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Las reacciones de nuestro metabolismo dependen en gran parte del agua y es que el elemento líquido es el vehículo de todas las sustancias que necesita el organismo. Por ello, cuando el cuerpo no está bien hidratado empieza a sufrir las consecuencias. De esta manera, una deshidratación leve de solo un dos por ciento tiene efectos negativos inmediatos en las habilidades cognitivas como la coordinación viso-motora, la atención y la memoria a corto plazo. Y es que los cambios en la cantidad de electrolitos en el cuerpo producidos por la deshidratación pueden alterar la actividad cerebral y otros síntomas que intervienen en el proceso cognitivo. Además, un estado de deshidratación conduce a la producción de hormonas de estrés, factor subyacente de los efectos negativos en la percepción, habilidad espacial y memoria. Así lo puso de manifiesto la doctora Ana Adán, profesora titular de Psicobiología Clínica de la Universidad de Barcelona, durante el II Congreso Nacional de Hidratación en el que participaron más de 400 expertos nacionales e internacionales organizado por Coca Cola. La necesidad de agua está marcada por la termorregulación, que se basa en un mecanismo muy eficiente de eliminación del calor interno mediante la evaporación del sudor. Por ello, cuando se produce una deshidratación aumenta la temperatura corporal y la frecuencia cardíaca, se reduce la excreción renal de orina, y aparece dolor de cabeza, sueño, fatiga y cansancio, dificultad de concentración y posibilidad de colapso si las temperaturas y la humedad son altas y no se ha consumido la cantidad adecuada de líquidos.
Asimismo, durante el congreso se puso sobre la mesa el desconocimiento que existe en la población en cuanto a pautas de hidratación. “La población no tiene conocimiento sobre la cantidad de líquido a tomar, y suele ser insuficiente. Con frecuencia las personas no saben lo que han bebido, no lo pueden precisar con exactitud y tampoco saben lo que deberían beber”, apuntó la profesora Rosa María Ortega, catedrática del Departamento de Nutrición y Bromatología de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid, que también advirtió de que no hay que esperar a que aparezca la sed para beber, ya que esta ya es un síntoma de falta de líquidos. “Es difícil beber sin tener sed pero se puede conseguir si para ello se utilizan bebidas con más sabor”, matizó. De esta forma, se hizo referencia a la pirámide de la hidratación: en un nivel básico se encuentra el agua mineral —de consumo diario—, en un segundo nivel los refrescos, el café y el té —también diariamente, aunque sin abusar de ellas—, y en tercer lugar zumos de frutas, verduras, lácteos bajos en grasa y azúcar y bebidas isotónicas. A la hora del consumo, lo ideal es beber poco en cantidades repetidas a lo largo del día.
Los más vulnerables
Las personas mayores, las mujeres embarazadas, en periodo de lactancia y bebés, son los colectivos más vulnerables para sufrir deshidratación. Para el profesor Gregorio Varela-Moreiras, catedrático de Nutrición y Bromatología de la Universidad San Pablo-CEU de Madrid, los ancianos son los grandes olvidados. De hecho, el 25 por ciento de la población española mayor de 65 años tiene una situación de desnutrición o está en riesgo de tenerla. En los mayores de 80 años el riesgo de hospitalización por deshidratación es seis veces mayor que en las personas de 65 años. La razón es que en este grupo de población es más difícil prevenirla y tratarla, dado que se pierde la sensación de sed. A este factor se une el hecho de que estos pacientes suelen tener que tomar varios medicamentos, y algunos de ellos pueden influir en el apetito, y además es frecuente que tomen laxantes y diuréticos, lo que lleva a que se ingiera menos líquido y que se elimine más por la orina. A esto se suman los posibles problemas cognitivos que pueden surgir a esta edad, los problemas físicos o funcionales y el miedo a la incontinencia urinaria. “Falta mucho en cuanto a la prevención. La base es darles ocho raciones de líquido que sean variadas con agua, caldos, zumos, refrescos, infusiones, sopas o incluso un consumo moderado de bebidas alcohólicas, que se llene el vaso de agua cuando se va a dar la medicación en vez de mediado y hacer que coman en compañía, socializados”, apuntó el profesor Varela como medidas de utilidad.
Un estado de deshidratación conduce a la producción de hormonas de estrés
“No hay que esperar a que aparezca la sed para beber, ya que eso es síntoma ya de falta de líquidos”