Con el objetivo de disminuir los errores de la medicación en la incorporación de nuevos medicamentos a la práctica asistencial, el servicio de Farmacia del Hospital Infanta Leonor ha sometido los nuevos fármacos a una evaluación preventiva de riesgos antes de incorporarlos a la práctica asistencial.
Ismael Escobar, jefe del servicio de Farmacia Hospitalaria y coordinador del estudio ‘Evaluación preventiva de riesgos en la incorporación de nuevos medicamentos a la práctica asistencial: una propuesta metodológica’, ha destacado a este suplemento que “el objetivo de esta investigación es presentar un modelo metodológico antes de que los nuevos medicamentos se incorporen a los mecanismos de utilización intrahospitalarios”. De este modo, una vez que el hospital toma la decisión de adquirir un determinado medicamento, antes de introducirlo a los circuitos de prescripción y de utilización, se diseña un check list que permite determinar si ese medicamento tiene algún riesgo para los pacientes relacionado con la prescripción o la dispensación. A continuación, Escobar comenta cómo una vez detectado se establece una acción preventiva que minimiza la posibilidad de riesgo, en la medida de lo posible.
Según el estudio, los errores de medicación y sus consecuencias constituyen un grave problema para la salud pública con gran repercusión. Esto se ejemplifica en el Estudio Nacional de Eventos Adversos ligados a la Hospitalización (Eneas), un documento que reveló que un 37,4 por ciento de los efectos adversos detectados en pacientes estaban causados por medicamentos, de los que el 34,8 por ciento eran prevenibles. De este modo, la cadena de utilización de los medicamentos pasa por varias fases que van desde la conservación hasta la administración, por lo que los factores de riesgo asociados pueden ser variados. Por tanto, para el servicio de FH el momento de la adquisición de los nuevos fármacos es una oportunidad para introducir esos procedimientos estandarizados que incrementen la seguridad de los procesosfarmacoterapéuticos si se identifican las características potenciales asociadas a una mayor probabilidad de error.
En 2011 se estableció en el servicio un Procedimiento Normalizado de Trabajo (PNT) que define y planifica el proceso de evaluación del riesgo potencial de los medicamentos. Este sistema incluye un formulario para evaluar los riesgos que debe cumplimentar el farmacéutico.
El filtro por el que pasan estos fármacos consiste en una descripción sistemática de los principales puntos a tener en cuenta cuando se lleva a cabo la evaluación. En este sentido, Escobar comenta que su resultado se orienta sobre las medidas de seguridad que se deben adoptar en cada caso. Así, el nombre del medicamento y su posible similitud con otras especialidades, el correcto etiquetado, las características de envase, o consideraciones especiales a tener en cuenta a la hora de prescribir, preparar, administrar, conservar y establecer las interacciones clínicas, son cuestiones que se tienen en cuenta como medidas de prevención.
Los resultados
“Desde su puesta en marcha se han evaluado 64 medicamentos, detectando riesgos potenciales en 35, lo que supuso que en un 54,6 por ciento se tuvo que establecer al menos una medida adicional de seguridad antes de incorporarlos a la práctica asistencial”, explica. De ellos, 29 fármacos estaban destinados a su utilización en el área de pacientes externos, 11 en pacientes ambulatorios y el resto en hospitalización.
Con el desarrollo de programas de evaluación de medicamentos de nueva adquisición, lo que se pretende es conseguir un triple objetivo, por un lado, incrementar la seguridad de los pacientes y de los profesionales sanitarios, por otro lado, mejorar la calidad asistencial y por último, reducir los costes ocasionados por los errores de la medicación.
Asimismo, el jefe de servicio comenta que las estrategias de seguridad del paciente se enfocan al desarrollo de medidas dirigidas a mejorar los sistemas y, para abordarlas los profesionales sanitarios necesitan disponer de herramientas que les permitan identificar los riesgos. En este contexto, los mecanismos de autoevaluación pueden resultar útiles para avanzar en la mejora de la seguridad, ya que permiten hacer un diagnóstico de la situación y orientan en la toma de decisiones.
De este modo, el estudio establece la necesidad de informar a los profesionales sanitarios sobre las características de las nuevas especialidades que se introduzcan en la guía farmacoterapéutica, (dosificación, interacciones, preparación, forma de administración), así como de todos los cambios que se realicen con la finalidad de facilitar su uso adecuado y seguro.
La implantación de este procedimiento de trabajo puede resultar una herramienta muy útil a la hora de analizar las características de los medicamentos que se adquieren en el hospital y tomar las medidas oportunas para eliminar la probabilidad de error antes de que se incorpore a los circuitos de prescripción en las diferentes áreas asistenciales y de influencia.
En definitiva, es imprescindible un seguimiento continuado de estos fármacos para la reducción de errores. Para Escobar este tipo de trabajos son necesarios tanto en el ámbito hospitalario como en primaria. Así, el director del estudio se muestra satisfecho por la labor realizada y por la garantía de que pueden detectar cualquier problema y aumentar la seguridad de los pacientes.