precise el equipo. Según sus estimaciones, nuestro país podría necesitar unas cinco unidades de este tipo para atender a la totalidad de la población.